Cómo cuidarse el cuidador


Ainhoa Elizalde Munárriz

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Una superficial mirada a nuestra cotidianeidad diaria nos indica que la mayoría de las personas mayores son autónomas e independientes, pero también nos señala que en nuestro entorno existe una minoría que necesita cuidados de los demás. La atención que requieren estos dependientes nos implica socialmente, hasta el extremo, de los que no lo somos, tenemos que ser conscientes también del reclamo de esa dependencia.

 

Esta realidad percibida, que afecta a nuestro inmediato entorno social, se puede transpolar al completo de la sociedad, entendiendo su significado como una cuestión que afecta a la moralidad y ética de la toda la sociedad. A través de este artículo voy a intentar, de una manera pormenorizada, a la vez que sencilla, intentar acercar un poco más a la opinión pública la cuestión de la dependencia, con el fin de que no nos olvidemos de que aun siendo personas que necesitan el apoyo y/o ayuda de otra persona, deben de gozar de una adecuada y digna calidad de vida.

El primer objetivo de este análisis es que entendamos que en la cuestión de la dependencia, tanto para el paciente curable, como el que va a morir, la calidad de vida es esencial y necesaria.

Manteniendo la mirada en la sociedad, nuestro comportamiento nos demuestra que la mayoría de las personas cuidamos día a día, bien sea de las hijas e hijos; de las amistades; de la pareja; a nuestros mayores y a nosotros mismos. Cuidamos y nos cuidan. Aunque, otra vez, trasladando la mirada más lejos, percibimos que, sobre todo en lo que respecta a las últimas décadas, se han producido una serie de transformaciones en la sociedad occidental, como son: una mayor longevidad; familias menos numerosas que antaño y a un imparable avance tecnológico de la medicina, por ejemplo. Aquí podemos incluir el segundo objetivo en el que quiero hacer hincapié: el resultado del progreso social y tecnológico, ha traído consigo también un mayor número de personas dependientes. El hecho de que cada día haya más personas que no pueden cuidarse por sí mismas, también ha significado más responsabilidades a la familia y a la sociedad, sobre todo en la parcela de los cuidados.

El cuidado de la dependencia

Como todos sabemos, la ayuda que proviene de la familia, es, en principio, la mejor que se puede ofrecer a las personas mayores. Sin embargo, quienes dedican estos cuidados no siempre están preparados para responder ante tareas, tensiones y esfuerzos que requiere el cuidado de la dependencia. La mayoría se enfrenta a ella con una gran dosis de empeño y voluntad, sin pensar que a lo largo del camino se van a exponer a un número indeterminado de emociones y sentimientos. Muchos son positivos, como los sentimientos de satisfacción por contribuir al bienestar de un ser querido. Pero también existen sentimientos negativos, como la sensación de impotencia, sentimiento de culpabilidad, de soledad, de preocupación o de tristeza.

“Es tu responsabilidad mantener tu buen estado de salud”

Si ejercemos como cuidador, debemos saber que cuidar a una persona dependiente, supone algo más que cuidarla físicamente, también supone comprenderla, decidir por ella, interpretar sus cambios de carácter y evitarle riesgos. En este punto, no todos los cuidadores funcionan de una misma manera, pero si es cierto que en todas las opciones elegidas, se produce, en mayor o menor medida, un “desgaste físico y emocional” que repercute en el estado de salud del cuidador.

Habitualmente, esa faceta es descuidada. La persona cuidadora no vigila su estado de salud y ante señales de alarma como el dolor, la tristeza, el insomnio, continua encomendada al cuidado sin prestar atención a estas alertas. Si el cuidador no pone medidas preventivas a estos pequeños pero alarmantes signos, su salud se podría deteriorar hasta no poder ejercer de cuidador. Por lo tanto, es muy importante saber que la salud del cuidador principal es responsabilidad de uno mismo. Por eso es indispensable buscar tiempo para acudir al médico, tiempo para disfrutar con su familia, amigos, buscar soluciones e incluso tener parcelas de ocio que se complementen con la tarea de cuidador.

Pautas del cuidador

Todo cuidador deberá tener en cuenta esta serie de pautas:

  • Aprender a delegar.
  • Programar su vida.
  • Dejar espacio de ocio y tiempo libre.
  • Entender que su tesoro es el tiempo y su tiempo es su salud. El cuidador se tiene que alejar la sobrecarga cuando cuida al enfermo dependiente. Para evitar este tipo de problema nos asisten una serie de alarmas, a las que se debe estar atento y detectar cuanto antes:
  • Problemas para dormir.
  • Cansancio nocturno.
  • Pérdida de contacto social.
  • Consumo de alcohol y sedantes.
  • Cambios en los hábitos alimenticios.
  • Dificultades para concentrarse.
  • Dejar de tener interés para actividades que antes le producían placer.
  • Comenzar a realizar actos rutinarios y repetitivos.
  • Enfadarse con facilidad.
  • Tener un trato desconsiderado con el resto de sus familias y amigos
    Estrategías para cuidarse a la hora de cuidar En cualquier situación de la vida, pero especialmente en situaciones de posible sobrecarga física y emocional, es importante conocerse y poner límites realistas a la carga como cuidador y mantener hábitos saludables.
  • Respecto a la alimentación hay que procurar una alimentación sana.
  • El descanso es primordial para este cometido. Dormir y descansar varias veces al día o lo suficiente según cada persona.
  • Es importante descargar la tensión física; ejercicio físico, masaje, respiración, relajación física y mental, cocinar, leer, rezar…
  • Socialmente ayudará el comunicarse con familiares y amigos para aliviar el estrés y aplacar la tensión emocional.
  • Los sentimientos y emociones también cobran una vital importancia, aunque son tan variados que incluso llegan a ser contradictorios entre sí, variando con el tiempo y las circunstancias.

Sobrecarga emocional

Todas estas sensaciones mencionadas son las experiencias lógicas a la ante la hora de cuidar. A veces la situación es dura y difícil, que la anunciada sobrecarga, repercute mucho más emocional que físicamente. Para aliviar esta posible sobrecarga es importante mantener una “distancia emocional de seguridad”, a través de los contactos sociales antes mencionados. Por eso, no hay que perder de vista el ocio del cuidador.

Para concluir, podemos quedarnos con la idea de que compartir cuidados es una de las mejores formas de prevenir y aliviar la sobrecarga de quienes cuidan. Ya pueden ser; grupo familiar, tipos de servicios públicos (sociales, de ayuda a domicilio, de salud), asociaciones de autoayuda, grupos de voluntariado, contratar a alguien unas horas, las noches, unos días. Si se opta por contratar a un cuidador profesional se debe tener en cuenta que nadie hace las cosas de la misma manera, hay que respetar todas, porque todas van a ser ventajosas a la hora de proporcionar calidad de vida a los dependientes, más teniendo en cuenta que la persona cuidada, a veces, solicita demasiada atención o de forma inadecuada.

Como hemos visto, la cuestión de la dependencia es muy complicada y poco valorada por desconocida en muchas ocasiones, por eso de ninguna manera es perjudicial acudir a asociaciones o grupos de gente que ha pasado o está pasando por la misma situación porque nos pueden proporcionar una base fundamental para afrontar la dependencia.