Hace tiempo que quienes nos dedicamos a la salud en general y a la mental en particular, sabemos que los experimentos de estos quince últimos años han avanzado lo suficiente para saber “que el bienestar emocional” nos reporta mejor salud física.
Este verano he estado leyendo con discernimiento y con mucha emoción a la doctora Bárbara L. Fredrickson, que es la jefa del laboratorio de neurociencias de Michigan, Carolina del Norte… Una psicóloga experimental en psicología social, que investiga emociones y su conexión con la salud y con la empatía en el grupo social.
Quiero exponerles algunas ideas que he ido entresacando de sus artículos y libros, que son pura ciencia del comportamiento, de la psicofisiología y de psicología social y que hoy –huyendo un tanto de las ciencias básicas- se dan en llamar neurociencia, neuropsicología… El nombre es lo de menos, lo demás son las investigaciones que nos llevan, tras ellas, a vivir de mejor manera. “La creatividad no es solo capacidad cognitiva intelectual”, sino un estado correcto de ánimo. Y esa “corrección de ánimo” dice la misma doctora, es un estado de optimismo, humor y manera diferente de ver la vida, en definitiva una emoción positiva.
Actitud positiva ante la vida
También demuestra con un sinfín de experimentos, que no vamos a destallar, para no aburrir al lector, que “cabe inferir, en consecuencia, que el pensamiento de las personas que se sienten a gusto es más creativo, flexible, amplio y abierto”. Es decir que de alguna manera, experimentalmente la gente alegre, es más creativa, más amplia de miras, más inteligente socialmente y se enfrenta en la vida de mejor manera a los estresores del día a día. Proponer una actitud positiva, frente a la crisis –por poner un ejemplo-, frente a haber estado diez años en un puesto de trabajo, y de golpe y porrazo ser despedido; todos entendemos que es muy difícil no llorar, no quejarse, no rabiar, no…tener una emoción negativa, que siempre son más primarias y nos han ido evolutivamente ayudando a garantizar la especie. Las emociones positivas, el estar alegre, optimista es más fácil hablarlo y escribirlo que llevarlo a la práctica, por supuesto, pero no deja de ser cierto que nadie nos ha dicho sus consecuencias y sus ventajas.
No pretendemos, porque seríamos necios; bailar y “echar cohetes al cielo”, después de haber sido despedidos, no, ni mucho menos. Pero hay actitudes que no las hemos desarrollado y también nos “ayudan a conservar la especie”. “Las emociones positivas propician nuevas ideas y posibilidades de actuar de manera diferente, pueden también crear modificaciones persistentes y arraigadas, lo que hace que la especie evolucione en calidad. Cuando los niños corretean y se ríen o los adultos dan rienda suelta a sus pasiones jugando al fútbol, el motivo puede ser puramente hedonista; sin embargo, en ese momento también se establecen recursos físicos, espirituales y sociales que no nos damos cuenta, pero son reales: El juego es saludable, las estrategias ayudan a resolver situaciones y la camaradería refuerza los vínculos sociales. Según los estudios realizados con monos, ratas y ardillas, lo mismo les sucede a los animales”.
Parece evidente que los buenos sentimientos ensanchan nuestro horizonte intelectual y nos permiten resolver con mayor celeridad los problemas. Luego una persona “despedida”, encontrará formas diferentes, nuevas, creativas de trabajo, si es más optimista y tiende a tener y desarrollar buenos sentimientos (emociones positivas).
Las emociones positivas cambian a las personas para mejor, les abren la esperanza hacia el futuro, aumentan la resistencia y refuerzan los vínculos sociales. Esto no es una broma, no es algo poético, es ciencia experimental. Si tienen dudas, lean la larga y profunda bibliografía de la Doctora Bárbara.
También, las emociones positivas, explican probablemente el sentido evolutivo de estas exaltaciones del ánimo: Multiplicando los recursos de nuestros ancestros y, por ende, las posibilidades de supervivencia y de reproducción en las situaciones de conflicto. Porque está más que demostrado que el estrés permanece más tiempo y en peores circunstancias cuando la persona está triste, no se ríe, tiene un rostro adusto, y su cuerpo no “se mueve más que en una dinámica de tristeza, melancolía o de traumas infantiles, siendo ya un adulto…Sin duda su ánimo vital no le protegerá del estrés y de la depresión. Muy al contrario, no curará, mientras él no quiera y se proteja –queriendo-, de sus traumas antiguos, de su mala suerte, de su vida de mierda que tiene y lleva…
Quien se siente bien experimenta, en mayor medida, la ausencia del peligro. Quien es optimista y ve la “botella medio llena”, es que tiende a estar contento, a aceptar lo que le toca de buen grado, y tiene muchos menos miedos al futuro incierto, que solo “puede cambiar”, si hoy estás contento y eso contribuirá de forma científica a sentirse mejor el día de mañana.
Los buenos sentimientos, los sentimientos positivos, esa palabra interior que te dices constantemente como una muletilla: “¡Estoy mejor, vivo bien, disfruto de las pequeñas cosas, qué bien me siento, no necesito apenas nada, me ducho casi cuando quiero, desayuno todos los días…! Nadie lo oye, pero tú lo sabes y lo sientes, lo haces diariamente carne de tu carne…Todo eso ayuda a tranquilizarse, sobre todo ante situaciones de conflicto, a verlos venir sin miedos, sin apuros, si extorsiones exageradas…y, el buen humor ayuda a recuperarse antes y de mejor manera ante los estresores diarios que todos tenemos continuamente.
Buscar la felicidad siempre y en las cosas más sencillas
Los sentimientos positivos no sólo cambian a la persona que los tiene, sino que también se contagian, por esa maravilla de las neuronas espejo, que muchas veces, creemos que son ciencia ficción; pero bostezamos cuando vemos bostezar, tenemos miedo cuando intuimos que el otro lo tiene, sentimos hambre cuando hablamos de comida…Lo mismo ocurre cuando reímos con los demás, cuando disfrutamos con pequeñas cosas continuamente, no son exageraciones que apuntan los débiles; son experimentales y cada vez más estudiadas.
Los buenos pensamientos generan una reacción en cadena que abre el ánimo y la disponibilidad, lo que induce nuevas emociones positivas. Es la conducta en cascada, infinita, imparable…, con consecuencias tremendas para el individuo, pero hay que empezar, iniciar esas emociones, esos sentimientos, esos pensamientos…; para que vengan implícitos y en cadena.
El humor y la risa parecen, sin duda, la vía más directa. Sin embargo, en los momentos difíciles resulta mucho más fácil decirlo que hacerlo.
La propia doctora en uno de sus artículos dice y cierro esta reflexión con sus palabras: “Mi consejo es buscar la felicidad en todas las situaciones de la vida y en las cosas sencillas. Quien quiera descubrir lo bueno de un mundo complejo y, en parte, represivo, tendrá que acudir a sus propias fuerzas y a las de quienes le rodean. Nuestro mayor aliado en la senda para la maduración y la fortaleza interiores es la conciencia”.
Las emociones positivas fortalecen el cuerpo y el espíritu y nos preparan para las épocas de crisis. No lo eche en saco roto, y active en momentos de “bonanza y tranquilidad doméstica” sus emociones positivas, su humor, su risa, su disfrutar de las pequeñas cosas, las cuales le prepararán de manera más efectiva para abordar los momentos más difíciles.