El consumo de drogas no es un juego, a pesar de que por desgracia se esté expandiendo su uso y cada vez en personas más jóvenes, para quienes realmente puede ser un juego. Uno de los asuntos más preocupantes es la tendencia a normalizar su consumo dentro de los núcleos juveniles (cuadrillas, reuniones de jóvenes), sin considerar ni por un momento el riesgo que este hábito trae consigo.
Una buena explicación para que esto se esté dando radica en la desinformación. No es raro que un consumidor de sustancias psicoestimulantes (drogas) no considere tener ningún problema siempre y cuando no incurra en lo que para él o ella sería un abuso de la sustancia. Es decir, que tanto para los consumidores de estas sustancias como para los no consumidores parece que el riesgo sólo radica en la posibilidad de caer en una adicción. Sin embargo, esto no corresponde a la realidad que observamos los clínicos de la salud mental.
La adicción es sólo unos de los riesgos que se corre al iniciarse en el consumo de drogas psicoestimulantes. Por desgracia el abanico de desenlaces negativos es algo más amplio que sólo eso.
En la busqueda del placer
El ser humano responde a un sin número de estímulos de forma instintiva: el hambre, la sed, el amor… y otro de ellos y que tiene un papel fundamental en la conservación de la especie y la vida saludable es el placer. Una vez que un estímulo nos ha generado placer, la respuesta natural es buscar repetir la sensación. Éste sería el principio básico del mecanismo de la adicción, que para el caso de las sustancias psicoactivas, con un consumo repetido van consiguiendo incluso modificaciones a nivel del funcionamiento de ciertos sistemas cerebrales con las que se consigue que cada vez que el cerebro sea más ávido de placer por la vía del consumo de sustancias y cada vez menos receptivo para otros estímulos potencialmente placenteros. Por este motivo para una persona que adquiere el hábito y posteriormente una adicción a una sustancia empieza a ser difícil obtener placer de otras fuentes que no sean las sustancias en cuestión. El cerebro ha cambiado. Se va perdiendo entonces el interés por las actividades escolares, las reuniones familiares, los amigos, el deporte…todo aquello que no signifique una fuente de placer inmediato y sin mucho esfuerzo.
Por suerte esto es reversible. No resultará fácil reentrenar al cerebro para recibir y disfrutar de otros estímulos placenteros, pero es posible. A este punto solo se puede llegar empezando con consumos en algún momento de la vida, por lo que la mejor manera de evitar llegar al punto de la adicción es evitar que nuestro cerebro tenga contacto con este tipo de sustancias.
El juego de la ruleta
Que una persona puede hacerse adicta a una sustancia digamos que es algo que todos sabemos. Pero sabíamos que las sustancias psicoactivas también pueden despertar o generar una enfermedad mental grave y/o crónica.
La esquizofrenia y el abanico de enfermedades relacionadas con ésta, el trastorno bipolar, la depresión, son algunas de las enfermedades más graves e incapacitantes que enfrentamos los profesionales de la salud mental. Su causa no está aún claramente identificada. Se conocen varios factores que pueden estar relacionados, y uno de los factores que más relación directa se ha identificado es el consumo de tóxicos. Otros son la vulnerabilidad genética (estar genéticamente predispuesto), los antecedentes familiares, traumas en la infancia, etc.
Un tóxico o droga puede o bien despertar la vulnerabilidad que una persona de por sí ya tiene inscrita en su código genético o bien producir directamente una de estas enfermedades mentales. El hecho de que podamos estar genéticamente predispuestos a sufrir una enfermedad mental no implica que la vayamos a sufrir sí o sí, significa que es una posibilidad. Pero si una cierta posibilidad, desconocida porque no conocemos lo que hay en nuestro código genético, la aumentamos con un factor claramente identificado como riesgoso, la posibilidad se hace evidentemente mayor. Por este motivo, el consumo de tóxicos también se convierte en juego de azar, porque no sabemos nuestra predisposición a sufrir una enfermedad mental grave, y entrar en contacto con el consumo de tóxicos podría hacer que la sufriéramos de forma transitoria o de forma permanente.
Las enfermedades mentales graves pueden ser muy deteriorantes y discapacitantes para el cerebro humano. No son un juego.
En el caso del cannabis (marihuana-hachís) la relación con desarrollo de esquizofrenia está más que evidenciada dentro de los servicios de salud mental. Casi que podríamos decir que es de las sustancias con mayor relación observable. Le sigue el consumo de anfetaminas y cocaína, dentro de las sustancias psicoactivas más consumidas en la población joven, fuera del consumo de alcohol, que es otro problema añadido para mucho de nuestros jóvenes.
Así mismo existe la tendencia del joven consumidor de sustancias psicoactivas a tornarse más agresivo, intransigente, impulsivo, intolerante, principalmente dentro del núcleo familiar. Esto le aísla, y le vincula cada vez más al entorno del consumo, porque allí no hay exigencias ni límites.
Y entonces, ¿qué hacer?
No todo son malas noticias. Hay mucho que se puede hacer, pero requiere antes que todo una gran concienciación. Abandonar la normalización, y minimización, y afrontarlo como lo que es, un grave problema para la salud actual y futura de los jóvenes afectados. Esto sin considerar la afectación que genera en el núcleo familiar y social cercano.
El peor enemigo de la salud mental y de los hábitos saludables es una mente aburrida. Una mente aburrida, sin nada que hacer, puede caer en una distracción fácil, como lo es el consumo de estimulantes. Las mentes y los cuerpos de nuestros jóvenes hay que estimularlas desde la primera infancia.
Fomentar las actividades deportivas, recreativas, artísticas, sus capacidades creativas…, es decir, que sea una mente entrenada para buscar estímulos en su entorno. Y esto ha de intentarse mantenerlo durante las edades posteriores a la niñez, fomentando actividades fuera o dentro de casa pero sobre todo que estimulen.
El deporte y las actividades artísticas las recomendamos principalmente para que los chicos se envuelvan en un entorno de estímulos placenteros saludables y enriquecedores.
Conversaciones abiertas y claras. No hablar de un tema por miedo a darle importancia, puede ser interpretado como que no se considera importante. Perder el miedo a hablar claro con nuestros hijos, hablar de los riesgos, de las consecuencias potenciales, y comunicar nuestra posición al respecto como familia y como las cabezas del núcleo familiar.
Por desgracia, en ocasiones no cabe desplegar medidas preventivas, ya que hay muchos casos de consumo de droga claro dentro de nuestros jóvenes. En estos casos hay que actuar con rapidez y acudir a los recursos que se ofrecen desde los servicios de salud.
En primer lugar el médico de atención primaria que es quien mejor nos va a orientar y aconsejar, en caso de que lo considere adecuado, sobre cuál es la vía de actuación más indicada para el caso en particular.