Es muy conveniente que los padres consulten al pediatra cuando el niño no se siente bien y presenta síntomas que ponen en evidencia alguna enfermedad que afecta su rendimiento escolar. Esto tampoco significa que toda enfermedad contraída por los niños sea una emergencia médica.A grandes rasgos, las infecciones ocasionadas por virus son la causa más común de absentismo escolar,debido a varios factores: se contagian con facilidad, están muy extendidas y los pequeños todavía no cuentan con las defensas necesarias para hacerles frente,en especial los niños por debajo de 3 años que acuden a las Escuelas infantiles. La gran mayoría son fáciles de erradicar y sólo necesitan reposo y algunos medicamentos para disminuir los síntomas.
Como regla general, se estima que un niño con dolor importante de cualquier origen, fiebre (38º o más de temperatura), dificultad respiratoria, decaimiento marcado, diarrea, vómito o crisis debido a una enfermedad crónica (asma o diabetes, entre ellas), no debe asistir a la escuela; en cambio, cuando presenta dolor de garganta y tos moderadas, o leve secreción nasal sin aumento de temperatura, puede asistir a clases sin mayor dificultad. Un niño no debe permanecer en casa por “parecer enfermo”, “presentar mal color”, “tener ojeras” o “estar fatigado”, sobre todo si no hay otros síntomas evidentes ni diagnóstico certero del pediatra.
Entre las causas justificadas para ausentarse, están por una parte las propias circunstancias del niño y por otra la repercusión que su asistencia, si está enfermo, puede tener para sus compañeros.
Circunstancias del niño
En el primer caso, el niño no debe ir a clase si tiene:
Fiebre de origen desconocido, cuya causa no se ha determinado o que aún habiéndose determinado y esté recibiendo tratamiento, la fiebre continúe alta y no haya remitido.
Dolor abdominal agudo con vómitos y/o diarrea, hasta que no haya tolerado líquidos y haya comenzado con dieta adecuada, con buena respuesta.
Si presenta una crisis asmática que no responde bien a la medicación o que no haya sido tratada previamente por ser el primer episodio. Si se trata de un niño con diabetes insulinodependiente que sufre alguna complicación o no está bien controlada.
Si por haber sufrido un traumatismo craneoencefálico de suficiente intensidad o una pérdida de conciencia o mareos de causa desconocida, el pediatra aconseja que esté en observación 24-48 horas.
Si ha sufrido una lesión articular u ósea por accidente que le impida la movilización sin haber sido revisado previamente en la consulta del pediatra o en Urgencias.
Repercusión para los compañeros
En el segundo caso, por la repercusión que puede tener para sus compañeros, un niño no debe acudir a clase si presenta:
Enfermedades infectocontagiosas: Hasta que pase el periodo de aislamiento recomendado por el pediatra para evitar el contagio a otros y el estado de salud del niño lo aconseje. (Sarampión. Rubéola, Paperas: Hoy han dejado de ser un problema de salud para nuestros niños debido a la amplia cobertura vacunal alcanzada). Destacamos entre otras las siguientes:
nariz y garganta, con estornudos, escalofríos, malestar general, dolor de cabeza y flujo nasal. Requiere reposo y el niño puede regresar a clases trás 24 horas sin fiebre y con mejoría de los síntomas. El tiempo de aislamiento puede variar de 2 a 4 días aproximadamente, pudiendo ser más prolongado en caso de no observar alivio.
Varicela. Se manifiesta con mucho picor a causa de granitos en la piel que se transforman en vesículas con líquido, que al secarse dan paso a costras. Es muy contagiosa, por lo que se recomienda que el niño descanse en casa durante seis días o hasta que todas las lesiones se encuentren en período de costra.
Conjuntivitis. La infección de la conjuntiva se identifica mediante enrojecimiento del globo ocular y lagrimeo constante; puede ser ocasionada por virus y por bacterias, y puede requerir antibióticos en forma de gotas oftálmicas. Se aconsejan aislar al pequeño durante 1 o 2 días para no contagiar a sus compañeros. En caso de aparecer algún caso de Meningitis meningocócica B o Hepatitis A, enfermedades para las que o no hay vacuna o la cobertura vacunal es muy baja, será el Instituto de Salud Pública y los pediatras quienes colaboren en marcar las pautas de prevención para que no aparezcan nuevos casos en el aula.
Pediculosis. La infestación por piojos, puede contagiarse con facilidad, por lo que el niño debe reincorporarse a clases después de que el tratamiento haya eliminado a estos insectos y sus jebecillos (liendres).
Es deber de los padres hacer comprender a sus hijos, según van creciendo, que no deben faltar a la escuela sin causa justificada y que entiendan su derecho a recibir la mejor educación.
Así como informar a los profesores toda vez que se determine que el niño no podrá asistir a la escuela.
Fobia escolar
Mención aparte merece este problema de conducta en donde el niño busca permanecer en casa debido a que experimenta angustia por separarse de su familia, y encubre su ansiedad a través de todo tipo de achaques o síntomas físicos vagos, tales como dolor de estómago o de cabeza, náuseas, fatiga o mareo. Ello se debe a que los padres (en especial la madre) son exageradamente protectores y cariñosos, por lo que su hijo encuentra difícil separarse de ellos. Se presenta principalmente en la mañana y empeora cuando es hora de ir a la escuela. Por lo demás, el chico parece estar sano y vigoroso, es buen estudiante y tiene buena conducta en la escuela. La mejor terapia ante fobia escolar consiste en ir diariamente a la escuela, ya que el niño sólo puede superar el temor enfrentándolo cuanto antes, en general el problema mejorará en forma notable en 1 o 2 semanas. Ahora bien, cabe señalar que hay casos en que el niño se muestra socialmente desenvuelto y no tiene dificultad alguna para separarse de sus padres, pero cuando inicia el trayecto a la escuela comienza a presentar molestias. En estos casos, los síntomas fingidos se deben a que el niño trata de evadir las exigencias del mismo colegio (algún maestro autoritario, por ejemplo), amenazas de algún compañero violento. Los padres deben estar muy atentos y ser comprensivos en estas circunstancias y hablar con el niño. Una vez que descubran el origen de los problemas pueden recurrir a maestros y directivos de la escuela en busca de una solución.
En caso de que el temor del niño no desaparezca y de que las soluciones emprendidas no ofrezcan resultados, se recomienda que el menor acuda a un especialista (psicólogo infantil o paidopsiquiatra). Es muy importante que el problema del pequeño no sea ignorado y que reciba adecuada atención.