Como dice una conocidísima canción: «el verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno» y ya tenemos de nuevo el frío con nosotros. Para ser sinceros del todo, el frío no abandona nunca a los dientes y su entorno, pues cuando no se trata del frío ambiental o meteorológico, es el frío artificial, en bebidas y comidas que utilizamos para mitigar los calores veraniegos, el que produce un ambiente gélido en nuestra boca.
¿Afecta el frío a la boca? Evidentemente, sí. ¿Y se puede hacer algo? Pues también, y lo mejor, como en todo, es la prevención.
Pero vamos a intentar explicarlo desde el principio. En la boca están los dientes, desde los incisivos hasta los molares. Los dientes son muy sensibles, una parte importante de su interior (como se puede ver en la foto 1, que es un diente cortado a lo largo) es la pulpa dentaria, uno de cuyos principales componentes es tejido nervioso, que conlleva la extremada sensibilidad y el exquisito dolor que puede originarse en los mismos.
Como se puede ver en la misma foto, un diente sano tiene una determinada estructura (pulpa, dentina y esmalte o cemento), que aísla el interior del mismo, la pulpa separa «el nervio» del exterior, en este caso del ambiente frío. Y estos dientes, además, están asentados en el hueso y recubiertos por la encía hasta un nivel; y también estas estructuras ayudan a aislar el diente del exterior.
Por lo tanto, cualquier enfermedad o patología que elimine, destruya o minimice los aislantes de la pulpa, que son todo el espesor natural del diente y el recubrimiento externo (el hueso y la encía), puede hacer que el frío se note en demasía, ocasionando lo que se conoce como hipersensibilidad dental, es decir, una sensibilidad más allá de lo normal.
Desde una cavidad cariosa (foto 2) que destruye el tejido dentario; pasando por una atrición dental (foto 3) que desgasta la capa externa del diente (esmalte) y deja al descubierto una capa interna (dentina); o la abrasión en los cuellos dentales (foto 4) que también desgasta las capas externas (esmalte y cemento) y exterioriza la interna (dentina); hasta una recesión gingival (foto 5) que hace que el diente pierda la protección de la encía (y muchas veces el hueso), y que por decirlo en un símil, el diente esté más «desnudo» y tenga más frío.
Entonces, ¿cómo hemos de cuidar nuestra boca de cara al frío? Pues como se puede deducir de lo anteriormente expuesto, la mejor manera es mantener una boca sana, intentado prevenir la enfermedad cariosa y la enfermedad periodontal, así como el desgaste excesivo e innecesario de los dientes.
La caries es una enfermedad oral que se manifiesta en los dientes y para prevenirla lo mejor es hacer una alimentación correcta, sin excesivos azúcares refinados, realizar una higiene oral adecuada (cepillando los dientes por completo, con una técnica correcta, tres veces al día, después de cada comida), utilizar un dentífrico fluorado (con la dosis de flúor adecuada a la edad de cada persona) e incluso llegar a sellar los dientes que pueden ser más proclives a sufrir esta enfermedad.
Las enfermedades periodontales afectan los tejidos que rodean al diente (hueso y encía) y la forma idónea de prevenirlas es realizar cotidianamente una higiene oral lo más estricta y correcta posible, que elimine completamente todas las bacterias que en contacto con el diente y la encía son esenciales para que se produzcan estas patologías.
El bruxismo, el apretamiento o el rechinamiento dentario producen un excesivo contacto dentario, que conlleva (aparte de otros problemas) un desgaste del esmalte (capa externa del diente) y que hace que la dentina (capa interna del diente) quede al exterior, sin la protección adamantina.
Una técnica incorrecta de cepillado puede ser una causa de desgaste del diente en la zona del cuello dentario, ocasionando la desaparición del esmalte y/o del cemento (capas externas del diente) y aflorando a la cavidad oral la dentina (capa interna).
¡Cómo no!, visitar periódicamente al dentista para que revise la salud de nuestra boca y nos dé los consejos adecuados para prevenir estas alteraciones es una buena y preventiva actitud.
Y si alguna de estas enfermedades ya está presente, ya hay molestias producidas por el frío, lo mejor es acudir directamente a un dentista para que ponga el mejor remedio posible. Para ello existen múltiples tratamientos, desde obturaciones para cavidades cariosas hasta tratamientos específicos para la hipersensibilidad dental.
En resumen, y como dice el refrán: «Más vale prevenir que curar» y conseguir, en definitiva, que el frío no deje huella en nuestra boca.