Curanderos charlatanes


Javier Álvarez Caperochipi . Cirujano y escritor Autor del libro “Curanderismo y Medicina Popular en el entorno de Navarra”

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Entre las múltiples variedades de curanderos que han circulado por este planeta, vamos a destacar hoy a los charlatanes; personas que se dedicaban a la venta ambulante y que anunciaban a voces y a bombo y platillo, sus productos y habilidades.

Los sacamuelas fueron uno de los gremios más “disfrutados” por aldeas y vecindarios; desde el centro de las plazas, pregonaban su facilidad para extraer las muelas enfermas o sanas y presumían de hacerlo, sin apenas provocar ningún dolor; a los unos por que estaban compinchados y portaban con disimulo una muela ajena en la boca, a los otros por que eran remunerados por ocultar su dolor y los terceros, los más numerosos, padecían el calvario de una extracción muy dolorosa, al tiempo que sus gritos eran disimulados por músicas y tambores, interpretados por el entorno del sacamuelas.

En “Historias de Pamplona” de Ayestarán se cuenta la vida de un charlatán, que al principio de su actuación sacaba una muela a un supuesto paciente, para a continuación, vender pasta de dientes a la concurrencia. También nos contaron historias del “dientista de Aranaz”, amigo del “chistulero” del pueblo, el que hacía los silbos; un día decidieron cambiar los oficios y el “chistulero” se puso a sacar muelas y nadie notó la diferencia.

En la antigüedad, cuando no había ni televisiones ni radios ni maneras de hacer publicidad, eran los temas de la salud, los preferidos por los charlatanes. Vendían productos siempre bendecidos por divinidades, que alargan la vida de las personas y otros más comunes: para evitar la caída del cabello, para los males del estómago, para purificar orines o para las almorranas…

“Cúralo todo”

Iban de pueblo en pueblo, con algún cómplice al que habían “salvado” de una muerte segura y que vivía gracias a sus productos… Se detenían poco tiempo en los lugares de venta, el justo para que las gentes no se dieran cuenta de los engaños y para evitar reclamaciones… Volvían un año después con otros prodigios. La procedencia de sus carreras era desconocida, aunque con frecuencia se titulaban doctores milagro o médicos de países lejanos. De gran éxito comercial y económico fue la venta durante mucho tiempo, de un brebaje prodigioso titulado “cúralo todo”, una panacea universal que supuestamente servía para curar todas las enfermedades de la raza humana; las gentes se pegaban para adquirirlo y los charlatanes acababan con todas sus existencias. El componente fundamental de estas medicinas, era el agua, bendecida, magnetizada o reposada, a la que añadían galletas desmenuzadas y papelillos de fumar. De año en año, cambiaban el sabor y composición del “cúralo todo”; podían añadir hierbas, raíces de plantas y alcohol y mejoraban también el espectáculo de la venta, con indios aborígenes, que delante del público, simulaban peleas entre ellos, por las botellas sanadoras.

Los polvos del cuerno de unicornio

En realidad, no necesitaban vender ningún medicamento prodigioso, en su verborrea cualquiera lo era. Se aprovechaban de la fama coyuntural de algún producto, para afirmar y vender como verdadero, cualquier mezcolanza que traían de sus casas. Quizás uno de los primeros productos suplantados para recuperar la salud, fueron los “polvos de la condesa de Chinchón”, que habían traído los jesuitas de América; eran polvos de la corteza de un árbol del Perú, la quina, que servía para bajar la fiebre de la malaria y el paludismo, y efectivamente, la condesa de Chinchón, esposa del Virrey de España había salvado milagrosamente la vida, gracias a esos polvos. Era un producto muy caro, al que solo podían acceder algunos privilegiados y se utilizaba para bajar todas las fiebres. Enseguida los charlatanes lo suplantaron y vendieron sucedáneos, anunciándose pomposamente por los pueblos como fiebrólogos.

Los polvos del cuerno de unicornio (una especie de caballo blanco mitológico con un cuerno en la frente), adquirieron una fama inusitada, para mejorar las prestaciones amatorias. Eran escasos y muy caros ¡escasos tenían que ser! porque el animal nunca existió.

En las más afamadas boticas, siempre había un tarro con dichos polvos, más por adorno que por otra cosa. Los charlatanes hicieron suculentos negocios, vendiendo como polvos afrodisíacos, los que encontraban en cualquier rincón.

Para el mal de amores, el espanto…

Las cajas felino-musicales, fueron uno de los primeros remedios, que se vendieron en ferias, contra la melancolía, el alunamiento, el mal de amores y el espanto. Se trataba de una caja grande, por donde asomaban la cabeza, media docena de gatos; las colas de los mismos estaban sujetas a una especie de percusores. Desde fuera, como si fueran las teclas de un piano, se podían golpear las colas, y los maullidos de los gatos, proporcionaban una serie de sonidos que supuestamente aliviaban esas enfermedades.

Los remedios para la calvicie, han figurado siempre en primera línea de sus representaciones teatrales. Un vendedor de dichas pociones, avisaba al auditorio, del cuidado que había que tener, de que no cayera ni una gota fuera de la cabeza y del cuero cabelludo; se culpaba de no haberlo advertido suficientemente y de que una persona, a la que le había caído en la nariz, había tenido que hacerse una trenza con el pelo que le había brotado desde ese lugar ya que le impedía hasta la visión.

Cuentan del famoso Cardenal Richelieu, que en el lecho de muerte, se acordó de las proclamas de una famosa charlatana, que curaba todos los males, con una mezcla de vino blanco a la que añadía excrementos de caballo. Una de las últimas voluntades del cardenal, fue solicitar que le administraran la pócima. Suponemos, que ya no tuvieron ninguna opción de volverlo a medicar nunca más.

No menos famosas, fueron recientemente, las ventas de mantas que daban calor en invierno y frío en verano, y que además curaban artritis y psoriasis, gracias a que estaban impregnadas de un recubrimiento magnético, diseñado por científicos de la NASA.

Quizás sea este el momento de rendir un tributo de admiración, al mas grande de los charlatanes, a León Salvador, del que se decía, que era, “mas feo que un pecado” y que a mediados del siglo XX se paseó por todo el país vendiendo, cuchillas de afeitar, pitilleras y relojes.

Olvidemos, para finalizar, la faceta simpática y anecdótica de los charlatanes, y pongámonos en guardia, porque muchos fueron crueles y sin escrúpulos y se aprovecharon de la desesperación de las gentes y del dinero de los incautos. Desafortunadamente crearon escuela y en la actualidad siguen presentes y se les puede reconocer.

Los charlatanes modernos, son más cultos, de aire seudo-científico, ya no hablan desde el centro de las plazas, pero alguno ha llegado a tener un espacio en la televisión. No es infrecuente constatar, que ciertos programas de radio de buena audiencia, están patrocinados por medicinas poco eficaces, al menos, para las virtudes que pregonan, como para: la memoria, la vista cansada las arrugas, calvicie, energía viril, longevidad. Añadamos también, que la coca-cola, fue creada por un farmacéutico americano, tratando de imitar y ocupar el espacio dejado por los brebajes antiguos “cúralo todo”… Y no queremos meternos en más consideraciones, acerca de cuentos cuánticos, energías cósmicas y otras fantasías…La charlatanería es intemporal y aunque suene un poco fuerte, creemos que existe cierta similitud entre el pasado y el presente.