Hasta hace 100 años, nuestra lucha diaria era fundamentalmente contra los agentes biológicos: plagas, infecciones y enfermedades que hoy están casi controladas, gracias en gran parte a la higiene y prevención (que no por los antibióticos).
Actualmente, nos hemos desconectado de la naturaleza, vivimos en una burbuja de cristal y con un consumo de bienes y de energía absolutamente desproporcionados (saqueo de recursos, o huella ecológica).
Esto conlleva una serie de consecuencias medioambientales que, desgraciadamente, pagarán más nuestros hijos que nosotros. Buena herencia les estamos dejando. Sufrimos “patologías del bienestar”, derivadas de nuestra laxitud, de nuestro desinterés y desidia. La simple observación, lo que la sabiduría ancestral denomina “ójo clínico” (no trate de computerizar informáticamente este término) me indica que tenemos unas medidas a nuestro alcance, fáciles y agradecidas, para disminuir nuestros sufrimientos. Recuerde también que “el dolor es obligatorio, el sufrimiento opcional “ (Buda). Un enfermo es aquel que sufre o hace sufrir (Mira i López).
Más salud y más felicidad
Líbreme Dios de darle una receta universal. No tengo sus respuestas, a duras penas las mías. Pero si quiere un consejo (bueno, tres) creo que le mejorarán mucho. Es fácil y difícil, depende de las ganas con que se aplique. Si lo hace contento será fácil, si a disgusto, difícil. Suerte.
1º. Coma menos. Los alimentos deben ser lo más tradicionales, naturales y ecológicos posibles. La sensación de saciedad debe ser una rara excepción. Viva con austeridad, excepto de alegría y generosidad. Es una paradoja importante, pero en tiempos de abundancia debemos ser comedidos. Consumir no le hará más feliz: lo que posees, te posee. Reduzca mucho alimentos de origen animal. Coma poco y sano.
2º. Haga ejercicio. Es imprescindible un mínimo de esfuerzo, en las tareas cotidianas o actividades deportivas. Debemos llegar al sueño reparador con moderada sensación de cansancio. No evite el trabajo físico, acéptelo con alegría y cariño hacia los que le rodean.
3º. Cultive el positivismo. Desenvuélvase en un marco de crecimiento emocional, tanto suyo como de quienes le rodean. La Religión, la creencia en Dios, con sus defectos, es con mucho, una de las mejores bases, pero
tendrá que desarrollar sus propias creencias, basadas incondicionalmente en el Amor, y creérselas, claro. “Venimos del Amor, y vamos hacia el Amor” (Hellinguer). Dios es Amor (Jesús y muchos más).
Mientras tanto, haga algo bueno y bonito desinteresadamente. No dé dinero a los pobres, suscríbase a alguna ONG o entidad caritativa y done una cantidad fija y regular por pequeña que sea. Preocúpese por una causa solidaria, humanitaria o medioambiental, la que más le guste, e implíquese activamente. Entréguese. Dando se recibe mucho.
Y siempre recuerde: La boca es uno de nuestros medios de relación más importantes. A través de ella, recibimos potentísimos estímulos y emitimos una enorme información, que los demás perciben. Una boca sana, natural y bonita, es una persona simpática y agradable. Y lo mejor, cuesta muy poco.