Con la llegada del buen tiempo dejamos atrás los catarros, resfriados y demás afecciones respiratorias. Sin embargo, aparecen otras enfermedades infecciosas más acordes con la época del año como son las gastroenteritis.
Al llegar el calor en muchas ocasiones comemos en espacios públicos como playas, el campo o la montaña. En ocasiones los alimentos no han guardado adecuadamente la cadena de frío, por la peor conservación no se encuentran en las mejores condiciones para el consumo o incluso debido al aumento de los viajes encontramos una mayor proporción de la diarrea del viajero. Por estas y otras razones aunque no son exclusivas de esta época del año, sí que nos encontramos una mayor frecuencia de procesos gastrointestinales en los meses calurosos.
¿Cómo se producen?
Las gastroenteritis están causadas básica-mente por la inflamación que producen diferentes agentes sobre el epitelio que recubre nuestro tubo digestivo, ocasionando diferentes síntomas o signos responsables del cuadro clínico. Los síntomas más frecuentes son: dolor abdominal, náuseas y vómitos, así como fiebre o diarrea. Las causas que las producen son diversas: infecciosas, enfermedades inflamatorias del intestino, ciertos fármacos o productos dietéticos o incluso secundarios a cambios emocionales como el estrés o la ansiedad. En esta revisión dado el amplio abanico de problemas digestivos que podemos encontrar de diversa etiología y complejidad, nos vamos a centrar fundamentalmente en el mecanismo más frecuente como es la gastroenteritis infecciosa. En concreto, las diarreas agudas de causa infecciosa.
¿Qué es la diarrea aguda?
La diarrea aguda se define como el aumento del número de deposiciones a tres episodios o más al día, acompañado de un cambio en la consistencia de las heces (blandas o líquidas). Estos cambios se producen debido a la eliminación aumentada de electrolitos y agua secundaria al daño que los microorganismos producen a lo largo del intestino. Dentro de las diferentes etiologías que pueden producirlas la más frecuente es la infecciosa. Se clasifican como:
• Agudas: Duración menor a cuatro semanas.
• Subagudas: desde las cuatro semanas hasta las doce.
• Crónicas: duración mayor de doce semanas.
Constituyen una de las principales causas de morbilidad a nivel mundial y de mortalidad importante en países en vías de desarrollo, afectando de manera más grave en la infancia y la senectud, así como a las personas inmunodeprimidas.
Formas de presentación de la diarrea aguda
Los distintos mecanismos de producción de las diarreas agudas nos permiten clasificarlas fundamentalmente en dos grandes grupos:
• Diarrea acuosa: La forma más prevalente. Se daña el intestino delgado y se caracteriza por deposiciones de gran volumen acompañadas de hinchazón abdominal y aumento de ventoseo. Por lo general están producidas en su mayoría por virus, bacterias poco invasivas o por toxinas bacterianas. Por lo que no se suelen asociar a la aparición de fiebre y rara vez se acompañan de sangre o moco en las deposiciones. En este caso el periodo desde inicio de la infección y la aparición de los síntomas suele ser por lo general corto (horas). La gran mayoría se autolimitan en pocos días.
• Diarrea invasiva: La inflamación se produce en la porción final del intestino delgado, conocida como íleon terminal y el colon. En esta ocasión podemos encontrar destrucción del epitelio celular e incluso formación de úlceras que van a ser responsables de las características mucosas y hemorragicas. De esta manera, se puede producir fiebre, acompañada por dolor abdominal de características cólicas, así como deposiciones menos voluminosas, más frecuentes y en la mayoría de las ocasiones acompañadas de restos de sangre o moco. En este caso, los principales responsables son las bacterias en su mayoría más agresivas y en menor proporción virus y esporádicamente parásitos. Debido al daño de la mucosa intestinal los síntomas suelen presentar un tiempo más prolongado.
¿Cómo se diagnóstica la diarrea aguda?
En la mayoría de las ocasiones los síntomas, la forma de presentación, así como la evolución es tan clara que es suficiente para el diagnóstico. Es preciso realizar una buena historia clínica y clasificar a los pacientes según el riesgo de mala evolución, de cara a realizar más o menos estudios complementarios. Investigaremos fundamentalmente:
• Presencia de convivientes u otros comensales con sintomatología semejante.
• Estado y tipo de los alimentos consumidos recientemente.
• Consumo de antibióticos u otros productos en los últimos días.
• Viajes recientes.
• Aspectos de la gravedad de la sintomatología o en la exploración.
• Enfermedades o afecciones de la persona que pueden comprometes su evolución.
En aquellos casos con sospecha de gérmenes invasivos o con afectación a otros niveles, cuadros graves o prolongados requerirán realización de una analítica de sangre y toma de muestra de heces para determinación microbiológica o identificación de toxinas.
¿Cómo se trata la diarrea aguda infecciosa?
Con respecto al tratamiento, son las características diferenciales que hemos comentado previamente las que van marcarlo.
En las diarreas acuosas al tratarse de gérmenes menos invasivos, en la mayoría de los casos se produce la curación en pocos días. Por lo que mantener una adecuada hidratación que permita mantener ingesta suele ser suficiente. Las medidas básicas son:
• Hidratación. Siempre que sea posible por vía oral con agua, zumos, infusiones o soluciones comerciales.
• Si no existen náuseas o vómitos se debe mantener la ingesta de alimentos según tolerancia o reintroducirlos lo antes posible.
• Se recomienda evitar los primeros días los productos lácteos, salvo el yogurt. Así como comidas muy ricas en grasas.
• Las dietas deben basarse en productos fundamentalmente cocinados al vapor o la plancha que eviten digestiones pesadas, para ir reintroduciendo progresivamente la dieta habitual.
Sin embargo, en las diarreas invasivas en ocasiones no es suficiente con mantener una buena hidratación y medidas dietéticas, por lo que se plantean otros tratamientos:
• Antibióticos: Resultan útiles en algunos casos de diarreas bacterianas para disminuir los síntomas. Por el contrario, pueden seleccionar gérmenes resistentes, aumentar el riesgo de infecciones por otros gérmenes o provocar efectos adversos. Por lo que, se debe utilizar únicamente en enfermedad grave o con factores de riesgo. Fundamentalmente cuando se requieren hospitalización, menores de 2 años o mayores de 70 años, inmunodeprimidos y con patología cardiaca o valvular.
• Fármacos antimotilidad: Se utilizan para disminuir el volumen y número de las deposiciones. Pero en la diarrea infecciosa invasiva pueden favorecer la gravedad y su prolongación por lo que no se aconsejan.
• Probióticos: los estudios que hay publicados en la actualidad no muestran datos homogéneos en su beneficio. Aunque no se han asocian a eventos graves. Por lo que, podrían usarse en pacientes con diarreas sin realizar una recomendación universal. Destacar que habría que tener precaución en pacientes inmunodeprimidos.
AUTORES
Dra. María Jesús Igúzquiza Pellejero, Dra. Adriana Ger Buil y Dra. Susana Clemos Matamoros. FEA Medicina Interna. Hospital Reina Sofía. Tudela.
Dra. Tina Herrero Jordan. FEA Neumología. Hospital Reina Sofía. Tudela