La enfermedad inflamatoria intestinal es un término con el que se engloban una serie de enfermedades crónicas inflamatorias del tracto digestivo. La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son los dos principales tipos.
La astenia es un síntoma muy frecuente y limitante asociado a estos trastornos que muchas veces puede pasar por alto en la consulta. Su manejo puede verse dificultado por el componente subjetivo y multifactorial que presenta.
Se ha demostrado que ciertos aspectos dietéticos como una dieta baja en polioles, monosacáridos, monosacáridos, y disacáridos fermentables (FODMAPs por sus siglas en inglés) y una actividad física leve-moderada dentro de la capacidad funcional de cada paciente podrían jugar un papel importante en el control de los síntomas gastrointestinales leves persistentes, y modular la percepción de la fatiga en estos pacientes, mejorando también la calidad de vida, todo esto como tratamiento coadyuvante al tratamiento farmacológico.
La práctica de ejercicio físico se presenta como una opción clave a adoptar como tratamiento complementario, así como desencadenante positivo para gestionar el estrés individual que provoca la enfermedad en sus fases agudas; además, se estima que un 35% de los pacientes con EII experimentan síntomas gastrointestinales a pesar de estar en fase quiescente de la enfermedad o con mínima evidencia de actividad de la enfermedad. La etiología de estos síntomas en la EII quiescente no está clara pero es posible que se superpongan y coexistan con un síndrome de intestino irritable (SII), la inflamación previa del tubo digestivo, inflamación leve persistente o factores psicológicos. Estos síntomas persistentes tienen un importante impacto en la calidad de vida de los pacientes y presentan un dilema en el tratamiento, puesto que escalar el tratamiento a fármacos inmunomoduladores se ha comprobado que no es efectivo.
Los carbohidratos fermentables aumentan el contenido de agua en el intestino delgado debido a su potencial osmótico y el gas en colon debido a la fermentación por la microbiota. Se ha demostrado que los oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles (FODMAPs) pueden inducir síntomas gastrointestinales tanto en el SII como en la EII. Una restricción en la dieta de los FODMAPs, es posible que disminuya los síntomas gastrointestinales mediante la disminución del agua intraluminal y el gas en el colon, consiguiendo por tanto una disminución en la distensión luminal sobretodo en aquellos pacientes con hipersensibilidad visceral.
La dieta baja en FODMAPs podría producir una alteración de la microbiota intestinal resultando en una disminución de Bifidobacterias y de Faecalibacterium prausnitzii, cuya presencia se ha asociado con actividad de la enfermedad.
A lo anteriormente expuesto, hay que añadir que actualmente muchos de los pacientes con EII presentan sobrepeso o incluso obesidad, lo cual aumenta el riesgo de enfermedades metabólicas como diabetes mellitus y enfermedad hepática grasa no alcohólica. Pese a que algunos pacientes presentan caquexia, sobretodo aquellos con enfermedad avanzada, los estilos de vida actuales promueven más el sedentarismo y un alto consumo calórico, por lo que contribuyen al aumento de la obesidad y las complicaciones relacionadas con éstas en los pacientes con EII. Además, los niveles bajos de actividad física en pacientes con EII junto con la malabsorción de nutrientes y algunos tratamientos farmacológicos utilizados conllevan un aumento de la prevalencia de sarcopenia en estos pacientes (más del 60% en pacientes con Enfermedad de Crohn) independientemente del índice de masa corporal (IMC) y es un predictor de la necesidad de tratamiento quirúrgico tanto en pacientes con sobrepeso como aquellos que están por debajo del peso ideal.
Conclusión
Por tanto, el ejercicio físico y el entrenamiento como terapia adyuvante para la enfermedad inflamatoria intestinal se ha recomendado de manera regular debido a sus potenciales beneficios en la forma física, salud mental y factores relacionados con la enfermedad como la astenia, inflamación y mineralización ósea, además de los potenciales efectos beneficiosos de una dieta baja en FODMAPs ajustado a necesidades calóricas y nutricionales.