El uso de mochilas escolares es una actividad que forma parte de la vida diaria de la población infantil española. En ellas se transportan los objetos necesarios para el desarrollo de las tareas en las aulas (libros, cuadernos, carpetas, estuches), alimentos y bebidas para consumir en el recreo, útiles de aseo, así como utensilios variados y tal vez prescindibles durante el tiempo de permanencia en la escuela (videojuegos, otros juguetes, teléfonos móviles, tebeos, libros de lectura, etc.). Con todo, son los elementos relacionados con la actividad escolar los responsables máximos del peso de la mochila, que a menudo se considera excesivo por alumnos, padres y profesores.
La buscamos con el dibujo o color de moda pero, ¿nos preocupamos de que sea segura para la espalda de los niños? La mayoría de niños y adolescentes llevan a diario una carga superior a la recomendada y de una forma perjudicial para su salud. La mitad de los adolescentes y uno de cada 10 niños menores de 11 años sufren dolor de espalda y contracturas musculares. Las cifras no dejan lugar a dudas: el dolor se da en el 51 por ciento en los niños y el 69 en las niñas con edades entre los 13 y 15 años.
La preocupación actual por el peso de las mochilas se debe no solo al esfuerzo físico que necesitan realizar los niños para transportarlas, sino también a su posible relación con el dolor de espalda y con las alteraciones estáticas de la columna vertebral en el momento presente y en la edad adulta. Existen diversos estudios que tratan de establecer una cantidad de peso segura para que niños y adolescentes la lleven de forma habitual y que, según los autores, oscila entre el 10 y el 20% del peso corporal.
El dolor de espalda en los niños puede localizarse a nivel cervical, torácico o lumbar, en ocasiones irradia hacia los hombros y las nalgas y sólo en raras ocasiones se irradia hacia las extremidades. Su frecuencia aumenta con la edad: lo presentan un 10% de los niños de 10 años y su frecuencia aumenta hasta un 70% al final del crecimiento.
Las mochilas escolares
Numerosos trabajos han intentado relacionar el dolor de espalda en niños y adolescentes con el peso de las mochilas. Estudios transversales con gran número de alumnos han encontrado que los niños que transportan las mochilas escolares con un peso excesivo tienen entre un 1.6 y un 3.4 veces más de dolor de espalda que el resto.
Un problema es definir qué peso es excesivo. Haciendo una analogía con las normativas de salud laboral de diferentes países, podemos considerar que transportar más de un 10-15% del peso corporal puede ser perjudicial. Ello supone que un niño de 40 Kg. no debería transportar mochilas de peso superior a 4-6 Kg. Algunos países como Italia han puesto en marcha proyectos de ley para regular un peso de las mochilas no superior al 15% del peso corporal del niño. Un estudio realizado por nuestra unidad en el área de Barcelona demostró que el peso medio de las mochilas de escolares entre 12 y 14 años era de 8 Kg., claramente excesivo para este colectivo.
Existen, además numerosos factores que también influyen: tipo de mochila (ancho de las asas), capacidad física del niño, tiempo de traslado, forma de llevarla (un hombro o ambos, más alta o más baja), llevar otras bolsas (p. ej. de deporte)…
A pesar de todo lo dicho, ningún estudio científico ha conseguido demostrar una relación de causa entre el peso de las mochilas y el dolor de espalda en el niño desde el punto de vista de medicina basada en la evidencia.
En general, se recomienda llevar mochilas con el menor peso posible (a ser posible menos del 10% del peso corporal), con bandas anchas y acolchadas, colgadas en los dos hombros, cerca del cuerpo y ni muy altas ni muy bajas.
Los carritos escolares pueden ser una alternativa para no soportar tanta carga de peso en la columna. No obstante, presentan otros inconvenientes; se debería llevar la mochila con ruedas hacia adelante, y no arrastrándola porque el ángulo que forma es perjudicial para la muñeca de los niños, las salidas de los centros no están adaptadas, ni los bordillos, por los que le obliga a levantar el brazo con todo el peso; son más incómodos si el niño debe subir o bajar escaleras, producen una carga de tracción asimétrica en el tronco, y en general no son aceptados por los niños más mayores y adolescentes.
No existe, tampoco ningún trabajo científico que justifique recomendarlos.
La comunidad educativa y los editores de libros tienen un papel importante para adecuar el peso del material escolar al niño. «Lo ideal sería reducir el peso de la carga que transportan los niños en la mochila. Apostamos por la instalación de taquillas en los colegios o el fraccionamiento de cada libro de texto en diversos volúmenes, la utilización de libretas de tapas blandas para varias asignaturas o la instauración de la enseñanza en soportes electrónicos».
La adolescencia, una etapa saludable
Uno de los motivos de preocupación entre el colectivo médico consiste en que el dolor de espalda del niño y adolescente se relaciona claramente con el dolor de espalda en el adulto. Sin embargo, y a diferencia del adulto, la adolescencia se considera una etapa saludable desde la perspectiva músculo-esquelética y para la mayoría de los adolescentes el dolor de espalda es una experiencia normal de la vida.
La incidencia de estas dolencias aumenta a partir de los 10 años. Hace tiempo se pensaba que las dolencias de la espalda, que los médicos denominan “patologías mecánicas del raquis” eran muy raras entre los jóvenes. Sin embargo, hoy se sabe que no es así y que son frecuentes, en especial a partir de los 12 años.
Las causas de los dolores de espalda
En la gran mayoría de los casos (90%) no somos capaces de identificar una patología que provoque el dolor: hablamos de dolor inespecífico.
Dentro de este grupo numerosos estudios han encontrado relación entre el dolor de espalda y algunos factores, aunque sin poder establecer relaciones de causalidad: el sexo femenino, una edad cercana a la adolescencia, la existencia de antecedentes familiares, el padecimiento de otros dolores, el uso de mochilas o carteras con pesos superiores al 10% del propio peso del escolar, el tabaquismo, los hábitos posturales erróneos, la práctica de deportes de competición o muy intensos, el sedentarismo, estar un elevado número de horas sentado delante de la televisión, ordenador o videojuegos, así como una inadecuada ergonomía del mobiliario escolar o doméstico. Un ambiente familiar o escolar conflictivo o trastornos de depresión, ansiedad, tristeza o baja autoestima pueden cronificar del proceso.
En algunos casos sí encontramos patologías o enfermedades que producen el dolor: hablamos entonces de dolor específico u orgánico.
• La causa más frecuente en este grupo es la espondilolistesis, que consiste en un defecto de unión entre la parte anterior y la posterior de la última vértebra (aunque también puede asentar en otras vértebras).
Provoca un dolor de tipo mecánico, es decir, relacionado con la actividad física y mejora en reposo. En general precisa sólo tratamiento sintomático y sólo en muy raras ocasiones precisa cirugía para unir ambas partes de la vértebra.
• La segunda causa más frecuente de este grupo es la cifosis de Scheuermann, que consiste en un aumento de la curvatura anterior de la columna (cifosis), de características rígidas y que afecta generalmente a la región torácica.
Se produce por un trastorno en la osificación de las vértebras y el tratamiento depende del grado de curvatura: en casos leves se trata con fisioterapia de estiramiento y en casos más severos con corsés especiales; sólo casos muy severos pueden requerir una cirugía correctiva.
• Otras causas de dolor de espalda de tipo orgánico son las infecciones, los tumores, la hernia discal, la escoliosis, los trastornos reumáticos o los traumatismos. Su incidencia, sin embargo, es muy baja.
Acudir al pediatra
Ante un niño con dolor de espalda que se mantenga más de un día o que repita sin causa traumática conocida es recomendable que acuda al pediatra.
El médico valorará si se trata de un dolor inespecífico o si se padece un dolor de espalda orgánico y le orientará sobre el tratamiento.
En el caso de dolor inespecífico recomendamos evitar el reposo, intentar hacer una vida lo más normal posible y aliviar la clínica con medicación. En el caso de dolor orgánico, el tratamiento dependerá de la patología concreta y corre a cargo del especialista en ortopedia infantil.
Consejos para cargar peso correctamente
1. Usar mochilas con correas anchas y acolchadas, y con respaldo acolchado.
2. Usar mochilas con ajustes firmes, procurando mantener la bolsa a unos 5 cm arriba de su cintura.
3. Repartir el peso en los dos hombros. Llevar siempre la mochila por las dos correas y jamás por una sólo, para no sobrecargar uno de los hombros.
4. Hacer ejercicio. Practicar algún deporte o realizar ejercicios para fortalecer los músculos de la espalda.
5. Organizar la mochila poniendo los libros más pesados cerca y pegados a la espalda, y manteniendo cada cosa en su lugar.
6. Peso de arrastre. Optar por llevar mochilas con ruedas, evitando tirar de ellas al bajar o subir escalones.
7. Mantener la columna recta y no curvada, para llevar la mochila con ruedas.
8. Repartir el peso entre la mochila y las manos. En el caso de que haya mucho material, llevar parte del peso en las manos.
9. Limitar el peso del contenido y evitar transportar cargas inútiles. Si la mochila es muy pesada, el niño se ve obligado a arquear hacia delante la columna vertebral o a flexionar hacia delante la cabeza y el tronco para compensar el peso.
10. Utilizar las dos manos para coger la mochila, doblar las rodillas e inclinarse para levantarla.
11. Controla el tiempo. Evita que el niño transporte la mochila con mucho peso durante más de 15 minutos. En este sentido, la supervisión de los padres es esencial y más que necesaria. Y la colaboración de los profesores también.
Evita que los niños sobrecarguen su mochila
En resumen, el exceso de peso en las mochilas es un grave problema porque genera consecuencias irreversibles y a largo plazo para los niños. Puede provocar desde una escoliosis infantil, hasta una cifosis o una artrosis precoz. En algunos casos, puede impedir el correcto crecimiento de los huesos de los niños.
Toda la comunidad científica internacional coincide en afirmar que un niño no debe cargar más del 10 o 15 por ciento de su peso corporal. Por ejemplo, un niño de primaria que pese 35 kilos debería cargar entre 3,5 y 5,2 kilos como máximo. Eso sería lo ideal, pero la realidad es bien distinta: muchos escolares llevan en sus mochilas hasta 8 kilos.
Lo que sería igual a que cualquier adulto, con un peso medio de 70 kilos, nos trasladáramos al trabajo con más de 12 kilos a la espalda. Algo que si lo pensamos nos resultaría además de incómodo e insufrible, simplemente insólito, porque buscaríamos la fórmula para que no ocurriera. Sin embargo, el transporte de atestadas mochilas es una actividad habitual en niños y adolescentes, y que acarrea un esfuerzo físico importante.