La crisis sanitaria actual está teniendo un gran impacto en nuestro ritmo de vida. Están cambiando las formas de morir y de despedir a los nuestros. La experiencia de perder a un ser querido es una experiencia que implica dolor y transitar por distintos estados emocionales.
El objetivo final es poder asimilar, aceptar y reubicar a esa persona de una manera diferente. Todo ello necesita ser compartido por otros que nos puedan sostener emocionalmente. La negación de lo ocurrido, la ira, la negociación con la realidad, la depresión y la aceptación de la pérdida, son las etapas que se suelen dar en el proceso de duelo. Todo ello abarca un periodo de tiempo que no suele ser inferior a un año y depende de muchos factores como la personalidad, el vínculo con el fallecido, la causa de la muerte…
Estamos viendo cómo los procesos de duelo durante el confinamiento pueden verse influidos negativamente por la crisis sanitaria. Una situación excepcional donde nos encontramos ante muertes inesperadas, falta de información del estado de salud de nuestros familiares, dificultades para realizar los procesos de despedida habituales (ceremonia, entierro, reuniones con los más allegados…). Situaciones excepcionales que pueden generar intensos sentimientos de soledad, impotencia, tristeza, culpa…o, en el extremo opuesto, un embotamiento emocional que nos dificulta conectar con lo ocurrido.
Permitir todos los estados emociones
Para iniciar la elaboración del duelo, es importante que podamos permitirnos todos los estados emociones que vayan surgiendo, permitiéndonos un espacio y un tiempo para poder ir transitando con el dolor de la pérdida. Permitirnos pasar por todos ellos es una manera de validarnos, de empezar a asumir la pérdida, de poder recordar, llorar, enfadarse…sin juicio, sin crítica. De esta forma, evitamos que surjan emociones secundarias que pueden entorpecer la elaboración de lo ocurrido (como sentirse enfadado por sentir tristeza).
Los procesos de despedida son un acto simbólico que nos ayudan a iniciar el duelo. Por ello, y a pesar de las circunstancias, hay que reinventar las despedidas. Escribir una carta al fallecido, mantener un espacio de la casa que nos recuerde a él, posponer un acto de despedida con los seres queridos o incluso realizar reuniones virtuales para poder darle un espacio son actos que nos pueden ayudar a compensar las dificultades de la crisis sanitaria.
No nos tenemos que olvidar de los más pequeños de la casa. Incluir a los menores en el proceso de duelo implica no ocultarles información, compartir con ellos lo ocurrido con naturalidad, adaptando nuestro lenguaje a su desarrollo cognitivo, resolver las dudas que puedan plantear, involucrarlos en las despedidas y crear espacios donde se compartan las emociones de lo que vamos transitando. Es importante acompañar, sostener y validar sus emociones, así como entender que sus formas de expresar el dolor pueden ser diferente.