Conforme alarga el día y el sol se va convirtiendo en algo más habitual, las vacaciones se acercan y la perspectiva de lucir las lorzas en público se convierte en amenazadora, empezamos a pensar en la “operación bikini”. Comienzan a llegar las facturas de nuestros excesos invernales y lo que con el año nuevo era simplemente un buen propósito, perder peso, se convierte en una necesidad o incluso en una obsesión.
La manera ideal de hacerlo sería alejándonos de los tópicos o de los “milagros” que nos asaltaran desde nuestro entorno, desde las publicidades engañosas o desde el mismísimo y omnipresente Internet.
No conviene engañarse. El peso o mejor aún, el sobrepeso, es algo así como una cuenta corriente. En la cuenta bancaria el factor que la hace engordar o decrecer es el dinero. En las cartucheras lo son las calorías. Si metemos más calorías de las que sacamos, el michelín aumenta. Si, por el contrario gastamos más calorías de las que entran, disminuye su tamaño. No hay más secretos.
Entonces, para controlar el sobrepeso tenemos dos caminos: Ingresar menos o gastar más. La solución ideal, obviamente, sería la intermedia. Comer un poco menos (y mejor a ser posible) y aumentar nuestro gasto calórico incrementando la actividad física.
Metabolismos implicados
Una vez sentado que el ejercicio físico es un factor importante a la hora de controlar el peso, vamos a ver que tipo de deporte es el más adecuado. Básicamente tenemos tres tipos de metabolismos implicados, en función de la forma en la que obtenemos la energía. Hay esfuerzos anaeróbicos alácticos, que son aquellos de máxima intensidad y muy corta duración, como sería correr 100 o 200 metros lisos. Después vendría el ejercicio de alta intensidad y duración relativamente corta, que utiliza el metabolismo anaeróbico láctico y cuyo exponente serían las carreras de 400 a 800 metros. Es un tipo de ejercicio cuyo único combustible es el glucógeno muscular y que deja un residuo que es el ácido láctico, residuo que al ir acumulándose a nivel muscular lleva al agotamiento en poco tiempo. La tercera vía de obtención de energía es el metabolismo aeróbico. Es aquel que usa el organismo en esfuerzos de intensidad media y larga duración, tales como correr, nadar o andar en bici. Se caracteriza por poder utilizar cualquier tipo de combustible, hidratos de carbono (glucógeno), grasas e incluso, en casos de necesidad, proteínas. Sus productos de deshecho son el agua y el CO2, que son fácilmente eliminados por la respiración y el sudor sin ningún tipo de efecto negativo sobre el organismo.
Una vez explicado esto, cabe preguntarse qué tipo de deporte sería el más recomendable para el control de peso. La respuesta es obvia. El ejercicio aeróbico, aparte de ser el más saludable y el mejor para el sistema cardiovascular, es también el más idóneo a la hora de combatir el exceso de peso graso. El hecho de permitirnos estar mucho tiempo practicándolo, que somos nosotros los que decidimos la intensidad del ejercicio, que ésta pueda ser fácilmente controlable mediante el control de pulsaciones y que cuando agota el glucógeno acumulado quema grasas, hace que sea la actividad de elección si nos planteamos acabar con esos kilitos de más.