El cerebro adolescente


Fermín Goñi Sáez. Psicólogo Clínico. Director Científico de Fundación Argibide

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En la cultura popular, la etapa vital que denominamos adolescencia ha sido interpretada como una época de riesgos, excesos, pérdida de control y vulnerabilidad para el desarrollo de cuadros psicopatológicos. Sin embargo, la investigación neurocientífica actual nos describe un proceso neurobiológico -social y culturalmente contextualizado-, en el que si bien acontecen cambios que pueden generar situaciones de riesgo, también estos mismos cambios ocasionan la emergencia de nuevas oportunidades de crecimiento personal, aprendizaje flexible, promoción de la autonomía y desarrollo de la resiliencia.

Perspectiva evolutiva

Para entender este proceso evolutivo, resulta oportuno dirigir nuestra atención a tres sistemas biopsicológicos que han evolucionado para equipar al cerebro adolescente con las herramientas cognitivas, conductuales y emocionales necesarias para adaptarse exitosamente al complejo nicho social:
• El sistema estrés/amenaza que permite lidiar con la adversidad. Durante la adolescencia, los cambios en las expectativas y las demandas socio-culturales (v. gr., sexualidad, relaciones de amistad, éxitos y fracasos.) generan un elevado nivel de estrés. Estructuras características de este sistema como son el hipocampo y la amígdala experimentan un aumento en su volumen durante la adolescencia y juegan un papel fundamental a la hora de facilitar la adaptación del adolescente a las situaciones de mayor estrés ya que benefician la gestión emocional y la puesta en práctica de respuestas de protección ante las amenazas sociales.

• El sistema de recompensa que promueve la regulación del apego y de la autonomía personal. El sistema dopaminérgico (mesocorticolímbico) regula en nuestra especie las experiencias de recompensa. Resulta básico que este sistema se active con relaciones de apego equilibradas que puedan generar seguridad, al tiempo que potencien la adquisición de autonomía. También resulta enriquecedor para el cerbero adolescente experimentar recompensas no inmediatas para que el sistema sea capaz de realizar actividades de aprendizaje continuadas en el tiempo (v. gr., deporte, actividad intelectual…) y tolere tanto la demora de la recompensa como la consecuente frustración.

• El sistema mentalizador tiene como objetivo que el cerebro adolescente pueda entenderse a sí mismo y a los otros. La mentalización consciente-controlada está relacionada con la corteza prefrontal (áreas lateral y medial) y juega un rol básico a la hora de navegar con éxito por la vida social. El cerebro adolescente es altamente sensible tanto (i) a la comunicación no verbal (v. gr., gestos, tono de voz…) como (ii) al juicio social (real o imaginado). La capacidad de entender el mundo mental de las otras personas (sus miedos, ilusiones, deseos) posibilita que el cerebro adolescente vire su foco atencional: extremadamente centrado en sí mismo. Este “descentrarse” reduce el estrés y genera estrategias de resiliencia para afrontar un mundo social exigente en el que logrará sentirse más autónomo y menos aislado.