El envejecimiento, los varones y el siglo XXI


Satur Napal Lecumberri . Urólogo del Complejo Hospitalario de Navarra. Extracto del libro “La salud masculina a prueba. Guía práctica de cuidados y recomendaciones” www.evidenciamedica.com

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En estos comienzos del siglo XXI una de las mayores preocupaciones en el área de la salud abarca todo lo relacionado con el envejecimiento. Asistimos a una revolución extraordinaria de la longevidad humana que hará cambiar radicalmente la estructura de la sociedad y hasta nuestras percepciones de la vida y de la muerte. Muchas personas viven ahora existencias que no se ven truncadas antes de tiempo y esto se ve avalado por las estadísticas. En los últimos cien años la esperanza de vida en los países desarrollados ha pasado de 48 a 76 años, el mismo aumento logrado en los 1900 años anteriores. La esperanza de vida en la Roma imperial no pasaba de los 23 años y lo mismo ocurrió a lo largo de la Edad Media Europea.

Los avances tecnológicos que se han producido en diferentes campos, entre ellos los de la sanidad y la medicina, junto a las mejoras en la calidad de vida en todos los órdenes, han permitido que los seres humanos vivan cada vez más años. Pero esto, que es un gran progreso, también ha traído como consecuencia un auge de las enfermedades degenerativas que acompañan al envejecimiento y los problemas económicos y de todo orden que ello conlleva.

Revisiones periódicas

Acompañando a esta mayor esperanza de vida, tenemos la preocupación y exigencia en las sociedades occidentales e industrializadas de una mayor calidad de ésta y la expectativa de una salud integral, que se caracteriza porque el ser humano es el centro del proceso médico y la enfermedad, un elemento asociado al estado global de la persona. Desde esta perspectiva, el proceso de enfermedad no se explica en exclusiva por el diagnóstico que el médico establece, sino también por la forma en la que el paciente “siente su enfermedad”. El varón o la mujer enferman en su totalidad y su vivencia se extiende más allá del órgano o sistema afectado. Esto referido al tema que tratamos, el envejecimiento masculino, es de gran importancia ya que obligará a unificar la atención al varón mayor en una medicina integrada que aunará varias especialidades, englobando no sólo el cuidado físico, sino también el mental y el espiritual, haciendo frente a la enfermedad o al envejecimiento de una forma plena.

Aspectos como el envejecimiento suscitan cada día mayor interés no sólo en la comunidad médica, sino también en el ámbito de la sociedad en general. Las mujeres tienen unos hábitos de vida mucho más saludables que los varones y están muy concienciadas de la importancia de la prevención, detección y tratamiento de sus problemas de salud. Mientras ellas tienen que luchar con los embarazos en su edad fértil y con la osteoporosis y otros problemas médicos en su menopausia, los varones a partir de los cincuenta años se enfrentan a sus propias alteraciones en asuntos de salud.

Clásicamente los varones se sienten mucho más vigorosos y sufridos que las mujeres, pero la realidad es otra: tienen tres veces más posibilidades que sus compañeras de padecer cáncer de pulmón, cinco veces más de sufrir un infarto de miocardio en la mitad de su vida y tres veces más de padecer cirrosis hepática, y éstas son sólo algunas de las deficiencias de su salud respecto a las de sus mujeres.

A pesar de esta realidad son muy pocos los varones que acuden a revisiones médicas periódicas y suelen cuidar mucho más de sus coches que de su salud. Es quizás por esto por lo que su salud es más frágil que las de las mujeres y su esperanza de vida menor. Pero todo esto, lentamente y por fortuna, está cambiando. Los varones de este mundo occidental privilegiado demandan más información sobre temas de salud y cada vez están mostrando mayor aceptación de los tratamientos y siguiendo más los consejos de salud.

Como ya se ha comentado, a lo largo del siglo XX, la esperanza de vida en los países desarrollados casi se ha duplicado, desde menos de cincuenta años hasta más de ochenta, lo que es debido a que cada vez más personas esquivan una muerte precoz. Siempre ha habido unas pocas personas que han vivido 100 años. Éstas han sido mujeres o varones con una buena carga genética, adecuadas condiciones de vida y mucha suerte, pero es la media lo que ha aumentado, no la edad máxima, que sigue siendo de 110 años y que parece ser el tope máximo del ser humano. El principal objetivo de la biomedicina contemporánea no es superar este techo, sino lograr que la vida media se aproxime a él. Vivir ciento diez años y además de forma saludable. La búsqueda de un fármaco que retrase la vejez o que la revierta, es una de las líneas prioritarias de investigación en las universidades del mundo occidental y hay una gran cantidad de financiación pública y privada en el logro de terapias efectivas que frenen o reviertan el envejecimiento.

El conjunto de síntomas que sufren algunos hombres cuando llegan a la cincuentena lo denominamos como “Hipogonadismo de inicio tardío” (HIT), y que a diferencia de la menopausia femenina, es un proceso lento. La edad a la que comienza el proceso es muy variable, pero suele ser patente a partir de los cincuenta años y se va acentuando hasta el final de la vida. En la actualidad hay una tendencia a pensar y a desear permanecer siempre jóvenes y desde la medicina oficial o alternativa se nos van a ofrecer productos, terapias y medicamentos de todo tipo para conseguir esta soñada “eterna juventud”. Aunque parece que en este tema y referido a los varones, sólo los tratamientos hormonales a base de testosterona tienen una efectividad real, aunque por supuesto éstos siempre deben ser prescritos y controlados médicamente. Así mismo existen consejos de salud importantísimos y que, sin ninguna duda, retrasan el envejecimiento: llevar una vida saludable, realizar ejercicio físico de forma regular, evitar el tabaco u otros tóxicos como el alcohol y las drogas y hasta tomar el sol de forma moderada y con protección.

Existía la idea de que lo que le ocurre a los varones a partir de la cincuentena son “cosas de la edad” y para las que no hay ninguna solución. Paradigma de esto era la supuesta pérdida del interés por el sexo que se solía asumir como una parte inevitable del paso de los años, pero la realidad es que hoy en día, con la ayuda de la medicina, se puede mantener a esa edad, y hasta mucho más adelante, no sólo una sexualidad satisfactoria, sino una gran calidad de vida en todos los aspectos.