El síndrome de Burnout (síndrome del “quemado”), fue descrito por primera vez en 1974 por Freudenberger, psiquiatra norteamericano que considero que el Burnout se trata de un estado de fatiga o bien de frustración que surge de la dedicación a una causa, forma de vida o relación en la que no produce el esperado esfuerzo. La definición más aceptada para describir el síndrome de Burnout es la propuesta por Maslach C. y Jackson S.E. en 1976.
Estos mismos autores crearon también una escala para cuantificar y valorar el síndrome de Burnout en los profesionales de la salud, denominada Maslach Burnout Inventory (MBI). Se trata de un cuestionario de 22 ítems el cuál evalúa las tres dimensiones que componen dicho síndrome. Una puntuación alta en agotamiento emocional y despersonalización y una puntuación baja en realización personal reflejan un grado alto de Burnout. Las tres dimensiones que engloba la definición son:
• Agotamiento emocional: pérdida progresiva de energía, desgaste, cansancio y fatiga, que puede manifestarse física, psicológicamente o como combinación de ambas.
• Despersonalización: actitudes negativas, irritabilidad y respuestas frías e impersonales hacia las personas.
• Falta de realización personal: respuestas negativas hacia sí mismos y el trabajo, moral baja, incremento de la irritabilidad, evitación de las relaciones profesionales, incapacidad para soportar la tensión, baja productividad y autoestima.
La Enfermería es considerada un grupo de riesgo, por ser una profesión que trabaja a diario enfrentándose a situaciones complicadas de atención a la muerte, el dolor y situaciones terminales. Además, implica un contacto directo y continuo con personas. El trabajo en las unidades de cuidados intensivos (UCI) puede ser especialmente estresante debido a la alta mortalidad y morbilidad del paciente. Esta situación se puede agravar cuando los profesionales perciben no disponer del tiempo suficiente o presentar recursos limitados para prestar una atención adecuada a cada paciente.
El Síndrome de Burnout, según varias sentencias judiciales, se ha declarado como accidente laboral, esto conlleva la existencia de factores de riesgo objetivables, por ello, la prevención mediante el desarrollo de estrategias de afrontamiento es un punto clave. Las intervenciones de mayor éxito para su prevención y tratamiento son el mindfulness y la resiliencia.
La prevalencia del síndrome es muy variable en función de las características de la ciudad y el país. En España la prevalencia se encuentra en niveles medios y bajos.
Factores de riesgo
Algunos estudios apuntan que los niveles de Burnout son más elevados en unidades de hospitalización que en las propias unidades de cuidados intensivos, esto puede deberse a que en ella se ha trabajado más por “cuidar” las condiciones laborales del personal. Con ello queda constancia de que si se trabaja sobre el entrono se consiguen grandes resultados.
Por ello, las variables organizativas y socio-laborales resultan ser el principal factor de riesgo. El profesional que realiza turnos de 12h presenta unos niveles más elevados de Agotamiento emocional y despersonalización que aquellos que trabajan en turno fijo y rotatorio.
Las variables personales y los rasgos de personalidad de cada profesional también constituyen un factor de riesgo. La gran mayoría de estudios señalan como perfil de trabajador en riesgo, que sea mujer, entre los 35 y 45 años, con contrato fijo y una experiencia laboral mayor de 16 años y una antigüedad en el puesto de trabajo actual menor o igual a 8 años.