El sol y la piel


Dra. Amaia Larumbe

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Es evidente que el Sol es necesario para la vida, ya que influye beneficiosamente en múltiples aspectos, como calor, luz y biorritmos circadianos, fenómenos fisiológicos neuroendocrinos, trastornos en la esfera psíquica, comportamiento estacional, formación de la provitamina D, fotosíntesis de la clorofila en las plantas y otros, de los cuales no podemos prescindir, como tratamiento de determinadas enfermedades cutáneas. Pero todo ello no es indicativo para que dicha radiación se utilice de una manera inadecuada con el único fin de estar morenos. En este artículo queremos exponer los efectos nocivos más importantes que el sol produce sobre nuestra piel.

La energía proveniente del sol está formada por distintas radiaciones: por un lado están los rayos ultravioletas (UV), que se dividen en UVB y UVA. Los UVB actúan en la primera capa de la piel (epidermis) y se les ha hecho responsables primariamente de la quemadura solar, el bronceado y el cáncer de piel; mientras que los UVA actúan más profundo, penetran hasta la dermis y cada vez toman más importancia, ya que la exposición crónica lleva a la degeneración de las fibras de colágeno, interactúa con sustancias químicas tópicas y sistémicas más fácilmente, asociado a reacciones de fotosensibilidad y cada vez nuevos estudios soportan que ella potencia el riesgo de la UVB para el cáncer de melanoma y no melanoma de la piel. Por otro lado está la radiación visible que no tiene efectos nocivos y los infrarrojos que dan calor y pueden potenciar los efectos nocivos de los UV.

De esta continua y dinámica interacción entre los UV y la piel se producen un conjunto de efectos que se dividen en dos grandes grupos: normales, es decir, los esperados en todos nosotros, población expuesta a los UV y anormales, cuando hay una patología de base en el individuo.

Las lesiones que se producen en cualquier persona expuesta a la radiación UV se dividen en efectos a corto plazo y efectos a largo plazo.

Efectos a corto plazo

El eritema: se produce, sobre todo, a causa de las radiaciones UVB. La predisposición individual al eritema solar ha sido empleada para categorizar los fototipos de piel (tabla). Estas categorías de susceptibilidad individual a los efectos a corto plazo también son correlativas a la susceptibilidad individual a los efectos a largo plazo que siguen a una exposición a la luz solar. En general, los individuos con sensibilidad mayor y más aguda al sol también tienen más riesgo de padecer cáncer de piel por exposiciones crónicas a la luz UV.

Quemadura solar: Una exposición excesiva a la luz solar, aunque sea aislada, produce una quemadura solar. Ésta se suele iniciar a las pocas horas de la exposición y llega a su máximo a las 24-36 horas. Su intensidad dependerá del tiempo y circunstancias de la exposición, pero, sobre todo, del grado de pigmentación previa de la piel y por tanto, del tipo de ésta. Por todo ello, según el fototipo de cada persona, se debe elegir un fotoprotector adecuado.

FOTOTIPO DE PIEL

  • Fototipo 1: Siempre se quema y nunca logra el bronceado.
    Albinos (usar fotoprotección Extrema)
  • Fototipo 2: Siempre se quema aunque puede llegar a broncearse algo. Nórdicos (usar protección Alta)
  • Fototipo 3: A veces se quema y a veces se broncea.
    Mayoría de población española. (usar protección media)
  • Fototipo 4: Nunca se quema y siempre se broncea.
    Tez morena (usar protección mínima)
  • Fototipo 5: Raza negra, no necesitan fotoprotección
  • Mínima: FPS 15
  • Media: FPS 20-30
  • Alta: FPS 30-50
  • Extrema: FPS >50

Bronceado: La luz UVB tiene una marcada acción pigmentógena; el efecto empieza a ser visible a los tres o cuatro días desde la primera exposición y si ésta es aislada llega a su máximo hacia los 15 días, palideciendo luego muy lentamente; mientras que la luz UVA produce una pigmentación más transitoria. En las exposiciones reiteradas, el efecto pigmentógeno se acumula, consiguiendo una mayor resistencia de la piel al sol. En personas de piel morena, la pigmentación obtenida a lo largo de algunas semanas de exposiciones repetidas se mantiene decreciendo lentamente durante varios meses, mientras que en las personas con fototipo 1 y 2, el efecto pigmentante siempre será precario.

Efectos a largo plazo

Fotoenvejecimiento: La exposición reiterada al sol sigue siendo la causa principal del envejecimiento cutáneo y es la responsable de gran parte de las consecuencias estéticas no deseadas. A partir de los 30-35 años, los signos de fotoenvejecimiento se empiezan a hacer evidentes: la piel cambia de textura (engrosamiento de la piel, fragilidad y arrugas); y se producen cambios vasculares (eritema difuso, hematomas al menor trauma, telan giectasias en mejillas, nariz y orejas y lagos venosos en labios) y de pigmentación (pecas, léntigos, hipomelanosis guttata en brazos y piernas, pigmentación irregular en cuello y tórax), junto con aumento del tamaño de los nevus en áreas fotoexpuestas y aparición de queratosis seborreicas y quistes y comedones en mejillas y zona periocular. Debido a la mayor permeabilidad de los rayos UVA en la piel, éstos son en gran parte los mayores responsables del fotoenvejecimiento, pese a que los UVB también influyen en los cambios degenerativos de la piel.

Fotocarcinogénesis: La banda más activa para la fotocarcinogénesis es la UVB, aunque en estudios experimentales la UVA también ejerce como tal. Es en cierto modo dosis-dependiente, pero no es posible cuantificar una dosis mínima carcinogénica, ya que es muy variable según el tipo de piel y otros factores individuales, predisposición genética e inmunidad. Las lesiones precancerígenas vinculadas con la radiación solar son las queratosis actínicas y dentro de los tumores, los carcinomas basocelular y espinocelular y el melanoma maligno.

Los efectos anormales cutáneos secundarios a la UVR conforman un conjunto de patologías específicas, agrupadas de la siguiente manera:

Las fotodermatosis adquiridas idiomáticas: Erupción solar polimorfa, prúrigo actínico, hydroa vacciniforme, urticaria solar y dermatitis actínica crónica.

Las fototoxias y las fotoalergias: Son formas de fotosensibilidad inducidas por sustancias exógenas que llegan a la piel por la aplicación tópica o por vía sistémica.

Las dermatosis metabólicas con fotosensibilidad: Porfirio y pelagra.

Las dermatosis que empeoran con la luz: Cloasma y otras pigmentaciones, dermatomiositis, eczema seborreico, eritema exudativo multiforme, herpes labial, liquen plano, lupus eritematoso, pitiriasis rubra pilaris, rosácea, psoriasis (un 2% de los casos), etc.

Actualmente existe una mayor educación sanitaria respecto al cuidado que tenemos que tener a la hora de exponernos al sol y se están realizando campañas de prevención precoz de melanoma y publicidad para explicar cómo debemos utilizar los fotoprotectores, pero todavía dista mucho de las acciones que se están realizando en otros países. Por ejemplo, en Australia, los niños tienen prohibido en el colegio salir a la calle sin el uso de fotoprotección. Se debe seguir insistiendo en que el sol en su justa medida es necesario para la vida diaria, pero siempre siendo conscientes del daño que puede causar a corto y, sobre todo, a largo plazo.