La resección transuretral (RTU) de próstata es un tratamiento quirúrgico para la hipertrofia benigna de próstata. Esta enfermedad se define como la hiperplasia de las células glandulares y estromales de la zona transicional de la próstata, que puede llegar a producir una obstrucción al vaciamiento de la orina.
Los síntomas pueden producir una disminución en la calidad de vida. Los más frecuentes son: retraso o dificultad en el inicio de la micción, chorro miccional débil o entrecortado, necesidad de realizar esfuerzo para orinar, goteo tras la micción, sensación de vaciado incompleto, frecuencia miccional diurna o nocturna aumentada, sensación de urgencia e incontinencia. En los casos más graves, puede llegarse a producir una retención de orina (incapacidad para orinar con la vejiga llena) e insuficiencia renal, que se resuelve con medicación y con la colocación de una sonda en la vejiga durante unos días; en la mayoría de los casos. La prevalencia global de síntomas del tracto urinario inferior (STUI) aumenta progresivamente con la edad, de manera que puede alcanzar el 25% entre los 70-79 años.
Tratamiento médico
El tratamiento inicial es médico, pero cuando falla, se utilizan diferentes tratamientos quirúrgicos. La cirugía está indicada en:
• Síntomas moderados o graves refractarios al tratamiento médico.
• Retención crónica de orina o retención aguda e imposibilidad de retirada de la sonda vesical.
• Infecciones urinarias recurrentes.
• Hematuria de origen prostático persistente.
• Insuficiencia renal de causa obstructiva.
• Litiasis vesical.
La técnica “gold standard”
La RTU de próstata es la técnica “gold standard” para el tratamiento quirúrgico de los STUI.
Es una técnica endoscópica que consiste en la eliminación del tejido transicional de la glándula prostática que produce la obstrucción al paso de la orina.
El procedimiento consiste en introducir una cámara por la uretra y cortar los fragmentos de próstata, mediante un asa de resección. La cápsula prostática se mantiene intacta. De esta manera, se elimina el tejido que había aumentado de tamaño y provocaba una obstrucción en el canal de la orina. El tejido se envía a analizar para el estudio microscópico.
Con el asa de resección y la cámara, se coagulan los puntos sangrantes.
En ocasiones, se coloca un tubo de drenaje por debajo del ombligo. La función de este tubo es facilitar la visión durante la cirugía, y posteriormente facilitar el drenaje de la orina mezclada con sangre.
La cirugía termina con la colocación de una sonda en la vejiga, que deberá llevar el paciente entre 3 y 5 días. La sonda tiene un canal de entrada y otro de salida que se utilizan durante el ingreso. Por la entrada se coloca un suero lavador que arrastra los coágulos que se puedan formar, evitando que obstruyan el canal de la sonda durante las primeras horas o días.
El alta hospitalaria se produce normalmente al segundo o tercer día, cuando ya no es necesario llevar el lavador, pero sí la sonda.
En muchas ocasiones los pacientes se van de alta hospitalaria con la sonda y una bolsa atada a la pierna, hasta que una enfermera les retira la sonda en el centro de salud. Esta cirugía está indicada en próstatas de entre 30-80cc. Para próstatas más grandes, habitualmente es necesario realizar cirugía abierta o laparoscópica.
Es importante saber que la próstata no se extirpa completamente, sino que se “vacía”; como si “a una naranja le quitases los gajos y dejases la piel”. Por ello, otras patologías como el cáncer de próstata no se curan con esta operación.
El efecto adverso más frecuente es la eyaculación retrógrada. Es normal tener algo de urgencias e incontinencia los primeros días tras la operación, que se resuelve espontáneamente o con antiinflamatorios.
Otras complicaciones como las infecciones, estenosis uretrales (estrecheces de la uretra), impotencia, incontinencia a largo plazo, necesidad de reintervención o de trasfusión, son poco frecuentes.