Gota


Dr. Juan Pastrana Delgado

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La gota es una enfermedad originada por el depósito de cristales microscópicos de ácido úrico en las articulaciones, lo que provoca su inflamación. La gota puede afectar también al riñón generando la formación de cálculos renales o una alteración en su funcionamiento llamada nefropatía urática. En ocasiones, los cristales de ácido úrico forman acúmulos que se depositan en distintas zonas del cuerpo (pabellones auriculares, codos, tendón de Aquiles etc.) pudiéndose palpar a través de la piel. Son los llamados tofos gotosos.

Es una enfermedad conocida desde la antigüedad. Ya Hipócrates en el siglo V antes de Cristo la describe, denominándola podagra o gonagra, según afectara el dedo gordo del pie o la rodilla. Existen numerosos testimonios de personajes famosos como el emperador Carlos V que la han padecido. De ellos ha sido Thomas Sydenham, médico ingles del siglo XVIII, a quien debemos la mejor y mas detallada descripción al haberla sufrido durante 34 años.

¿A quién afecta?

Es veinte veces más frecuente en los hombres que en las mujeres. Puede presentarse desde la adolescencia hasta la edad senil, aunque preferentemente afecta a los varones entre los 35 y 50 años, y a mujeres en la etapa post-menopausica, es decir por encima de los 50 años.

¿Existen factores de riesgo para padecerla?

Además del sexo masculino, el principal factor de riesgo lo constituyen los niveles elevados de ácido úrico en la sangre (hiperuricemia). Existe una mayor tendencia a padecer gota cuanto mayores sean éstos.

Entre los factores predisponentes podemos destacar algunos trastornos genéticos del metabolismo, el consumo de alcohol que favorece la producción de ácido úrico por el organismo, la toma de ciertos fármacos (aspirina a dosis bajas y algunos diuréticos) y una dieta rica en sustancias precursoras del ácido úrico denominadas purinas. La obesidad y la hipertensión arterial se han correlacionado así mismo con una mayor predisposición a la gota.

¿Por qué se produce la gota?

En condiciones normales, la cantidad de ácido úrico que ingerimos con la dieta, más la que sintetiza el propio organismo a través de una serie de reacciones bioquímicas es igual a la cantidad que se elimina por la orina y, en menor medida, por las heces. Esto mantiene estables los valores de ácido úrico en la sangre por debajo de 7 mg/dl en el varón y de 5,7 mg/dl en la mujer, lo que permite que permanezca en disolución. Cuando la cantidad de ácido úrico producida por el organismo más la cantidad ingerida excede la eliminada, el ácido úrico aumenta de forma progresiva, hasta un punto en que precipita en forma de cristales, depositándose predominantemente en las articulaciones, aunque también en los riñones y otras partes del cuerpo, dando lugar a los síntomas y signos propios de la enfermedad.

¿Cuáles son sus síntomas?

La gota se presenta habitualmente en forma de episodios bruscos (ataques) caracterizados por la aparición de un dolor muy intenso e inflamación de una única articulación (monoartritis). La articulación más frecuente afectada es la primera metatarso-falángica del pie (dedo gordo), pero también pueden verse implicadas otras articulaciones del pie como el empeine, los tobillos y más raramente, las rodillas o las muñecas. En ocasiones, pueden inflamarse las bolsas sinoviales o los tendones, dando lugar a bursitis o tenosinovitis, respectivamente.

El episodio agudo, sin tratamiento puede durar varios días y generalmente cura sin dejar secuelas recuperando el paciente la actividad articular normal. Estos episodios tienden a repetirse, pudiendo afectar en los ataques sucesivos la misma o nuevas articulaciones. En muchas ocasiones se pueden reconocer fenómenos precipitantes de las crisis, como traumatismos sobre la articulación afecta, excesos en la dieta o ingesta excesiva de alcohol.

Si se deja evolucionar la enfermedad sin tratamiento, los ataques pueden no resolverse completamente entre crisis, afectándose varias articulaciones a la vez y limitando de forma importante la calidad de vida del paciente. En fases avanzadas, pueden aparecer acúmulos palpables de ácido úrico en forma de nódulos duros, llamados tofos.

En ocasiones, los cristales de ácido úrico se depositan también en los riñones, dando lugar a episodios de cólico nefrítico o alterando su funcionamiento hasta poder llegar a originar una insuficiencia renal.

¿Cómo se diagnostica?

Generalmente, el diagnostico se hace en base a los síntomas y signos de la exploración física, y mediante la determinación de las cifras de ácido úrico en la sangre. En ocasiones es necesario extraer líquido de la articulación afectada para confirmarlo, observándose entonces al microscopio la presencia de cristales de ácido úrico en el liquido articular y en el interior de los leucocitos.

¿Cómo se trata un ataque de gota?

El tratamiento se basa en el reposo articular y la administración de colchicina (fármaco muy especifico frente a la gota) antiinflamatorios no esteroideos, o ambos, a dosis decrecientes durante varios días hasta el cese total de los síntomas. En casos rebeldes pueden ser útiles los corticoides durante un corto periodo de tiempo. La utilización de medicamentos que disminuyen el ácido úrico en sangre como el alopurinol está contraindicada en la fase aguda ya que un descenso rápido de este, puede también favorecer su precipitación y perpetuar la crisis.

¿Se puede prevenir la aparición de nuevos ataques?

En la mayoría de los casos, la prevención es posible mediante un tratamiento adecuado. Es preciso hacer una dieta pobre en purinas (mariscos, vísceras animales, carnes rojas, caza, espárragos etc.) eliminar el consumo de alcohol y tomar una medicación bajo supervisión medica, alopurinol o febuxostat, para disminuir la síntesis de ácido úrico por el organismo, generalmente de forma ininterrumpida. Durante el primer año, en casos de crisis recurrentes, puede ser útil añadir al tratamiento colchicina a dosis bajas para prevenir la aparición de nuevos ataques.

¿Qué hacer si el ácido úrico en la sangre está alto y no han aparecido síntomas?

Se debe limitar la toma de alimentos ricos en purinas, el alcohol y corregir la obesidad y la hipertensión si están presentes. Sólo cuando las cifras de ácido úrico en la sangre son muy altas puede ser recomendable el tratamiento con fármacos hipouricemiantes de forma preventiva.