Con motivo de la celebración del segundo Seminario de Humanización y Pastoral de la Salud: “El cuidado como respuesta a la necesidad”, estamos publicando en ZONA HOSPITALARIA, tres entrevistas realizadas por D. José Ignacio Martín (Responsable del Servicio Religioso de los Hospitales y Delegado Pastoral de la Salud) a los doctores Juan Pedro Arbizu (Psicólogo clínico y Psicooncólogo del Hospital de Navarra) publicada en ZONA HOSPITALARIA Nº24, Dra. Juana Mª Caballín (Médico Gerontólogo del Hospital San Juan de Dios) y el Dr. Jesús Mª Viguria (Fue el Fundador y Jefe Clínico de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios) se publicará en el próximo número 26.
Hoy publicamos la entrevista realizada a la Dra. Juana María Caballín que lleva muchos años trabajando en el campo de la Gerontología.
Dra. Caballín, ¿podrás definir en dos palabras en qué se diferencian los conceptos Gerontología y Geriatría?
Son dos disciplinas muy relacionadas, centradas en el anciano. La Geriatría es una especialidad médica que abarca aspectos de prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades o situaciones de enfermedad propias o más frecuentes en la vejez; A la Gerontología, en nuestro medio, se accede a través de un máster y etimológicamente es la ciencia de la vejez que se apoya en la investigación, reflexión e intervención en situaciones que plantea el envejecimiento individual o colectivamente. Es un enfoque peculiar del mundo del anciano. Ambas comparten los objetivos de aumentar la esperanza de vida y de mejorar la vida de las personas mayores.
Persona mayor, viejo, tercera edad, anciano, abuelo… ¿Con cuál de estos términos te quedarías para describir la edad madura?
Es llamativo que no tengamos problemas para atribuir significado a niño, adolescente, adulto… y resulte complicado encontrar una palabra adecuada para este importante grupo de edad; ancianos o viejos son los términos más utilizados a lo largo de la historia. Personalmente no me gusta tercera edad y viejo depende de quien la pronuncie pero tiene muchas connotaciones negativas en nuestra sociedad y en nuestro refranero. Abuelo la reservaría para el ámbito familiar. Me quedaría con anciano o persona mayor, respetando además las preferencias que a través de encuestas han mostrado los interesados.
¿Por qué para algunas personas resulta triste hablar de esta etapa de la vida, cuando sólo llegar a ella debiera ser un motivo de alegría?
“Lo malo no es envejecer sino que te envejezcan”, creo que la frase es de Amando de Miguel. Ponemos poco énfasis en los aspectos positivos del envejecimiento. Los roles sociales son muy rígidos. Hay circunstancias personales, a cualquier edad, que influyen en la alegría o en la tristeza de nuestras vidas. Creo que debe evitarse esa visión centrada en lo deficitario que potencia en la sociedad el miedo a la vejez.
¿Cuándo se entra ahora en la vejez?
En líneas generales cada vez más tarde, pero no me atrevería a precisar mucho más. Tenemos los 65 años, de momento, como vejez burocrática pero la periodización de las edades debe adaptarse al aumento progresivo de la esperanza de vida que a su vez se relaciona con otros muchos factores. Hoy se habla de viejo joven, de viejo-viejo, de vejez temprana, de vejez media, de vejez avanzada, cada vez menos de cuarta edad… pero la edad cronológica, la biológica, la psicológica, la funcional o la social no necesariamente coinciden en el tiempo; la vejez sigue siendo un proceso marcado por la individualidad de cada uno.
¿Envejecer es sinónimo de enfermar?
No. Hay ancianos sanos, hay ancianos que enferman en un momento determinado de sus vidas y recuperan la salud y otros que padecen enfermedades crónicas o secuelas de enfermedades que los hacen más vulnerables y que necesitan cuidados médicos continuados o ayuda de otras personas para actividades muy básicas y personales. En la vejez sí son importantes algunas situaciones consideradas de riesgo como vivir solos, no poder salir de casa sin ayuda, fallecimiento reciente del cónyuge… que pueden complicar cualquier situación de enfermedad y obligar a la persona y a quienes le rodean a un nuevo planteamiento de vida.
Algo preocupante es el alto consumo de fármacos en estos años. ¿Hasta qué punto es un error?
Siempre es un error utilizar recursos no adecuados. Independientemente de la edad, el último año de vida es el que más recursos sanitarios consume. La limitación del esfuerzo terapéutico, la futilidad de los tratamientos y el afrontamiento y aceptación de la muerte son planteamientos éticos que ante situaciones siempre individuales podrían ayudar a analizar un posible error.
En las personas mayores, ¿Qué patologías son más susceptibles de mejora?
Depende de la situación de la persona previa a la enfermedad. A cierta edad y sobretodo para ciertos organismos, lo deseable, lo necesario y lo posible no siempre coinciden. Lo deseable es volver a alcanzar esa situación previa. Los síndromes de inmovilidad, las fracturas, los ictus, los trastornos de equilibrio y las caídas siguen siendo las grandes patologías y los grandes objetivos de investigación y mejora en el abordaje preventivo y terapéutico de la medicina del anciano.
La figura de los cuidadores de las personas mayores es cada vez más importante. ¿Cuáles debieran ser sus características?
El conocimiento no equivale a humanidad. Una persona que necesita ser cuidada requiere que quien lo haga tenga unos conocimientos básicos respecto al manejo de la situación y de las necesidades concretas que motivan esa relación de cuidado, pero no es lo mismo ayudar a sobrevivir que ayudar a vivir. Además de la habilidad técnica, el respeto entre las personas, el logro de una comunicación afectiva y la flexibilidad en los posibles pequeños placeres cotidianos, deberían formar parte de esa relación de cuidado.
¿Cuándo un cuidador debiera plantearse la necesidad de pedir ayuda?
Ser cuidador no es fácil. Los cuidadores familiares actuales pertenecen muchas veces a la misma generación o si son hijos cada vez son más mayores, o si no lo son tienen una unidad familiar independiente, un trabajo, y no siempre viven cerca de la persona o las personas que de forma transitoria o permanente necesitan ser cuidados. La mayoría de los cuidados se realizan en el ámbito familiar pero en un ámbito familiar doble que suma a las necesidades y responsabilidades personales previas, unas nuevas necesidades. El cansancio, la irritabilidad, la inseguridad en el manejo de la situación, los sentimientos de culpabilidad pueden alertar sobre la necesidad de ayuda.
Un precio que hay que pagar cuando se vive mucho es ir quedándose solo. Se ve morir a la pareja, los amigos e incluso puede que algún hijo. Pero conviene distinguir más que nunca el vivir solos con el estar solos. ¿Cuándo hay que plantearse acudir a una residencia?
Hoy son bastante habituales las relaciones a distancia, sobre todo a través del teléfono, es una forma de contacto diferente aunque el considerarlo suficiente o satisfactorio siempre estará en función de las necesidades y expectativas de cada uno. Otra cosa muy distinta es vivir solo, no tener familia, haber ido perdiendo a los vecinos de la misma edad y, aun funcionando bien físicamente, sentirse aislado. Un papel muy importante en estas situaciones lo tiene el personal de los centros de salud, de los servicios sociales y el voluntariado. El acudir a una residencia no asegura romper sentimientos de soledad afectiva y el planteamiento suele estar más relacionado con necesidades de cuidado físico que por diferentes circunstancias, entre otras el vivir solo, no se pueden atender adecuadamente en el domicilio.
¿Hay diferencia entre hombres y mujeres a estas edades?
No se puede generalizar pero todos tenemos la esperanza de vivir una vejez cálida y serena en el medio donde hemos ido profundizando y enmarañando nuestras raíces. Mi percepción, prescindiendo de las encuestas, es que la mujer y el hombre que pertenecen al grupo actual de personas mayores, han tenido vidas muy diferentes. El afrontamiento de cuidados familiares y la gestión de problemas domésticos ha sido hasta hace poco tiempo un terreno femenino que probablemente ha ayudado a desarrollar en la mujer un sentido mas práctico ante las dificultades. Ante un sentimiento de soledad no hay práctica que valga pero tal vez el hombre se siente más perdido.
Se habla mucho de la sexualidad en la edad adulta, ¿Se ha superado el tabú?
Si identificamos sexualidad con genitalidad o juventud tenemos un problema. Es necesario entender que los ancianos tienen las mismas necesidades relacionales que los otros grupos de edad aunque la forma de afrontarlas pueda ser diferente y sobre todo diversa. Sentirse seguro, querer y sentirse querido, aceptado y valorado, tener una intimidad corporal y afectiva, son vivencias fundamentales en la vejez que pueden evitar muchas soledades. La sociedad debe aceptar que las personas mayores tienen necesidades interpersonales que deben intentar satisfacer a través de sus propias decisiones. ¿Que sus valores, creencias y experiencia no coincidan con las nuestras? Eso es otra historia. La sexualidad es una forma de comunicación que se extingue con la vida. No sé si se ha superado el tabú, pero hay menos prejuicios.
¿Qué recomendaciones darías a un joven y a un adulto para un envejecimiento sano?
La mejora en los estilos de vida ha sido un factor determinante en el aumento de la esperanza de vida. No hacer excesos, vivir con los ojos abiertos, aprender de los errores, intentar incorporarse a los tiempos, mirar hacia delante y ser conscientes de que es una suerte tener buena salud.
Permíteme preguntarte ¿cuál fue tu motivación para especializarte en gerontología?
No llegué a la Gerontología por casualidad. Soy miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología desde 1985 y en la de Navarra tengo uno de los primeros números. Veía que los pacientes a los que atendía dentro de mi especialidad de Digestivo eran cada vez más mayores y me parecía un mundo diferente. La Sociedad Española de Geriatría me concedió una beca que disfruté, en el sentido amplio de la palabra, en el antiguo Hospital San Jorge de Zaragoza con el equipo del Dr. Perlado que me amplió el horizonte de tal manera que me impulsó a seguir profundizando en el estudio de un mundo que hasta entonces solo intuía y que al final, me llevó a la Universidad de Salamanca.