La adicción a comprar


(1) Olga Arbeo Ruiz , (2) Juan José Castiella Jusué y (3) Juan Carlos Oria Mundín

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Yolanda está agotada pero feliz. Ha disfrutado del viaje a su ciudad soñada, NuevaYork, pero esta vez como lo había programado.Recuerda cómo hace diez años hizo el mismo viaje con su marido y unos amigos. Había programado lo mismo que en este, pero ella no vio casi nada,salvo los grandes almacenes de los que no salió: Century 21, Syms, Daffy’s. Nada de buenos restaurantes.

Sólo tenía tiempo para perritos calientes y algún café cuando se sentaba repleta de bolsas. De camino al hotel para encontrarse con su marido siempre veía algo que le interesaba y sentía el impulso irrefrenable por comprarlo; le telefoneaba y excusaba su retraso. Unas veces compraba cosas distinguidas para demostrar su poder adquisitivo y buen gusto ante sus amigas, pero otras eran baratijas que no necesitaba o ya tenía. En el hotel, encontraba a su marido enfadado por su ausencia y sin comprender su actitud. Yolanda recuerda ese amargo sentimiento de culpa que aparecía de inmediato y las lágrimas derramadas en soledad cuando se preguntaba a sí misma porqué había vuelto a repetir lo que tantas veces se había prometido evitar. ¿Dónde estaba ahora el optimismo, la seguridad y el bienestar que tanto perseguía cuando pensaba en adquirir cosas? Tardaron un año en recuperarse de aquella sobredosis de compras, pero fue el punto y final de la adicción de Yolanda. Alguna vez todos hemos caído en las ‘psicocompras’, para sustituir un vacío, ansiedad o estrés por manos cargadas de bolsas que nos hacen sentir mejor momentáneamente. Existe una estrecha relación entre el estado emocional y la compra compulsiva, asociándose esta última principalmente con sentimientos de soledad, enfado, frustración o felicidad.

Definimos la compra compulsiva como la urgencia irresistible de comprar, seguida de un alivio de la tensión. Esta conducta no desaparece a pesar de las graves consecuencias que suele conllevar: problemas personales, conyugales y familiares e importantes problemas económicos. La “urgencia irresistible de comprar” se presenta por término medio unas tres o cuatro veces por semana, con una duración media de los episodios de una a cinco horas. Generalmente sigue una sensación de gratificación, felicidad y alivio de la tensión, pero al poco tiempo aparecen sentimientos de culpa, enfado o tristeza.

Conducta adictiva

Esta adicción psicológica es una conducta que, siendo en un inicio placentera, llega a ser adictiva al experimentar la persona un alivio de su malestar tras realizar la compra. Esto en psicología se llama reforzador negativo. Existe un constructo neuropsicológico que explica estas conductas: nuestro deseo de compra activa las áreas cerebrales relacionadas con los circuitos de recompensa. Cuando consideramos el precio excesivo se activa la zona del cerebro conocida como ínsula, momento en el que se inhiben los mencionados circuitos de recompensa. Es decir, valoramos que ese comportamiento placentero de comprar es menor que el desagrado que nos produce gastar el dinero, por lo tanto lo probable es que no compense adquirir el objeto y desistamos de comprar. En las personas que presentan esta adicción, no se produce la inhibición necesaria, manteniéndose la activación de las zonas del placer y recompensa emocional ante la conducta de compra compulsiva.

Según diversas investigaciones esta adicción afecta a entre el 1% y el 5% de los europeos; 9 de cada 10 son mujeres, pero se está detectando un aumento en varones (quienes prefieren artículos tecnológicos). Esta conducta suele comenzar hacia los 17-18 años, alcanzando el nivel de problema entre los 28-30 años. Una adicción que se da sobre todo en periodos de alto consumo, como las rebajas (se acercan las de julio), las vacaciones y navidades. Los adictos al ‘shopping’ disfrutan más con el acto de comprar que con lo que adquieren y les asalta después un sentimiento de culpa y tristeza por haberse pasado de la raya. Piensan en no repetirlo y en cómo justificaran los gastos. Si bien en un inicio no somos compradores compulsivos, el modelo de sociedad consumista y el impacto de la publicidad puede llegar a desencadenar en algunas personas este comportamiento de graves consecuencias por la pérdida de control de la voluntad. Para ello, las empresas invierten grandes cantidades de dinero en campañas publicitarias durante todo el año y en todos los medios de manera persistente y machacona. Sin embargo, no olvidemos que ni todas estas técnicas de venta, ni los miles de millones de euros destinados a publicidad, tienen nada que hacer si empleamos la inteligencia y capacidad de elección en nuestro propio interés.

Tratamiento

Hoy en día existen tratamientos para las situaciones más problemáticas que obtienen buenos resultados, principalmente, terapias psicológicas cognitivo-conductuales individuales y grupales, donde se mejora la autoestima y el control de los impulsos, combinados con psicofármacos: antidepresivos, ansiolíticos, estabilizadores del humor o antipsicóticos.

En todo caso, el mejor tratamiento es la prevención y ahí cada uno tenemos en nuestra mano la posibilidad de decidir sobre nuestra conducta y control. Bastaría con tener en cuenta estas sencillas pautas (Dr. F. Alonso-Fernandez):

  • No compre cuando esté en “horas bajas”, tenga hambre o esté cansada/o.
  • En momentos de euforia procure divertirse en lugares alejados de grandes almacenes o tiendas.
  • Compre sólo los artículos incluidos en la lista que ha preparado tranquilamente en su casa.
  • Procure hacer las compras acompañada/o de otra persona.
  • Intente pagar con dinero en metálico y restrinja en lo posible las tarjetas de crédito.

Sigamos disfrutando de las posibilidades que nos ofrece nuestra sociedad, pero valoremos los riesgos de descontrol de nuestras conductas sin dejarnos engañar buscando trocitos de felicidad en estanterías, perchas o páginas web. La sensación de felicidad no está fuera, sino en cada persona.