La atención como concepto neuropsicológico


Fermin Goñi Sáez. Psicólogo clínico. Director Científico de Fundación Argibide

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Tanto la psiquiatría como la psicología clínica hacen uso -a la hora de explicar las manifestaciones psicopatológicas- de términos que forman parte del lenguaje popular. Un caso paradigmático es el término “atención”; de hecho, la RAE define “atender” de la siguiente forma: aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible.

Conceptos científico-clínicos

El uso popular del término atención forma parte de nuestro entorno comunicativo diario (“nunca presta atención”, “se distrae con una mosca”, “está en Babia”…), sin embargo, para poder identificar, explicar, clasificar, pronosticar, y tratar las manifestaciones psicopatológicas de la atención (objetivos básicos de las disciplinas científico-clínicas) resulta necesario distanciarse del significado que proporciona el lenguaje popular con el objetivo de elaborar un constructo válido. Es decir, una representación lo más exacta posible de la realidad que se quiere explicar.

La atención y la neuropsicología

En la actualidad, la capacidad atencional está siendo científicamente modelizada por la neuropsicología. Uno de los modelos más utilizados (tanto en psiquiatría como en psicología clínica) y que tuvo su origen en el tratamiento y la investigación con pacientes con daño cerebral es el modelo de Sohlberg y Mateer.

Los subtipos atencionales de este modelo jerárquico -en el cual la complejidad del proceso atencional aumenta a medida que se incrementa la complejidad de la tarea- son:
• Arousal: actividad general del organismo (estar despierto y mantenerse alerta) que implica la capacidad de seguir estímulos.
• Atención focalizada: habilidad para enfocar la atención a un estímulo determinado. Permite orientar la atención hacia estímulos visuales, auditivos o táctiles específicos.
• Atención sostenida: capacidad de mantener una respuesta de forma consistente durante un periodo de tiempo prolongado (ejecución de actividades continuas y repetitivas). Sus dos subcomponentes son la vigilancia (tareas de detección) y la concentración (otras tareas cognitivas).
• Atención selectiva: capacidad para (i) seleccionar, del escenario estimular, la información relevante para el procesamiento apropiado, (ii) e inhibir estímulos irrelevantes mientras se atiende a los que han sido seleccionados.
• Atención alternante: capacidad que permite cambiar (flexibilidad cognitiva) el foco atencional de manera continua en tareas que tienen requerimientos cognoscitivos diferentes, controlando qué información es procesada en cada momento.
• Atención dividida: capacidad para responder simultáneamente a varias tareas o demandas del ambiente. Permite realizar la selección de más de una información a la vez o de más un proceso simultáneamente.

Los modelos científico-clínicos posibilitan explorar la realidad con herramientas conceptuales más potentes que el lenguaje popular: básico para la comunicación humana pero escasamente preciso y excesivamente equívoco para la representación válida de la psicopatología en general y de los procesos atencionales en particular.