Me duele el pulgar ¿qué puedo hacer?


Gema Galindo Morales y Susana Sánchez Navarro. Fisioterapeutas. Atención Primaria Sector III. Zaragoza. Elsa Mallor López. Fisioterapeuta. Hospital San Jorge. Huesca. Noelia Aguirre Abadía. Enfermera. Atención Primaria Sector III. Zaragoza

Print Friendly, PDF & Email
Una de las causas más comunes de dolor en la base del pulgar es la artrosis de la articulación que une toda la columna del dedo pulgar (o primer dedo de la mano) a la muñeca.

Esta articulación se llama articulación trapezometacarpiana (ATMC) ya que une el hueso trapecio (que pertenece al carpo) al primer hueso del metacarpo y es una articulación que juega un papel fundamental ya que gran parte de las actividades que realizamos con nuestras manos implican el movimiento del dedo pulgar.
La artrosis o desgaste del cartílago de la articulación del pulgar también es conocida con el nombre de rizartrosis. Es más frecuente en mayores de 65 años, en mujeres y en la mano dominante.
En un gran porcentaje de los casos este desgaste es fisiológico, es decir, sobreviene con la edad al igual que la artrosis de rodilla o columna. Sin embargo, hay algunos factores que influyen y aumentan la probabilidad de padecer un grado más avanzado de desgaste articular del pulgar: factores genéticos, sedentarismo, movimientos repetitivos con el pulgar, carga de peso en ambas manos… Por este motivo está relacionado con algunas profesiones o actividades como por ejemplo hostelería, limpieza, peluquería, modistas, etc.
Cuando aparecen los síntomas el paciente siente dolor en el pulgar en mayor o menor grado cuando realiza gestos que implican el movimiento de este dedo. Además, puede manifestar rigidez e incapacidad funcional para hacer ciertas actividades como por ejemplo sujetar objetos (sobre todo si son pesados), coser, cocinar, abrir con la llave, etc.
Con el tiempo, se puede sentir pérdida de fuerza al hacer la pinza (gesto que implica coger un objeto entre el pulgar y otro dedo de la mano) e incluso se puede producir una deformidad de la articulación que se visualiza con una prominencia mayor o menor en la base del pulgar.

Tratamiento

Como cualquier otra patología artrósica, el mejor tratamiento es una buena prevención mediante el uso racional de los pulgares, evitando los movimientos repetitivos (por ejemplo, en el uso de los dispositivos móviles) y la carga de peso entre el pulgar y el resto de los dedos (por ejemplo, gesto de sujetar una sartén).
Si a pesar de ello aparece la clínica, el tratamiento irá encaminado a reducir el dolor y frenar su progresión. Para ello, deberíamos consultar a nuestro médico para tomar analgésicos o antiinflamatorios si es necesario, reducir el uso del pulgar y ponernos en manos de un fisioterapeuta para recibir tratamiento.
Algunos consejos para reducir la carga en el pulgar en nuestras actividades diarias son: utilizar toda la mano para sujetar objetos y no hacerlo solo entre el pulgar y el resto de dedos, no cargar excesivo peso en las manos, usar objetos ligeros y evitar realizar movimientos repetitivos, sobre todo la pinza del pulgar.
El tratamiento fisioterápico es variado y depende del grado de afectación y clínica. Puede consistir en el uso de electroterapia, ultrasonidos, vendajes (funcional) que coloquen en posición de reposo la articulación y/o limiten el uso del pulgar para reducir la carga en la misma, ejercicios de estiramiento y fortalecimiento de la musculatura de la mano, etc.
También es muy útil el uso de dispositivos ortopédicos o férulas. Las más comunes son las de tejido elástico que sujetan pulgar y muñeca y disponen de un fleje metálico que se dispone a lo largo de toda la columna del pulgar y limita parcialmente su movimiento a la vez que coloca la articulación en posición de reposo aliviando el dolor. Estas férulas pueden adquirirse en farmacias especializadas u ortopedias y es importante probarlas para asegurarse de que la talla es adecuada y se adaptan bien a nuestra mano. Su uso depende del grado de dolor: pueden utilizarse de forma continua durante un periodo de tiempo, solo durante las actividades o solo durante el reposo nocturno.
Si a pesar de todo persisten y/o se intensifican las molestias, la consulta con el traumatólogo valorará la posibilidad de una cirugía.