En el siglo pasado las mujeres no podían llevar pantalones y por eso no eran menos mujeres. En este siglo no podemos abrazarnos y eso no significa que no nos queramos.
Queridos lectores, echando la vista atrás me doy cuenta, que, a lo largo de la historia, hemos evolucionado y asimilado formas de actuar que al final pasan a formar parte de nuestras costumbres, de nuestra cultura. Por ejemplo, nuestras hijas no entienden por qué a sus abuelas no les permitían llevar pantalones.
En esta sociedad en la que éramos tanto de abrazarnos y besarnos cada vez que nos encontrábamos, hemos tenido que pasar, forzados por la pandemia, a saludarnos con el codo o con la mano en el pecho, o simplemente con nuestra voz, pues hasta las sonrisas están escondidas tras las mascarillas.
Pero no quiero ser pesimista, lo que deseo es presentaros los puntos positivos de todo esto. Otros inviernos por estas fechas oíamos, en los medios de comunicación, el número de fallecidos que había provocado la gripe, así como el número de personas hospitalizadas por neumonías ocasionadas por otros virus y bacterias. Este invierno, nadie se acuerda de la gripe porque apenas hay casos y también, gracias a que llevamos mascarillas, el número de catarros ha disminuido mucho. Por todo ello, doy las gracias a todas aquellas personas responsables que hacen un uso adecuado de las mascarillas y no las llevan de barbilla o de bufanda para abrigarse el cuello.
En lo que respecta a los niños, el año pasado antes de la llegada del coronavirus, las consultas de pediatría, así como el servicio de urgencias pediátricas, estaban saturadas de niños con bronquiolitis, amigdalitis, otitis, y otras muchas “itis” que, gracias a llevar las mascarillas, a la reducción de besos y achuchones, así como a relacionarnos con los convivientes, nos ha llevado a una disminución de casos y de fármacos que administrábamos a nuestros peques. ¿No les parece que merece la pena llevar mascarilla?
Así que ante este panorama no se olviden de sonreír, porque nos seguimos queriendo igual, aunque la manera de manifestarlo sea diferente, y porque sonreír estimula la segregación de endorfinas y se activa el sistema neurológico, respiratorio y cardiovascular. Las endorfinas hacen aumentar las defensas de nuestro organismo, protegiéndonos de cualquier enfermedad o virus.
Por todo ello no me queda más que despedirles con una gran sonrisa, esperando que sean responsables y que sigan queriéndose.