El poder terapéutico de la música es conocido por el ser humano desde los comienzos de su historia. En las antiguas civilizaciones de India, Grecia, Egipto o China, se recurría a la música en los procesos de curación de los enfermos. Y, en la edad contemporánea, en el país que más ha desarrollado esta disciplina es, con diferencia, Estados Unidos, donde se comenzó a trabajar con música con ex-combatientes de la Primera Guerra Mundial que padecían secuelas mentales y físicas.
Además de los EEUU como pioneros, actualmente, en países como Inglaterra, Argentina, Dinamarca, Francia (por citar algunos), la musicoterapia es reconocida oficialmente por las instituciones u organizaciones políticas, clínicas y académicas. En España todavía estamos en el camino de encontrar el reconocimiento científico y profesional, aunque cada vez son más los hospitales que están integrando la musicoterapia dentro de sus tratamientos con los pacientes tanto pediátricos como adultos.
Mejora la calidad de vida
Debemos destacar que la Musicoterapia NO pretende curar ni prolongar la vida, sino que trata de mejorar la calidad de vida de una persona, ayudándole a desarrollarse y a utilizar sus recursos. Para empezar, la persona que hace musicoterapia debe ser musicoterapeuta formado como tal (en España cursando un Máster especializado dentro de la Universidad), y la intervención se encuadra dentro de un proceso global de atención al paciente.
Las personas que reciben intervención musicoterapeútica no tienen por qué tener conocimientos musicales, y esta es una de las dudas más frecuentes que tienen los pacientes. Cuando entra con sus instrumentos en las habitaciones, el musicoterapeuta tiene un buen recibimiento, pero el familiar o paciente no cree que pueda beneficiarse puesto que no tiene habilidades o conocimientos musicales.
Otro error común suele ser pensar que sólo utilizamos música clásica, pero en las habitaciones suenan todos los estilos de música: clásica, jazz, gospel, country, folclore, rock, música popular…etc, dependiendo de los gustos de cada paciente.
En general se utilizan dos tipos de técnicas para poder abordar los objetivos propuestos, las técnicas activas o creativas y las técnicas pasivas o receptivas. Las activas/creativas hacen que el paciente esté activo, implica una acción externa o interna por parte del paciente (tocar un instrumento, bailar, o cantar). En cambio las pasivas / receptivas implican una acción interna de escuchar, sentir , imaginar…. recibiendo la música, escuchándola.
Resumiendo, el empleo terapeútico de la música se denomina MUSICOTERAPIA.
Terapia no farmacológica
En Teruel, en el Hospital San José, se ha implantado este tipo de terapia no farmacológica (TNF) en la Unidad de Cuidados Paliativos, siendo un centro pionero en la Comunidad Autónoma Aragonesa. Debido a los buenos resultados obtenidos, se firmó en 2016 un convenio de colaboración entre el Servicio Aragonés de Salud y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL). La experiencia vivida en el Hospital San José de Teruel ha mostrado que es una herramienta muy válida y que puede tener efectos positivos ante las necesidades de los pacientes y sus familiares. La iniciativa va a tener continuidad con diferentes proyectos de investigación. avalados por la SECPAL, y su implantación ofrece perspectivas esperanzadoras a la hora de reducir el uso de fármacos para el control de síntomas en estos enfermos.
En esta primera experiencia participaron un total de 19 pacientes, 14 hombres y 5 mujeres, de edades comprendidas entre 65 y 92 años. La media de sesiones por paciente fue sólo de 1 o 2 en total, y la duración de unos 5 a 15 minutos de media. En todo momento, las sesiones fueron individuales, en las propias habitaciones de los pacientes, acompañados de los familiares cuando así lo deseaban.
Puesto que era muy incierto que se pudiera tener varias sesiones con un mismo paciente, en la primera sesión la musicoterapeuta elaboraba una valoración basada en la observación, intentando conocer las necesidades, capacidades, recursos y potencialidades del paciente. Una cualidad muy destacable de la música es que se trata de un vehículo de comunicación no verbal que conecta muy directamente con la persona, y que permite y facilita el contacto, la interacción, el desarrollo personal y la comunicación en la relación terapeútica.
Menor percepción del dolor
Fue necesario trabajar el dolor, tan importante en esta etapa de la vida. La percepción del dolor está asociada a las emociones negativas y, en estos casos, la música se utiliza como estímulo positivo fuerte que centra la atención (sobre todo a través de la técnica de arrastre, un gran recurso dentro de los métodos receptivos). En esta técnica el musicoterapeuta, con música en directo (normalmente improvisada), observa la respiración, los gestos, movimientos, etc., del paciente, intentando conectar con la persona de la forma más pura y verdadera, con lo que ocurre en ese momento, sincronizando con el ritmo cardíaco y poco a poco ralentizando el ritmo, de modo que la frecuencia cardiaca y la respiración resonarán y cambiarán a un tempo más lento.
Los resultados apunta a que en aquellos casos en los que se trabajó el dolor, los pacientes mostraron una respiración mas rítmica y calmada, hubo menos muecas, espasmos y lamentos y menos apneas (en los casos en los que los pacientes dormían o estaban sedados).
Ante esta situación tan especial en la vida de una persona y su familia, es importante trabajar también la órbita emocional, intentando abrir diferentes canales de comunicación para ayudar al paciente a expresarse y facilitar la despedida con la familia. En un 55% de los casos fue necesario trabajar sobre la apertura de canales de comunicación. A través de la música (ya sea con técnicas más activas como cantar o tocar un instrumento accesible) el paciente hablaba sobre él y sobre su vida, pudiendo expresarse, encontrando un espacio donde sentirse contenido.
Siempre que la familia deseaba participar, se la incluía en las sesiones facilitando así la despedida. En un 80% de los casos se observó que a través de la intervención musicoterapeútica se entablaba una conversación entre el paciente y el/los familiares utilizando música significativa para el paciente, que en muchos casos era compartida con el familiar (la pareja) y se recordaban aspectos de la vida de ambos.
Al facilitarse la conversación, normalmente el familiar y el paciente tendían a acercarse, y a darse contacto físico. El familiar, en las sesiones de musicoterapia, se mostraba más unido al paciente, lo que creaba un clima más favorable para que el familiar expresara sus sentimientos.
Los resultados obtenidos apuntaron a un significativo aumento de la relajación del paciente, una estabilización de sus constantes vitales y una menor percepción del dolor, reduciendo el estrés y disminuyendo el sufrimiento, estableciendose además canales de comunicación que les permitieron expresarse y comunicarse con sus cuidadores principales, facilitando la despedida y propiciando duelos más naturales.
“Hasta el último aliento hay vida y la música es vida”