El síncope es un motivo de consulta médica frecuente entre la población general, tanto en atención primaria como en los servicios de urgencias. Suele hacerse sinónimo de pérdida de conciencia, pero esta anomalía –común tanto entre el lenguaje general como en el profesional- debe erradicarse, ya que un uso apropiado de la terminología es esencial para el correcto enfoque diagnóstico y terapéutico.
En la medicina actual se define síncope como la pérdida de conciencia transitoria, con recuperación espontánea, que se produce como consecuencia de una disminución de la perfusión cerebral. Es decir, para utilizar el término “síncope” la pérdida de conciencia debe estar causada por una disminución aguda y global del flujo sanguíneo que recibe el cerebro. Por tanto, cuadros semejantes en su presentación como por ejemplo una crisis epiléptica, no es un tipo de síncope aunque curse con pérdida de conciencia ya que se origina por un foco irritativo cerebral y no existe una disminución primaria del flujo sanguíneo de dicho órgano. Tampoco debe usarse el término síncope, cuando la pérdida de conciencia se debe a una hipoglucemia en un diabético (caída del nivel sanguíneo de glucosa), ya que al igual que en el ejemplo previo, tampoco hay descenso de la perfusión cerebral implicada en su causa.
Como puede intuirse de los comentarios previos, el síncope no es un diagnóstico en sí mismo, sino un “síntoma” que puede tener causas muy diversas y el tratamiento del síntoma depende siempre del mecanismo que lo origina, de ahí que resulte imprescindible filiar su origen para plantear un tratamiento específico y eficaz.
Causas principales de síncope
Los dos tipos más importantes de síncope son el vasovagal y el cardiogénico. El primero resalta por su alta prevalencia (frecuencia) entre la población y se denomina globalmente como reacción o síncope vasovagal en sus distintas variantes. Aunque puede resultar muy aparatoso y dar sensación de gravedad para el entorno que lo presencia su pronóstico es benigno. El segundo tipo principal de síncopes es el de origen cardíaco que destaca por sus potenciales y graves consecuencias. La mayoría de los síncopes de origen cardiogénico son consecuencia de arritmias y algunos de éstos pueden incluso ser predictores de una muerte súbita. Es fácil de entender que este grupo de síncopes originan una disminución del riego o perfusión cerebral simplemente porque el corazón deja de latir unos segundos o lo hace tan rápido que su contracción es inefectiva. En el síncope de origen cardíaco la instauración y resolución del cuadro suele ser brusca, sin existir el “pródromo” o preaviso característico del mecanismo vasovagal –el síncope cardiogénico será abordado en otro artículo.
Entre la población general la causa más frecuente de síncope es el causado por un mecanismo o reflejo vasovagal; es frecuente a cualquier edad, aunque la adolescencia es un periodo de especial incidencia. El pronóstico es benigno si bien puede ser recurrente y en tales casos incidir negativamente sobre la calidad de vida del individuo. En el síncope vasovagal la caída de la perfusión cerebral se debe a una bajada de tensión arterial como consecuencia de un reflejo anómalo en los mecanismos que controlan la tensión arterial y la frecuencia cardíaca. Las circunstancias en las que se desarrolla un cuadro vasovagal pueden ser muy diversas. Aunque es más frecuente su inicio en ambientes calurosos y cargados, en un contexto de deshidratación, aprehensión, etc , puede darse en cualquier situación en un individuo que se encuentra de pie o sentado. El dolor visceral intenso (cólico renal, por ejemplo) puede iniciar también este reflejo. Igualmente, tras una comida copiosa el organismo se encuentra en situación de predisposición vasovagal que puede favorecer estas reacciones –es lo que el lenguaje popular refería antaño como “corte de digestión”.
¿Por qué mecanismos se produce un mareo o síncope vasovagal ?
En personas predispuestas, la activación del reflejo (obviamente involuntario) inicia una dilatación de las arterias y venas en conjunción con un simultáneo enlentecimiento de la frecuencia cardíaca. La suma de ambos factores ocasiona una caída de la tensión arterial, generalmente progresiva que se asocia habitualmente con palidez, sudoración fría, visión borrosa, naúseas, etc y puede llegar a producir pérdida de conciencia y traumatismo por pérdida del tono postural.
La importancia cuantitativa de ambos mecanismos de vasodilatación (vasodepresor) y enlentecimiento del pulso (cardioinhibición) es variable entre los pacientes. Por regla general, el síncope vasovagal se presenta con los referidos síntomas que alertan al individuo de la inminencia del cuadro de mareo intenso o síncope. Este periodo previo (pródromos) suele durar entre 30 segundos y varios minutos pudiendo diferir ampliamente según circunstancias.
¿Qué medidas generales son útiles en una persona que sufre un cuadro vasovagal?
Lo primero y más eficaz es tumbarlo y levantarle las piernas e instarle a realizar medidas de contrapresión muscular (tensionar los brazos entrelazados, etc) en cuanto recupere conciencia. No tiene sentido en esos momentos administrar líquidos o azúcar. Al contrario, debe evitarse aspiración de contenido alimentario (volteando la cabeza) en caso de que la disminución parcial o total de conciencia curse con vómitos.
¿Cómo se previenen las recurrencias del síncope vasovagal?
Para la mayoría de casos no hay un tratamiento plenamente efectivo. Solo en casos excepcionales puede resultar útil un marcapasos en este tipo de síncopes. Tampoco se ha demostrado de forma consistente la eficacia de un fármaco concreto. Resulta eficaz, sin embargo, explicar al paciente una serie de normas generales de prevención y actuación como evitar deshidrataciones o adoptar un conjunto de actuaciones en cuanto se intuye el inicio de los síntomas previos o pródromos.
Podría concluirse que dadas las escasas posibilidades terapéuticas del síncope vasovagal lo más importante es realizar un diagnóstico positivo de confirmación del mecanismo originario del síncope.
Puntualizaciones en una persona con pérdidas de conciencia
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1. Determinar la causa Lo primero es definir si se trata realmente de un síncope o de otras causas de pérdida de conciencia. La historia clínica y los aspectos circunstanciales y desencadenantes del cuadro resultan fundamentales.
2. Excluir un origen cardiológico / arritmológico. Dado que no siempre se puede confirmar el mecanismo de un síncope, al menos debe excluirse un posible origen cardiológico, por sus implicaciones. En este sentido resulta fundamental descartar que el paciente padezca algún tipo de enfermedad cardíaca –manifiesta o subyacente.
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