En el año 2020 el tabaco fue el responsable de más de 7 millones de muertes en todo el mundo. Y no sólo no se espera que mejoren las cifras, es que las previsiones muestran que el número a finales de la década sobrepasará los 8 millones de muertes anuales. Actualmente la proporción de hombres fallecidos por el tabaco es mucho mayor que la de mujeres, pero la tendencia al incremento de consumo entre las mujeres, especialmente las más jóvenes, está llevando consigo el cierre progresivo de la brecha.
El consumo de tabaco incrementa el riesgo de muerte de formas muy diversas, desde el cáncer de pulmón, ampliamente conocido, hasta el ictus o el infarto agudo de miocardio, pasando por la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o múltiples otras localizaciones de cánceres.
Cáncer de pulmón
El cáncer de pulmón es la primera causa de muerte por cáncer en todo el mundo. Presenta unas tasas de supervivencia a los cinco años del diagnóstico de únicamente el 21%, o lo que es lo mismo, 4 de cada 5 pacientes habrán fallecido antes de que se cumplan 5 años de su diagnóstico.
El tabaco es el responsable de aproximadamente el 90% de los cánceres de pulmón. De hecho, el riesgo de desarrollar este tipo de cáncer es hasta 20 veces mayor en personas fumadoras que en las no fumadoras. El mecanismo es sencillo: cada inhalación de humo de tabaco que un fumador realiza contiene aproximadamente 60 sustancias cancerígenas que quedarán depositadas en sus pulmones y vía aérea.
Pero no sólo influye en su aparición, el tabaco también determinará en muchos casos el tipo de tumor y las opciones de tratamiento del paciente: un paciente con una función pulmonar muy deteriorada por un consumo prolongado de tabaco no será candidato a tratamientos agresivos que puedan poner su vida en un riesgo aún mayor, como por ejemplo una intervención quirúrgica que conlleve la resección de parte del pulmón.
Cáncer, ¿sólo de pulmón?
Por desgracia no sólo el cáncer de pulmón ve favorecida su aparición por el tabaco. Todas las zonas del cuerpo que entran en contacto con el humo presentan al tabaco como su principal factor de riesgo: nariz, labio, lengua, faringe, laringe…
Además, la inhalación y depósito de sustancias cancerígenas, con su consecuente metabolización en el organismo, es también un factor de riesgo que, en combinación con otros múltiples factores, favorecerá la aparición de cáncer en lugares distales sin contacto directo con el humo.
Está ampliamente probado que el tabaco actúa como factor de riesgo de cáncer de: esófago, estómago, colon, páncreas, mama, hígado, próstata, ovario, útero, vejiga y riñón.
Enfermedad cardiovascular
Se estima que más del 10% de las muertes por enfermedad cardiovascular son debidas al tabaco. Y en el caso de la población más joven, comprendida entre los 30 y los 45 años, la cifra aumenta hasta casi el 40%.
Los fumadores tienen, respecto a los no fumadores, el doble de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (ictus) y más del cuádruple de riesgo de sufrir una cardiopatía isquémica (infarto agudo de miocardio).
Tal y como ocurre en las patologías previas, el mecanismo también es ampliamente conocido: el humo del tabaco, y sus componentes, favorecen la aparición de coágulos y placas de ateroma en las arterias del corazón que dificultan el paso de la sangre, pudiendo llegar a provocar accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio.
Esta alteración vascular aparece en arterias y venas de muchas otras localizaciones del cuerpo, de ahí que muchos fumadores presenten alteraciones circulatorias también a otros niveles, principalmente en brazos y piernas.
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es, desde hace más de 30 años, la tercera causa de muerte en España, sólo por detrás de la enfermedad cerebrovascular y el cáncer. Si hay una enfermedad ligada al consumo de tabaco, más allá del cáncer de pulmón, esa es la EPOC.
El humo del tabaco es la principal causa de aparición de EPOC, siendo responsable de entre el 90-95% de los casos. No sólo los fumadores activos tienen un riesgo muy elevado de desarrollar la enfermedad, también aquellas personas que hayan sido expuestas a un ambiente de tabaquismo pasivo de manera prolongada (convivientes de fumadores, trabajadores de hostelería…) presentan un riesgo notablemente mayor de desarrollar la enfermedad.
Los síntomas más habituales de los pacientes con EPOC incluyen la tos, la dificultad respiratoria y la expectoración frecuente. Todos ellos empeoran con el tabaquismo, de ahí que la principal medida para mejorar la supervivencia y evolución de estos pacientes sea el cese inmediato del hábito tabáquico.
Los pacientes EPOC que, pese al diagnóstico de la enfermedad, no abandonan el tabaco presentan habitualmente: empeoramiento clínico mucho más rápido, peor calidad de vida, menor respuesta al tratamiento, complicaciones más frecuentes y letales, supervivencia disminuida, mayores comorbilidades asociadas…
Otras enfermedades respiratorias
El tabaco no sólo tiene efectos deletéreos en la salud respiratoria a medio-largo plazo, también es capaz de generar complicaciones y enfermedades de rápida aparición, o incluso agravar notablemente enfermedades preexistentes.
Múltiples estudios han demostrado que los fumadores tienen mayor riesgo de padecer infecciones respiratorias, desde un resfriado común a una tuberculosis o una neumonía. Y que además la evolución de estas patologías tiende a agravarse y prolongarse en el tiempo en comparación con los no fumadores.
Este aumento de riesgo es especialmente notable en el caso de la tuberculosis: los fumadores tienen más del doble de riesgo de contraer la enfermedad, además habitualmente presentan formas más diseminadas y complejas y las complicaciones son hasta 3 veces más frecuentes. Por último, tanto el riesgo de mortalidad por la enfermedad, como el deterioro funcional y la recaída, son también más del doble de frecuentes en la población fumadora.
Respecto a otras enfermedades respiratorias como por ejemplo el asma, si bien el tabaquismo no está reconocido como causa directa de aparición de asma, sí está ampliamente demostrada su capacidad de provocar, y agravar, crisis de la enfermedad (tanto por el consumo activo como por el pasivo). Además, los pacientes fumadores presentan peor respuesta al tratamiento y mayores requerimientos de medicación de rescate para control de su enfermedad.
Conclusión
Todo lo anteriormente expuesto no son más que los ejemplos más evidentes de los posibles efectos del tabaco sobre la salud. Una rápida búsqueda en internet permite darse cuenta de que el potencial daño es mucho mayor y a infinitos niveles de nuestro organismo.
Por todo ello, tras la lectura de nuestro artículo, animamos a los fumadores a reflexionar, sopesar los beneficios y riesgos y, finalmente, a tomar la decisión de elegir su salud. Hoy mejor que mañana es el momento de dejar de fumar, ¡ánimo!