¿Prevención del deterioro cognitivo?


Jorge López Pérez. Centro de Psicología Sanitaria Crespo Rospir. Sección Neuropsicología (Zaragoza) Doctorando Dpto. Psicología Básica I. Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid)

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La concienciación sobre la Enfermedad de Alzheimer (en adelante, EA) y otras demencias está provocando que la población tenga mayor interés en conocer formas de evitar desarrollar síndromes caracterizados por deterioro cognitivo (en adelante, DC).

Por DC entendemos toda disminución de nuestras facultades mentales (memoria, razonamiento, lenguaje, etc.) respecto a un funcionamiento previo. Mientras que existe un DC no patológico asociado a la edad que se considera dentro de los parámetros normales, existe un DC que excede a lo esperable para la edad y afecta a la autonomía de la persona. Dentro de este tipo encontramos el Deterioro Cognitivo Ligero (DCL), en el que la afectación en las actividades de la vida diaria son mínimas, y la Demencia, en la que la afectación de estas mismas actividades es apreciable respecto a un nivel de funcionamiento anterior. (Ver Fig.1)

Fig. 1. Continuo cognitivo y funcional en el envejecimiento patológico.

Recientemente se publicó el Informe Mundial sobre el Alzheimer (ADI, 2015) sobre el impacto global de la demencia y la estimación fue que en el mundo había 46 millones de personas con demencia; dato que habrá aumentado a día de hoy, pues cada tres segundos se da un nuevo caso. La estimación actual es que haya 74,7 millones de personas con demencia en 2030 y 131,5 en 2050. Nos encontramos ante un problema de dimensiones globales. Parafraseando a Glenn Rees y Stuart Fletcher en dicho informe:
“Dada la escala epidémica de la demencia, sin perspectiva de cura en el horizonte y una población global envejecida, llamamos a los gobiernos y la sociedad a jugar un papel activo en la ayuda para crear un mundo en el que las personas puedan disfrutar de una mejor calidad de vida y también una reducción del riesgo de la futuras generaciones” (p. 1)

La pregunta es clara: ¿Cómo podemos reducir el riesgo de demencia entendiendo por ésta la máxima expresión del DC?

Prevención. Podemos hablar de prevención primaria, cuyo objetivo es reducir el número de casos de demencia interviniendo antes de que ésta se inicie, promoviendo la iniciación y mantenimiento de una buena salud o eliminando causas potenciales de la enfermedad. También se puede aplicar prevención secundaria, siendo su objetivo prevenir la enfermedad en su fase más temprana para disminuir su progreso a una fase más evidente. Finalmente, la prevención terciaria hace referencia a manejar la manifestación de la enfermedad y sus complicaciones y maximizar la calidad de vida. En este artículo nos centraremos en la prevención primaria.

Factores de riesgo y de protección. Un factor de riesgo (en adelante, FR) es toda circunstancia o situación que aumenta las probabilidades de una persona de contraer una enfermedad o cualquier otro problema de salud. Por ejemplo, fumar aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, etc.
Dentro de los FR existe una distinción en función de si se pueden modificar o no. Por ejemplo, la edad es un FR para el desarrollo de demencia y representa un FR no modificable, no podemos alterar nuestra edad. Otro FR no modificable es la genética, si somos portadores de uno o dos alelos ɛ4 tendremos más posibilidades de desarrollar la EA respecto a aquellas personas que no son portadoras de ningún alelo ɛ4. Otros FR no modificables hacen referencia a circunstancias acontecidas durante el periodo prenatal.

Factores de riesgo en los que se puede intervenir

Por otra parte, existe una serie de FR modificables sobre los cuales se puede ejercer intervención de prevención primaria. En 2011 Barnes y Yaffe publicaron un estudio donde señalaban que existen siete FR para el desarrollo de la EA: diabetes, hipertensión, obesidad, tabaquismo, depresión, baja actividad cognitiva y baja actividad física; y estimaron que la reducción de estos FR podría suponer una reducción de un 30-50% de los casos de la EA.
No todos los FR tienen el mismo efecto en el tiempo sino que dependen de la edad de exposición y por ello suponen “ventanas de oportunidad” para desarrollar prevención primaria.
De acuerdo con el modelo propuesto por Muller y cols. (2014), el riesgo de demencia y factores protectores puede entenderse de una forma más precisa desde enfoques que abarquen todo el ciclo vital (Ver Fig. 2).

Fig.2 Periodos críticos para el envejecimiento cerebral (Adaptado de Muller et al. 2014). IVC: Índice de Volumen Cerebral; SG: Sustancia Gris; SB: Sustancia Blanca.

Tal y como podemos ver en la Fig.2, algunos FR no modificables pueden comenzar en el periodo perinatal (antes del nacimiento). Así, factores como el mal funcionamiento de la placenta o la malnutrición materna podrían provocar un bajo peso al nacer y esto, junto a un bajo nivel educativo, puede ser un FR para el funcionamiento cognitivo en edades avanzadas de la vida.
Durante la infancia y adolescencia cabe señalar que unas condiciones socioeconómicas bajas pueden contribuir como FR. Por ejemplo, es más probable de condiciones socioeconómicas bajas hábitos nutricionales deficientes. Sin embargo, la educación es un factor protector contra la demencia. En la infancia, y alcanzando su máxima consolidación durante la edad adulta, la educación fomenta la reserva cerebral y cognitiva, ambos mecanismos compensatorios del cerebro ante posibles patologías (en términos generales, a mayor reserva cerebral mayor capacidad de compensar una lesión cerebral).

Estilo de vida y riesgo cardiovascular

En la edad adulta la investigación de los últimos años sobre FR y de protección de la demencia se ha centrado en dos grandes bloques: los factores asociados al estilo de vida y los factores de riesgo cardiovascular. Sobre el primer tipo, se puede destacar que el tabaquismo se ha asociado con mayor riesgo de desarrollar demencia. Sin embargo, es necesario señalar que las personas ex fumadoras tienen el mismo riesgo de desarrollar demencia que las personas que no han fumado nunca. La baja actividad física es un FR para el desarrollo de demencia, posiblemente debido a que permite la aparición de factores de riesgo cardiovascular. Por su parte la baja actividad cognitiva hace que la reserva cognitiva no se desarrolle y nuestro mecanismo compensatorio potencial contra una hipotética lesión cerebral no alcance su máxima extensión. En parte, este mecanismo es el responsable de que exista ese desfase temporal entre el nivel neuropatológico de la EA y su sintomatología clínica. Los factores de riesgo cardiovascular engloban una serie de factores modificables como son: dislipidemia, hipertensión, diabetes, obesidad y tabaquismo. Estos FR suelen comenzar en la edad media de la vida y son más prevalentes con la edad. Su mecanismo de acción es aumentar la probabilidad de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares, estos últimos predisponen al inicio de la demencia. Muchos de ellos pueden estar relacionados (por ejemplo, obesidad y diabetes mellitus tipo II) y pueden agravarse con hábitos de vida poco saludables (nutrición basada en productos hipercalóricos ricos en grasas saturadas y poco ejercicio físico).
Por ello, unos hábitos de vida saludables que prevengan la aparición de factores de riesgo cardiovascular (dejar de fumar, actividad física, control de la obesidad) y la estimulación de nuestra actividad cognitiva (aprender un idioma, aprender a tocar un instrumento musical, etc.) nos pueden ayudar a ejercer una prevención primaria sobre la demencia, de forma que si vamos a desarrollar alguna forma de DC más allá de lo esperado para la edad, sea lo más tarde posible.