Me pregunto qué debe sentir una persona mayor, al tener que empezar a encajar las típicas prohibiciones justificadas en que son buenas para su salud. Muchas de esas restricciones tienen que ver con la alimentación. Después de toda una vida, obligarse a limitar el consumo de ciertos alimentos cotidianos, no debe de ser plato de buen gusto para nadie. De ahí, que muchas personas se resistan a asumir determinados cambios necesarios.
De modo consciente o inconsciente, a veces, se pone en juego la salud por insistir en mantener un modo de alimentación y de vida.
El pan en la mesa, un motivo de alegría
Mucho o poco, todos comemos pan. Para la mayoría, el pan es un valor añadido en cualquier comida. Por ello, me parece interesante defender con argumentos el porqué de recomendar comer pan a diario, en concreto, en el caso de las personas mayores:
- El pan es un alimento que contribuye a equilibrar la balanza energética. Su riqueza en hidratos de carbono compensa el aporte de proteínas y grasas de los alimentos de origen animal. Por este motivo, su consumo debe ser regular a todas las edades.
- El pan es fuente de de minerales y vitaminas que regulan innumerables acciones dentro del organismo.
- La fibra extra que aporta el pan integral puede suponer una medida eficaz contra el estreñimiento. Las personas mayores son especialmente susceptibles de padecerlo, debido a una serie de circunstancias bastante comunes en este colectivo: baja ingesta de fibra dietética y de líquidos, así como una escasa o disminuida actividad física. Si además de estimular la práctica de ejercicio físico, conseguimos mejorar la ingesta de agua y el consumo de frutas y hortalizas y añadir el pan integral, el efecto sumario de todo ello resultaría muy efectivo para la regularidad del tránsito intestinal.
- El pan es un alimento apropiado para acompañar cualquiera de las comidas que habitualmente hacemos a lo largo del día. El desayuno, por supuesto, porque debe de estar dotado de alimentos energéticos que aportan el vigor necesario para sobrellevar la actividad de la mañana y que, al mismo tiempo, sean digestivos. Por otro lado, tradicionalmente, el pan en la comida y la cena es un punto de apoyo incondicional. Finalmente, la presencia del pan en el almuerzo o en la merienda dependerá de las horas que transcurren entre las comidas principales y el tipo de actividad que se desarrolla en estos horarios.
- El pan es una aliado para aquellas personas que necesitan sentir plenitud con las comidas. Hay personas que con la edad, no pierden el apetito. En estos casos, se recomienda un consumo de pan moderado y adecuado al gasto energético de cada persona y, algo muy importante, repartido equitativamente a lo largo del día. Sin embargo, otras muchas personas, con el paso del tiempo notan que la disminución de la actividad física afecta a las ganas de comer. No conviene que el gusto por el pan, haga menguar la ingesta de otros alimentos, también necesarios para el organismo. Así, la ración de pan que acompañe a las comidas principales deberá ser más pequeña, o se evitará, en favor del almuerzo o de la merienda. Tampoco se recomienda empezar a comer pan antes de comer o cenar, mientras se espera a que llegue el primer plato, porque puede llenar más de la cuenta.
- Hoy en día, el variado surtido de panes que podemos encontrar, facilita que podamos adaptar su consumo a las necesidades concretas en cada caso. Me refiero, por ejemplo, a la dificultad masticatoria y falta de producción de saliva que muchas personas mayores padecen y que limitan el consumo de alimentos secos y de textura más bien dura. Existen variedades de pan con menos corteza, que combinados con alimentos jugosos, permiten una ingesta adecuada de pan. Es la ventaja de disponer de tanta variedad.
- El pan no está contraindicado en las dietas de control de peso. Estudios recientes demuestran lo contrario. Las personas mayores con obesidad o sobrepeso deben de mantener un consumo de pan regular, aunque moderado, a diario. Es prioritario restringir los dulces, bebidas azucaradas y bebidas alcohólicas, antes de tomar medidas que afectan al consumo de alimentos básicos y cuya falta en la dieta diaria, puede conllevar una mayor apetencia por comer alimentos poco saludables.
- También el pan debe formar parte de la dieta de las personas que padecen diabetes tipo I o tipo II. En estos casos, es fundamental respetar la cantidad de pan que se considera por ración, así como el número de raciones a repartir en cada comida. En todo caso, es necesario conseguir un correcto control de la glucemia en sangre.