Ahora que empieza el año, la época de los buenos propósitos, raro es quien escapa de la tentación de intentar mejorar sus hábitos.Quien no decide dejar de fumar intenta abandonar las grasas, el estrés o cualquier otro tipo de factor que considere nocivo para su salud o su imagen.
Aunque sería sencillo ponderar aquí las bondades de la moderación en temas dietéticos (leí una vez que cuando un navarro se va de cena toma tanta carne como un nigeriano en un mes), en consumo de alcohol o en evitar el tabaquismo, nos centraremos sólo en uno de los propósitos más frecuentes en estas fechas: el ejercicio físico. Es sobradamente conocido que estamos en unas fechas en las que las matriculaciones en los gimnasios se disparan para, desgraciadamente, ir desinflándose poco a poco para volver a valores habituales en pocos meses. Los excesos de las fiestas, esos kilos de más que notamos adheridos a nuestro ombligo y la sensación de que cada día nos movemos menos hacen que el personal se anime a intentar ponerle remedio.
Desde estas líneas intentaremos dar unas normas elementales para elegir la mejor opción para que la cosa no quede en una mera declaración de intenciones.
Lo primero sería descartar actividades perjudiciales para la salud. Cada persona es un mundo y, en función de su historial médico deberá empezar a elegir. Ante cualquier duda deberá acudir al médico y consultarlo. No es lo mismo escoger deporte para un diabético, un hipertenso o un obeso. En caso de cualquier patología, será el médico el que deba si no prescribir, sí al menos asesorar sobre el tema. Como norma general y sin entrar en casos particulares, las actividades más recomendables serán las aeróbicas. Ejercicios de intensidad media mantenida y larga duración. Básicamente correr, nadar o andar en bicicleta. En caso de sobrepeso o problemas articulares en extremidades inferiores hay que tener en cuenta que en el agua pesamos mucho menos y que en la bici el peso lo soporta el sillín.
Recordar que existen clases de gimnasia de mantenimiento, aerobic, diferentes tipos de bailes y danzas, aquaerobic, spining y similares, que nos permiten hacer ejercicio en compañía y bajo la supervisión de un monitor. Se trata de actividades divertidas, dinámicas, que favorecen las relaciones sociales y con los suficientes niveles como para cubrir las posibilidades de la mayoría. Bastará con que nos cercioremos de la capacidad y aptitud del monitor.
En caso de que nuestra salud nos lo permita y nuestros gustos vayan por otros derroteros siempre nos quedan los deportes con un cierto componente competitivo, el que nosotros queramos darle (el exceso es siempre perjudicial), tales como el fútbol, el baloncesto, la pelota o el squash. Recordar que cuantas más variables introduzcamos (pelotas, raquetas, contrarios que pueden chocar o movimientos y gestos imprevistos), más posibilidades de lesión se presentan.
A modo de resumen: debemos buscar nuestra actividad idónea según sean nuestras posibilidades y gustos, consultar con los expertos y conseguir que el ejercicio físico se convierta en una costumbre, en algo tan natural como cepillarnos los dientes después de las comidas, de forma que cuando no podamos hacerlo sintamos que nos falta algo, que se nos olvida algo. Y que ese algo sea divertido.