Consideramos despistes a posibles fallos o anomalías de comportamiento, debidos a pérdidas de atención, a no darse cuenta de lo que acontece a su alrededor, a “no estar en lo que se celebra”. Si todos fuéramos inteligentes, ordenados, con experiencia y pusiéramos nuestros cinco sentidos en lo que acontece en el entorno, habría menos despistes, pero la vida sería infinitamente más aburrida.
Antes de entrar en una sonrisa fácil y en una lectura amable de despistes, sería interesante relativizar el supuesto drama del despistado. Digamos para empezar que algunos despistes han sido la salvación de la humanidad; Fleming descubrió la penicilina después de dejar abandonado unos cultivos en su laboratorio.
Pasemos por alto los despistes ocasionales geniales y ahondemos en los despistes del resto de los mortales. A los grandes genios, el despiste les ocurre con cierta frecuencia. Su poder de concentración en un tema es tan importante que descuidan otros. Cuentan de Einstein que un día sorprendió a una niña muy bonita en los alrededores de su casa y que le preguntó: ¿Cómo te apellidas? Y ella le contestó: – Me apellido Einstein, papá-. También cuentan de Wiemer (padre de la cibernética), que una tarde se paró a hablar con una alumna en la calle. Al cabo de un rato le preguntó a la alumna:- ¿De qué lado venía cuando nos hemos parado a conversar? Y como ella le señalara una dirección, concluyó: -¡Ah!, entonces iba a cenar-.
A veces se puede ser despistado sin ser genio, y el mecanismo es parecido. Ocurre a personas que viven en su mundo, con ideas fijas y no están en lo que celebran: Un industrial de Jaén llegó al hotel y pidió una habitación con vistas al mar. –Señor estamos en Segovia-, contestó aturdido el encargado de admisión. -Vaya ya me he vuelto a equivocar de tren-, contestó resignado el viajero.
Y es que no cabe la menor duda que los genios, suelen ser excéntricos, a veces simpáticos y sencillos, habitantes de unos mundos fantasmas y proclives al despiste. Concedamos una bula a los sabios y a los que viven permanentemente en la estratosfera. Y también a los que viven bajo estrés, prisas, atolondramiento, a los inexpertos, a los ignorantes; no vamos a cansarles con desfases más o menos simpáticos de sus vidas, solo esperar que nuevas coyunturas les ayuden a superar sus respectivas situaciones.
A nosotros nos preocupan los despistes de las personas mayores. Es típico en ellos no encontrar las llaves de casa, ni las gafas, echar sal al café en lugar del azúcar, salir a la calle en zapatillas, ponerse los pantalones antes que los calzoncillos, ducharse con los calcetines puestos, abrir la nevera y no recordar que habían venido a coger; olvidar las fechas de los santos de los hijos.
Gadner describió hace pocos años la teoría de las inteligencias múltiples. Desde entonces sabemos que la inteligencia es la resultante de la combinación de 7 u 8 habilidades; y que la inteligencia de los mayores no es ni peor ni mejor que la de los jóvenes, solamente es diferente. Las habilidades se combinan de otra manera en los adultos mayores y la resultante es entre otras facetas, una mayor capacidad de análisis, con la utilización de un menor número de elementos.
La memoria es otra cualidad alterada en los mayores, sobre todo la memoria reciente; estos recuerdan las cosas de la infancia y les cuesta evocar lo que ha pasado hace diez minutos. Desde Atkinson conocemos que existen tres niveles de almacenamiento de la memoria, y que en los adultos mayores hay una mayor tendencia a la falta de comunicación de los niveles.
Valgan estas explicaciones para desenmascarar algunos conceptos equivocados. El deterioro mental es un proceso que puede afectar al 10% de la población añosa, pero no se debe confundir con los despistes o las dificultades de memoria que pueden incidir de alguna manera en el 90% restante. Los despistes de mayores son resultado de variaciones cualitativas de las habilidades de la inteligencia y de la memoria, de priorizar unas cosas sobre otras, y del nivel de atención.
Un grupo viajero del Inserso ofrecía cacahuetes pelados, al joven conductor que les llevaba en autobús. El chófer agradecía las continuas invitaciones de los mayores y en un momento determinado les dijo que ya no tomaría más, que no quería dejarles sin cacahuetes pelados. Ellos le contestaron que les sobraban muchos. El motivo era claro: andaban mal de dentadura, chupaban el chocolate del conguito sin comer el cacahuete, por eso convidaban. El más hablador del grupo le dijo al conductor del autobús, que no tuviera reparos en comérselos, que ellos estaban nadando en la “ambulancia”.
Don Manuel era un señor honorable, propietario de un pequeño coche de muchos años, mal cuidado, con numerosos pequeños rasponazos y bollos. Había cogido la costumbre de dejarlo aparcado junto a los contenedores de la basura. Pensaba que la grúa no se lo llevaría nunca, porque al verlo en ese lugar, creerían los funcionarios municipales que efectivamente lo había abandonado definitivamente. El supuesto despiste le duró mucho tiempo, hasta el día que se dejó las llaves dentro con el coche en marcha.
Algunos trucos sencillos podían colaborar en el envejecimiento saludable de los mayores. El procedimiento más natural sería apuntar las cosas en una agenda o junto al frigorífico o recomendar el aviso al teléfono móvil.
Un segundo truco consistiría en disponer de un lugar específico para dejar siempre las mismas cosas en los mismos sitios, las llaves en un cajón de llaves, las gafas en la mesilla de noche; es decir, de ordenar las cosas con un poco de método.
A la altura de los últimos conocimientos sobre la memoria y la inteligencia, el mejor procedimiento para evitar despistes sería hacer ejercicios sencillos de gimnasia mental. Se puede mejorar la atención y la memoria con la práctica de algunos juegos, como hacer crucigramas, solitarios o jugar al ajedrez. La Informática, Internet y las Aulas de Humanidades y otras ciencias deberían estar en la agenda de los mayores.
Recordemos la opinión de un filósofo moderno. Uno sigue siendo joven, mientras sea capaz de incorporar cosas nuevas en su vida. Añadamos que con despistes o sin ellos.