Habitualmente el control de esfínteres en la infancia se alcanza a partir de los 4 años. Si por encima de esta edad el niño sigue mojando la cama al menos un par de veces por semana sin que exista una enfermedad de base, nos encontramos ante un problema de enuresis nocturna.
Hay niños que nunca han dejado de mojar la cama (enuresis primaria), y otros que empiezan de nuevo tras un tiempo de control de la micción (enuresis secundaria).
Si bien estas pérdidas involuntarias de orina no son una enfermedad como tal, constituyen un trastorno y una carga tanto para el niño que las sufre como para su familia.
Se trata de uno de los trastornos más prevalentes en la infancia (10% en niños de 7 años), pero con una alta tasa de curación espontánea con la edad.
Causas
• Genética: si alguno de los padres sufrió este problema de pequeño, es muy común que los hijos lo presenten, y que desaparezca a una edad similar a la que tenía el progenitor.
• Desarrollo y maduración: igual que no todos los niños aprenden a hablar a la vez, el control de la micción y la aparición de la sensación de querer orinar requieren de una maduración neurológica que puede tardar en alcanzarse más o menos tiempo.
• Factores psicológicos y emocionales: aunque no se asocia a ningún trastorno afectivo específico, la personalidad del niño, su conducta, y las situaciones de estrés, pueden favorecer la enuresis.
• Malos hábitos miccionales: retener la orina mucho tiempo, no ir al baño con la frecuencia adecuada, no dedicar el tiempo necesario, o adoptar posturas incómodas para orinar, pueden entorpecer el vaciado completo de la vejiga, que acumula orina y no permite el llenado que se requiere por la noche.
Diagnóstico
Lo primero es descartar una enfermedad de base asociada, pero –por definición- la enuresis se presenta en niños completamente sanos.
Su pediatra puede explorar al niño, y con un interrogatorio completo sobre los hábitos miccionales y el patrón de presentación de las pérdidas, puede establecer el diagnóstico de enuresis.
Tratamiento
Más que de tratamiento, deberíamos hablar de “intervención”, ya que principalmente se deben adoptar medidas higiénicas y conductuales que favorezcan la continencia.
• Es importante mantener correctos hábitos miccionales. Hay que ir al baño al menos 5 veces durante el día, y asegurarse de vaciar bien la vejiga, dedicando el tiempo necesario y adoptando posturas cómodas.
• Se debe controlar la ingesta de líquido antes de acostarse, e ir a orinar antes de dormir.
• Es conveniente despertar completamente al niño para que vaya al baño un par de horas después de acostarse, ya que es en ese tiempo en el que se fabrica mayor cantidad de orina. Con el tiempo, se puede programar una alarma para que él solo se levante y no dependa de los mayores para estar seco.
• El niño debe implicarse en el proceso. Es útil que realice un calendario donde marque los días secos y los que no, así como responsabilizarse de cambiar la ropa de cama si ha habido escape.
• Se puede pactar un sistema de premios, reforzando con recompensas las metas alcanzadas, que deberán ser de periodos progresivamente más largos hasta la continencia total.
• Existen en el mercado dispositivos que detectan la pérdida de orina, emitiendo una alarma para despertar al niño y ayudar a que controle la micción.
• Su pediatra puede añadir tratamiento farmacológico en los casos que lo considere oportuno, pero sólo son útiles como refuerzo a las intervenciones conductuales.
En cualquier caso, lo más importante es desdramatizar el problema. No se debe culpabilizar ni castigar al niño que moja la cama, pero tampoco sobreproteger: debe ser el propio niño quien se responsabilice de la situación y participe activamente en la resolución del problema.
La enuresis es un trastorno de larga evolución que va a requerir de la paciencia y colaboración del niño y todo su entorno.