Tuberculosis: ¿una enfermedad de otra época?


Dra. Tina Herrero Jordán, Dra. María Jesús Igúzquiza Pellejero, Dra. Adriana Ger Buil y Dra. Susana Clemos Matamoros.

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Cuando un familiar o amigo nos cuenta que ha sido diagnosticado de tuberculosis, muchas veces, nuestra reacción tiende a la extrañeza. ¿No es la tuberculosis una infección propia de otros tiempos? ¿Ha regresado la tuberculosis o es que en realidad nunca nos ha abandonado?

La tuberculosis es una infección que ha acompañado al ser humano prácticamente desde el inicio de la historia, múltiples restos humanos extraídos de yacimientos arqueológicos que presentan lesiones compatibles con afectación ósea por tuberculosis, así lo demuestran.

La fecha de aparición del género Mycobacterium, responsable de la infección tuberculosa, fue hace aproximadamente 150 millones de años, mientras que las especies que hoy en día conocemos se cree que aparecieron 15.000 años atrás. Pese a la antigüedad de estas bacterias, no es hasta 1882 que el científico Robert Koch la aísla e identifica por primera vez. Según los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Tuberculosis sigue siendo una de las principales causas de mortalidad a nivel mundial. No sólo es la décima causa de muerte a nivel global, si no que sigue siendo la primera causa de mortalidad infecciosa en el mundo, muy por delante de otras infecciones como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o el COVID-19.

Epidemiología

La tuberculosis es, sin ningún tipo de duda, la enfermedad infecciosa más letal que ha afectado al ser humano en toda su historia. Desde las grandes epidemias de mortalidad de la edad media, hasta los 4.100 fallecidos diarios que aún hoy en día sigue generando en todo el mundo.

Anualmente la OMS publica un informe sobre el estado actual de la tuberculosis, a nivel global y de cada país. El último disponible, del año 02022, arroja los siguientes datos: 10.600.000 personas padecen algún tipo de tuberculosis en todo el mundo y, de estas, 6.400.000 personas se infectaron por primera vez ese mismo año. Además, otro dato muy preocupante es que, tras la pandemia, las cifras de nuevos contagios y fallecidos han presentado un repunte por primera vez en más de 10 años de tendencia decreciente.

¿Y qué ocurre en España? Los datos en España son muy similares a los de la mayoría de los países europeos: 4.190 casos en 2022. Además, también en nuestro país, hablamos de la primera causa de mortalidad infecciosa (288 fallecidos en el año 2022) y también en nuestro país los contagios y fallecidos presentaron ascenso en el año 2022 por primera vez en mucho tiempo.

La infección tuberculosa

La tuberculosis es una infección causada por bacterias del género Mycobacterium, más específicamente, por Mycobacterium tuberculosis.

La vía principal de transmisión de estas bacterias es la aérea, viaja en microgotas de secreciones de los pacientes infectados, llegando hasta individuos sanos que se infectan mediante la inhalación de las microgotas. La persona enferma en situaciones habituales tales como: hablar, toser, estornudar o cantar, expulsa miles de microgotas inundadas de Mycobacterium tuberculosis que llegan hasta el sistema respiratorio del individuo sano provocando así su contagio.

Una vez se ha producido el contacto con la bacteria pueden ocurrir tres situaciones: la eliminación de la bacteria antes de que se genere la enfermedad, el desarrollo de la enfermedad en ese momento de contacto inicial y, por último, el desarrollo de la enfermedad años después tras la supervivencia de la bacteria en estado de inactividad.

La forma de enfermedad más frecuente es, sin atisbo de dudas, la tuberculosis pulmonar, forma que constituye casi el 65% de casos de tuberculosis. El resto de las localizaciones de la enfermedad se engloban bajo el término tuberculosis extrapulmonar y en este grupo podemos encontrar, por orden de frecuencia: tuberculosis ganglionar, tuberculosis pleural, tuberculosis urogenital, tuberculosis del sistema nervioso central, tuberculosis osteoarticular, tuberculosis abdominal, tuberuclosis miliar (también denominada diseminada) y tuberculosis pericárdica.

Diagnóstico

El diagnóstico de la tuberculosis requiere una alta sospecha por parte del facultativo ya que es una infección que, en la mayoría de las ocasiones, se comporta de forma insidiosa y tarda mucho tiempo en dar la cara. Para diagnosticar la infección es necesario demostrar la presencia de Mycobacterium tuberculosis en alguna muestra procedente del paciente en cuestión.

Los síntomas más habituales incluyen: tos, falta de aire, fiebre o febrícula, malestar, pérdida de peso… Todos síntomas muy genéricos y que pueden ser indicativos de infinidad de infecciones.

Las bacterias causantes de la tuberculosis se caracterizan por ser altamente resistentes a muchos ambientes y sustancias, de muy lento crecimiento en comparación con la mayoría de las bacterias de otras familias y de muy difícil aislamiento (requieren medios de cultivos y pruebas específicas para poder aislarlas e identificarlas). Es por todo ello que, excepto en casos muy contados, si el facultativo no sospecha que pueda haber una tuberculosis, las probabilidades de diagnosticar la infección son extremadamente bajas.

Tratamiento

En la actualidad uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos al diagnosticar una tuberculosis es lograr un tratamiento eficaz. ¿Por qué? Porque tal y como ya hemos mencionado, se trata de bacterias altamente resistentes, capaces de resistir a infinidad de ambientes y sustancias adversas. No sólo eso, por desgracia, cada vez es más habitual aislar formas de la enfermedad resistentes a fármacos empelados para su tratamiento, lo cual complica aún más la curación del paciente.

Las pautas de tratamiento actuales se apoyan en dos pilares fundamentales: por una parte, empleo de un mínimo de 3-4 antibióticos contra los cuales sea sensible la cepa aislada en el paciente y que no se hayan empelado previamente para tratar la infección en el paciente; y, por otra parte, duración muy prolongada del tratamiento, durando este un mínimo de 6 meses.

Una situación diferente, y que por ello requiere un tratamiento distinto, es la infección tuberculosa latente, o lo que es lo mismo, el paciente ha entrado en contacto con la bacteria, pero aún no ha desarrollado la enfermedad.

En este caso el objetivo del tratamiento no es únicamente la curación, sino que también aspiramos a evitar que el paciente llegue a desarrollar cualquier tipo de forma activa de la infección. Para tratar la infección tuberculosa latente lo más habitual es emplear uno o dos antibióticos durante un periodo de entre tres y seis meses.

AUTORES

Dra. Tina Herrero Jordán. F.E.A. Neumología. Hospital Reina Sofía. Tudela.
Dra. María Jesús Igúzquiza Pellejero, Dra. Adriana Ger Buil y Dra. Susana Clemos Matamoros.
F.E.A. Medicina Interna. Hospital Reina Sofía. Tudela.