Alimentación y estilo de vida como prevención de la obesidad infantil


Dra. Verónica Etayo Etayo. Pediatra de Atención Primaria del C.S de Tafalla.

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La obesidad es actualmente el problema nutricional más frecuente en los países industrializados y que más comorbilidad, a corto y a largo plazo, asocia. Tanto en niños como en adultos la prevalencia de la obesidad ha aumentado de forma dramática y progresiva durante las últimas décadas. Datos recientes de nuestro país del año 2009 muestran que un 28% de los niños y niñas entre 3 y 12 años padecen sobrepeso u obesidad.

De todos los factores implicados en el desarrollo de la obesidad destacan dos por la posibilidad de ser modificados: la ingesta calórica excesiva y el estilo de vida sedentario.

Las acciones preventivas primarias desde la consulta de pediatría tienen dos objetivos: identificación precoz de los niños con riesgo de obesidad (iniciados ya en el sobrepeso o con presencia de condicionantes familiares y ambientales desfavorecedores) y desarrollo de estrategias generales sobre los hábitos de vida.

Dieta y prevención de la obesidad

La prevención de la obesidad debe comenzar desde etapas tempranas de la vida. Si se pretende cambiar los hábitos alimentarios hay que tener presente que el niño empieza a adoptarlos alrededor de los 3-4 años por influencia de los padres, compañeros y comedores escolares. Etapas sensibles o “criticas” para la prevención primaria de la obesidad infantil:

Control nutricional de la madre durante el embarazo: El riesgo de padecer sobrepeso en la infancia se puede iniciar ya durante la gestación. Tanto el bajo peso como el peso elevado del feto son factores obesígenos prenatales, por lo que una adecuada ganancia de peso durante el embarazo, el control de la glucemia y el abandono del tabaco pueden prevenir la instauración de sobrepeso y obesidad.

En niño lactante: La leche materna tiene un efecto protector frente a la obesidad independiente de los hábitos dietéticos y de la actividad física posterior. La introducción de la alimentación complementaria se realizará entre el 4º y 6º mes de vida evitando su precocidad. Se hará de forma gradual, potenciando el consumo de alimentos variados y saludables (cereales, frutas, tubérculos, verduras, carne, pescado y huevo). Se mantendrá un aporte lácteo equivalente al menos al 50% del aporte calórico. Se evitará el exceso de adicción de cereales, el consumo de grandes raciones de proteínas y el consumo de zumos comercializados.

Alimentación del preescolar y escolar: Un punto a tener en cuenta es que el Índice de Masa Corporal (IMC) declina desde la etapa de lactante y alcanza su punto más bajo entre los 5 y 6 años, en que suele iniciar una recuperación o rebote. Los niños que alcanzan el máximo descenso antes de esta edad (rebote adiposo precoz) tienen un riesgo mayor de ser adultos obesos. Por ello es fundamental hacer un seguimiento temprano y regular del IMC, lo que permitirá identificar e intervenir sobre aquellos niños con rebote adiposo adelantado y que pudieran ser obesos en la infancia y reconocer precozmente el inicio del sobrepeso.

En esta etapa el niño va adquiriendo más autonomía. Tanto en el ambiente familiar como en el colegio, el niño debe continuar adquiriendo hábitos y conocimientos de alimentación saludable. La alimentación debe ser equilibrada, siguiendo las recomendaciones de la pirámide nutricional. Se aconseja ingerir entre 2 y 3 lácteos al día. Limitar el consumo de carnes rojas a una vez por semana, y el de huevos a 2-3 veces por semana, aumentado la frecuencia de ingesta de pescado. Se aconseja limitar el consumo de embutidos y fiambres. Debe cocinarse con aceite de oliva, evitando la manteca y la margarina, y el exceso se lácteos con aporte graso entero (mantequillas, natas). Sobre los hidratos de carbono, hay que fomentar el consumo de los complejos: legumbres, cereales (pan normal, pasta, arroz y maíz), frutas frescas y enteras, verduras y hortalizas crudas o cocidas, tubérculos, y disminuir el consumo de los refinados: zumos no naturales, refrescos y adición de azúcar. Debe reforzarse o evitar que se pierda el hábito del desayuno completo, ya que la ausencia de éste se ha correlacionado significativamente con sobrepeso y obesidad.

Se debe tener presente que durante la edad escolar, los snacks suponen a veces hasta un 30% del aporte calórico y que las máquinas expendedoras de alimentos de comida rápida y bebidas refrescantes y azucaradas en los colegios, suponen un serio problema para conseguir una dieta equilibrada. Además, como la población preescolar y escolar es muy sensible a los mensajes publicitarios, y en la actualidad un importante número de ellos está dirigido a niños y adolescentes, tiene gran importancia la actual instauración del código de autorregulación de la publicidad de alimentos dirigida a menores (código PAOS).

Adolescencia: Durante la pubertad tienen lugar cambios significativos en el crecimiento y en la composición corporal. En esta etapa se requieren aportes extra de calcio, hierro, cinc y la mayoría de las vitaminas. Las recomendaciones que se pueden hacer en el adolescente son: Desayunar en casa lácteos, cereales o pan y fruta o zumo natural. Consumir leche y derivados también fuera del desayuno. No saltarse ninguna comida. Limitar la adición de azúcar. Programar snacks saludables: fruta y cereales en lugar de frituras saladas y bollería. Alternar el consumo de carne y pescado, moderando las raciones para poder acompañarlas siempre de guarnición de verduras y hortalizas. No abandonar el consumo de legumbres, arroz y pasta como primer plato de la comida. Consumir 5 raciones de frutas y vegetales al día. Educar para beber agua para saciar la sed, evitando los refrescos y bebidas edulcoradas.

Actividad física

El aumento de la actividad física juega un papel fundamental en la prevención, así como en el mantenimiento de la pérdida de peso. Hay que distinguir dos tipos de actividad:

Actividad física de ejercicio: se trata de una actividad programada, vigorosa y generalmente de corto tiempo de duración, como pueden ser deportes como el futbol, baloncesto, tenis, patinar o natación. Se recomienda realizarla de 3 a 5 veces por semana.

Actividad física no ejercicio: es la actividad normal, incluye caminar, movimiento en general. Se trata de aumentar las actividades físicas normales en casa o en la escuela e incluso en los momentos de ocio, lo que se consigue excluyendo o disminuyendo el uso de los aparatos de motor (coche para los desplazamientos), uso de ascensor en vez de subir escaleras, actividades al aire libre en los momentos de ocio, etc. La conducta de actividad física es cambiante durante la infancia. Normalmente los niños pequeños y preescolares tienen mayor actividad no ejercicio, disminuyendo a partir de la edad escolar, predominando en la adolescencia la actividad ejercicio. Por tanto se debe propiciar el inicio de los deportes durante la infancia que se mantendrán cuando disminuya la actividad no ejercicio. La familia debe implicarse acompañando al niño en su ejercicio (paseo, bicicleta) o facilitando el acceso a un área deportiva (campo de baloncesto).

Otra actividad complementaria es restringir las actividades libres sedentarias, recomendándose limitar a 1-2 horas diarias el tiempo dedicado a televisión, videojuegos, consolas, etc. Existe una asociación entre el tiempo dedicado a ver la televisión y un mayor consumo de alimentos y bebidas ricos en grasas, sal y azúcares, por tanto un perfil de dieta menos saludable. Además un mayor tiempo dedicado a ver televisión supone también una mayor exposición a la publicidad de alimentos y bebidas emitida por este medio.

En resumen, dado que los hábitos de vida (incluidos los indeseables) se inician y consolidan principalmente a lo largo de los primeros años de vida, es el planteamiento preventivo desde la infancia el que se justifica como una necesidad prioritaria de los sistemas de salud. Las intervenciones deben realizarse sobre los niños, sus familias y el medio sociocultural, teniendo el pediatra un protagonismo principal en esta tarea.