Anemias nutricionales, prevención y tratamiento


Dra. Marta Cuervo Zapatel . Dietista-Nutricionista Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Navarra (CODINNA-NADNEO)

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Se podría definir la anemia como aquel trastorno de la sangre que ocurre cuando la cantidad de glóbulos rojos y/o la concentración de hemoglobina es menor de lo considerado normal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que casi el 25% de la población mundial padece algún tipo de anemia, lo que supone más de 1,7 millones de personas en todo el planeta. La mayor parte de personas con anemia se encuentran en los países menos desarrollados, sin embargo su prevalencia en los países desarrollados, como España, no es nada despreciable.

De acuerdo con los datos proporcionados por la OMS, el grupo de población con mayor riesgo son los niños en edad preescolar, seguidos de las mujeres embarazadas, mujeres en edad fértil y niños en la etapa escolar. Esto ocurre porque en el caso de niños y embarazadas son situaciones de rápida formación de nuevos tejidos lo que acelera la producción de glóbulos rojos y esta a su vez aumenta las demandas de hierro. En el caso de las mujeres en edad fértil la alta prevalencia se debe a las importantes pérdidas de hierro que se producen con la menstruación y que se deben compensar a través de la dieta.

Falta de hierro y micronutrientes

La principal causa de anemia a nivel mundial es la falta de hierro o lo que es lo mismo, que la dieta no aporta la cantidad suficiente de hierro que el organismo necesita. Sin embargo existen otras causas reconocidas de anemia como déficit de otros micronutrientes, principalmente vitamina B12 y ácido fólico, infecciones como la malaria, anemia por inflamación crónica e incluso trastornos genéticos relacionados con la hemoglobina o la formación de glóbulos rojos. Todas estas condiciones contribuyen a la carga global de anemia a nivel poblacional.

El hierro, además de un mineral es un nutriente. Un nutriente por definición es aquella sustancia que nuestro organismo necesita para la vida pero que no es capaz de sintetizar, al menos en las cantidades en las que se necesita, y que por tanto debe ser incorporado a través de la dieta. Si la ingesta cubre la demanda, no hay problemas. Si la ingesta no cubre las demandas, bien porque la ingesta es baja o las demandas elevadas, entonces aparecen los síntomas característicos: palidez de la piel, cansancio, debilidad, fatiga, uñas quebradizas, caídas excesiva del cabello o incluso falta de apetito, entre otros.

Como nutriente que es, el hierro se aporta al organismo a través de la dieta, y se absorbe en el intestino pasando a la sangre. La mayoría de la absorción intestinal se realiza cuando el hierro se encuentra en estado ferroso (Fe2+), estado del hierro hemo. El hierro no hemo, se encuentra en estado férrico (Fe3+) y su tasa de absorción es bastante inferior. Por eso se aconseja tomar alimentos ricos en vitamina C u otros ácidos orgánicos para acidificar el medio y favorecer la transformación de hierro férrico en ferroso aumentando así su absorción.

Cuando existen niveles normales de hierro, el excedente de hierro se almacena en el interior de las células unido a la ferritina, para futuras situaciones de escasez. Una pequeña proporción de ferritina, bastante constante, permanece libre en sangre y es la que analizamos para conocer los depósitos de hierro en el organismo.

Por todo ello, las determinaciones sanguíneas más importantes para detectar una anemia ferropénica son el Hierro circulante, la Transferrina, la Saturación de la transferrina (porcentaje de transferrina que lleva hierro), la Ferritina, la Hemoglobina, glóbulos rojos (eritrocitos o hematíes), VCM (volumen corpuscular medio), CHCM (concentración de hemoglobina corpuscular media).

En este contexto, cuando un individuo sano comienza con problemas en el suministro de hierro, los parámetros sanguíneos citados se ven alterados en el siguiente orden:

  • Lo primero que desciende son los depósitos de hierro, por lo tanto se detectarán bajos niveles de ferritina.
  • Si el aporte de hierro en la dieta (o su biodisponibilidad) siguen bajos, una vez que se agotan los depósitos del organismo, lo siguiente que se altera son los niveles de hierro circulante y el índice de saturación de la transferrina.
  • Si la situación se perpetúa, desciende el número de hematíes, e incluso su tamaño (VCM) y/o la cantidad de hemoglobina que tienen (CHCM), lo que dará lugar a la aparición de una anemia microcítica y/o hipocrómica, respectivamente.

Tratamiento adecuado

El tratamiento dietético más adecuado dependerá del tipo de anemia que presente el paciente. Como se ha comentado, la anemia más frecuente es la anemia ferropénica (cuando el aporte de hierro en la dieta no cubre las demandas del organismo) aunque también podría aparecer anemia perniciosa (por falta de vitamina B12 en la dieta o bien por problemas en su absorción a nivel intestinal) o anemia megaloblástica (por falta de ácido fólico y/o vitamina B12).

Evidentemente, el tratamiento dietético en cada caso deberá enfocarse a cubrir con la dieta los requerimientos del nutriente deficitario estimulando su absorción.

En el caso de la anemia ferropénica y ante una situación aguda, el primer paso será hierro oral. La recuperación de los parámetros sanguíneos será en el orden contrario al citado ante un déficit de hierro: lo primero que se normalizarán serán el VCM y la CHCM, nº de hematíes, hierro sanguíneo, índice de saturación de la transferrina y lo último que se reestablece son los depósitos de hierro y por tanto los niveles de ferritina. A su vez, debe realizarse como tratamiento complementario una dieta rica en hierro. En el caso de anemias leves o personas con riesgo de anemia, sería suficiente con realizar una dieta rica en hierro, donde no sólo es importante la cantidad de hierro de los alimentos, sino también la calidad (tipo de hierro) y otras sustancias que favorecen o dificultan su absorción.

En general, podemos decir que en una dieta mixta se absorbe el 10% del hierro que ingerimos. Sin embargo, hay grandes diferencias en la tasa de absorción del hierro hemo, que sólo se encuentra en los alimentos de origen animal y cuya tasa de absorción oscila entre 15-40%; y el hierro no hemo, que se encuentra en todos los alimentos, tanto de origen animal como de origen vegetal y cuya tasa de absorción oscila entre 3-8%. Además la absorción del hierro hemo apenas se ve afectada por la composición del resto de la dieta, al contrario de lo que ocurre con el hierro no hemo, cuya tasa de absorción se ve potenciada por unos componentes de los alimentos y dificultada por otros distintos, tal y como se recoge en la Tabla 1.

tabla 1Por último, señalar que la Tabla 2 recoge alimentos comunes ricos en hierro, vitamina B12 y ácido fólico, como guía para enriquecer la dieta en el nutriente que genere el tipo de anemia existente.

tabla 2