La Reumatología es una especialidad médica relativamente joven en nuestro país, sin embargo, las enfermedades reumáticas son tan viejas como la humanidad, motivo por el cual están llenas de mitos y fabulaciones, arraigadas en la cultura popular. Esto provoca en muchas ocasiones una inadecuada interpretación de sus síntomas y una búsqueda desaconsejable de soluciones. Es importante, por tanto, saber que el «reuma» o «reúma» no existe, lo que existen son enfermedades reumáticas, que precisan ser diagnosticadas y tratadas adecuadamente por los médicos. No en vano, estas enfermedades en su conjunto son la primera causa de dolor y de incapacidad en los países occidentales. Entre éstas destacan la artritis y la artrosis, que son dos procesos reumáticos diferentes.
La artrosis es la enfermedad articular más frecuente, tiene un carácter degenerativo (lo que se conoce vulgarmente como desgaste articular) y afecta principalmente a la columna cervical y lumbar, las articulaciones de los dedos de las manos y el primer dedo del pie, las rodillas y las caderas. Ocasiona dolor de tipo «mecánico», de modo que, al menos en las primeras fases, el dolor aparece cuando hacemos un esfuerzo o movilizamos la articulación afecta. No suele existir inflamación, aunque a veces se produce engrosamiento o deformidad articular, de forma más visible en manos. La rigidez articular, o dificultad para reanudar la actividad tras el reposo, suele ser ligera y muy pasajera. Las pruebas analíticas son normales y el estudio radiológico simple suele ser muy orientador, con estrechamiento del espacio articular, compactación del hueso subcondral (que se ve más blanco) y crecimiento del hueso en los márgenes de la articulación (los osteofitos).
La artritis incluye todas aquellas enfermedades reumáticas en las que el proceso desencadena inflamación articular. Esta supone la aparición de forma completa o parcial de hinchazón o tumefacción, enrojecimiento, calor local, dolor e incapacidad funcional. Sin embargo, si la intensidad es alta y mantenida puede acompañarse de alteraciones generales, como fiebre o febrícula, cansancio y pérdida de apetito. El dolor «inflamatorio» suele ser continuado, empeorando con el ejercicio y actividad, pero también existe en reposo, siendo a veces más intenso a la noche. La rigidez articular puede ser intensa y duradera. Las pruebas analíticas suelen mostrar alteraciones, como elevación de la velocidad de sedimentación de la sangre, lo mismo que los diferentes estudios de imagen (radiografías, escáner, resonancia, gammagrafía). Sin embargo, la mayor información la suele aportar la detección y el análisis oportuno del líquido articular, que se puede extraer mediante la técnica denominada artrocentesis. Es imprescindible un diagnóstico correcto para aplicar el tratamiento más específico en cada caso y evitar la potencial destrucción articular y la discapacidad derivada de ella.
La artritis puede afectar una articulación (monoartritis), unas pocas (oligoartritis) o muchas (poliartritis) y hacerlo de manera migratoria («saltando de una a otra») o aditiva, así como de forma aguda, crónica o intermitente. Puede aparecer en cualquier articulación del cuerpo.
Son múltiples las causas que pueden ocasionar una artritis, entre las que destacan infecciones, gota (por cristales de ácido úrico), pseudogota (por cristales de pirofosfato cálcico), procesos autoinmunes (artritis reumatoide, espondiloartritis, vasculitis, entre otras) y, menos frecuentes, en relación con cáncer, enfermedades endocrinológicas, metabólicas y hematológicas.
El clima no causa reuma, aunque puede influir en los síntomas, sobre todo la humedad y el frío. La dieta, excesiva en carnes, vísceras, o el exceso de ingesta de bebidas alcohólicas puede influir en enfermedades como la gota. El sobrepeso y la obesidad son contraproducentes para el bienestar de nuestras articulaciones y puede favorecer la aparición de artrosis, sobre todo en articulaciones de carga, como la rodilla. Tampoco favorecen la salud articular el sedentarismo, las posturas y actividades inadecuadas o excesivas y la falta de ejercicio.
Los factores hereditarios o genéticos, por otro lado, tiene una influencia variable, según el tipo de artritis y artrosis; en muchas ocasiones no es determinante. Se admite una asociación clara entre el consumo de tabaco y enfermedades como la artritis reumatoide, y no se descarta su relación con infecciones bucales, de ahí que sea recomendable evitar hábitos tóxicos y una buena higiene bucal.
A diferencia de la artrosis, que se manifiesta fundamentalmente en la edad adulta, siendo su forma primaria (no debida a eventos como una fractura previa o una deformidad congénita) más frecuente con la edad, la artritis puede presentarse a cualquier edad, incluso en niños.
El pronóstico y evolución, tanto de la artrosis como de la artritis, requieren una evaluación médica temprana, desde el inicio de los síntomas, de modo que la realización de un diagnóstico adecuado y la instauración de un plan terapéutico de manera precoz pueden mejorar, a veces de forma determinante, el pronóstico de estas enfermedades.
Los avances en Medicina, también en el área de la Reumatología, han posibilitado que desechemos la idea de que el mal llamado reuma o dolor de huesos sea un proceso desconocido, incurable, del que no queda otro remedio que sobrellevarlo. Hoy en día se dispone, de diferentes técnicas diagnósticas y de un amplio arsenal de medicamentos, tanto para paliar el dolor como para controlar la inflamación. Los pacientes con estas dolencias pueden beneficiarse de diferentes técnicas rehabilitadoras y, en algunos casos, también quirúrgicas, con el fin, de recuperar en lo posible la calidad de vida previa, alcanzable en la mayoría de los casos.
Los analgésicos y anti-inflamatorios, que son los medicamentos antirreumáticos más empleados, tienen bajo riesgo de efectos secundarios si se usan adecuadamente y bajo control médico; por tanto, hay que evitar la automedicación. Actualmente disponemos de diferentes fármacos modificadores de la enfermedad, tanto en la artrosis como en artritis inflamatorias, que aplicados racional e individualmente pueden prevenir la acción lesiva de estos procesos.
Y como en otros padecimientos, es importante la prevención, que incluirá medidas de salud generales para toda la población como mantener una actividad física regular y adecuada, una alimentación variada y equilibrada, evitar tóxicos como el alcohol y el tabaco, el sobrepeso y trabajos repetitivos. Por el contrario, es recomendable consultar al médico ante la aparición de síntomas de enfermedad y realizar un reposo funcional de la articulación afecta hasta aclarar su causa e iniciar el tratamiento específico o más adecuado.