El consumo de alcohol durante el confinamiento


Javier Díaz Leiva. Psicólogo clínico. Fundación Proyecto Hombre Navarra. Clara Lacunza Juangarcía. Psicóloga clínica. Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea

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El confinamiento de los ciudadanos en sus casas tras la declaración del estado de alarma por la pandemia del coronavirus, ha traído asociada un incremento importante de la compra de bebidas alcohólicas.

Recordamos algunos datos referidos a lo que puede suponer para la salud física y mental el abuso de alcohol como problema sobrevenido en la pandemia, así como algunas recomendaciones al respecto.

Confinamiento en casa y nuevas pautas de consumo en los hogares

La entrada en vigor de las medidas del decreto de alarma el pasado 14 de marzo, dirigidas a contener la pandemia de enfermedad por coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19), condujo al confinamiento de los ciudadanos en sus casas y a la práctica paralización de todos los sectores económicos, a excepción de los servicios esenciales. En apenas un fin de semana, pasamos de hacer vida normal y relacionarlos con despreocupada libertad y cercanía, a encontrarnos recluidos en casa sin posibilidad de salir salvo causa justificada. Asistimos además a través de los medios a la preocupante expansión de una pandemia que se cobraba miles de vidas y llevaba a los sistemas sanitarios y a sus profesionales al límite de su resistencia. Este hecho extraordinario y sin precedentes se reflejó también en la cesta de la compra de los hogares, al cambiar de forma muy rápida las preferencias de gasto de los consumidores. Ya desde la semana previa al confinamiento, fue noticia en los informativos y redes sociales las compras compulsivas de papel higiénico, alcohol desinfectante y otros productos de limpieza. En este escenario de aprensión generalizada, crecieron considerablemente las compras de arroz (+159%), harinas y sémolas (+147%), pasta (+144%), legumbres (+122%) y conservas (+82%), según los informes proporcionados semanalmente por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. No obstante, pasada la fase inicial de acopio, comenzó a observarse un cambio en las tendencias de consumo. Ya en la segunda semana de confinamiento, las compras de conservas, carbohidratos y legumbres se moderaban, al tiempo que aumentaban las de carnes y frutas frescas, pescado congelado, frutos secos y tabletas de chocolate. Las únicas excepciones venían dadas por productos como la harina y el azúcar, cuyo consumo siguió aumentando. La explicación a este fenómeno se encuentra en que los planes de ocio típicos de la sociedad española como ir al cine, tomar el aperitivo en las terrazas o barras de los bares o ir al gimnasio, se estaban inevitablemente sustituyendo por consumir series y películas en las plataformas digitales, cocinar en casa, comer y beber.
En este sentido, hay un producto de consumo que no podía quedarse atrás en la escalada de compras y avituallamiento de los españoles: el alcohol. De este modo, entre el 9 y el 29 de marzo (es decir, hasta la entrada en la tercera semana de confinamiento), el incremento medio en las compras de cerveza había sido del 33% respecto al mismo período de 2019, del 40% en el caso de las bebidas espirituosas y de un moderado 8% en el caso del vino. La tendencia, lejos de frenarse durante el mes de abril, siguió escalando en las semanas siguientes, como vemos en la tabla adjunta.
(Ver Figura 1)

 

El problema de la ingesta continuada de alcohol

El consumo de alcohol es un factor causal, directo o indirecto, de más de 200 enfermedades y trastornos. Está asociado con el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles como la cirrosis hepática, numerosos tipos de cáncer del tracto digestivo y enfermedades cardiovasculares, así como traumatismos derivados de peleas y accidentes de tráfico. De acuerdo con el estudio de carga global de enfermedades de la OMS de 2016 (último con datos disponibles para España), la bebida estuvo implicada en el 10% de las muertes en hombres y en el 3,9% de las muertes en mujeres registradas ese año. O lo que es lo mismo: 37.000 decesos. En el caso de los hombres, esto lo sitúa como el 2º factor de riesgo de discapacidad y muerte prematura.
No hay un umbral de consumo seguro de alcohol que permita eliminar estos riesgos para la salud, pues los efectos del alcohol sobre la salud se notan con una sola copa al día. Pero además, si los niveles de consumo de riesgo fijados por la OMS se sitúan en más de 2 unidades de alcohol diarias en los hombres y en más de 1 unidad en mujeres (o, lo que es lo mismo, 18 unidades de alcohol a la semana los hombres y 11 las mujeres), entonces la media de consumo diario de alcohol en España debería resultarnos preocupante: 5,8 unidades de alcohol en el caso de los hombres y 2,7 unidades en el de las mujeres (la unidad de bebida estándar se alcanza con una cerveza de 200 cl. o un vino de 100 cl).
Teniendo en cuenta los datos sobre consumo en los hogares: ¿podríamos concluir que nos encontrábamos manteniendo nuestros niveles de consumo habituales, en un momento en que bares y restaurantes permanecían cerrados? ¿O realmente se ha dado un incremento real de la ingesta de alcohol? Realmente, no hay forma de saberlo a ciencia cierta.
El alcohol, sobre todo en sus primeras ingestas, tiene un efecto estimulante que se asocia a múltiples situaciones sociales y emocionales, haciendo más probable que ante las mismas situaciones aparezcan las ganas de llenar el vaso. Este sería el efecto del alcohol “compañero de la fiesta”. Además, el alcohol tiene otra virtud asociada, y es que a mayores dosis resulta un potente ansiolítico, al reducir los niveles de activación fisiológica. Resulta sencillo entender que el alcohol acuda al rescate ante una situación en la que el aburrimiento por la interrupción de las actividades de ocio en la calle se entremezcla con las preocupaciones por resultar contagiado con el virus, perder el empleo o no saber cuándo recuperaremos la normalidad.

Recomendaciones ante la vuelta a la normalidad

Si consideramos que hemos bebido más de lo normal y que podríamos tener dificultades para reducir las cantidades que ingerimos, entonces hay algunas recomendaciones que conviene seguir para ello. En primer lugar, sería deseable monitorizar la cantidad bruta de alcohol semanal que bebemos y proponernos reducir la misma por debajo de los umbrales de riesgo referidos anteriormente. No está de más complementar esta decisión, que debe ser la primera y más importante, con la adopción de algunas pautas complementarias, como son el beber preferiblemente acompañado, no beber en ayunas o con el estómago vacío (pues la absorción del alcohol se hace más rápida y agresiva para el organismo), alternar las ingestas de alcohol con vasos de agua u otras bebidas sin graduación y evitar beber todos los días.
En segundo lugar, conviene acudir a nuestro médico de cabecera en cuanto sea posible y seguir con las revisiones que teníamos por hacer antes de la crisis sanitaria, ya sean analíticas, ecografías, pruebas de cribado o derivaciones al especialista. Evidentemente, que nuestro médico sea conocedor de las cantidades de alcohol que se toman, es importante a este nivel. Y si ya nos encontrábamos en tratamiento especializado de salud mental o con psicólogo privado, el profesional que nos atiende debe ser conocedor de lo ocurrido y valorar las pautas a adoptar para la continuidad del tratamiento, considerando el elemento añadido de la sobreingesta en las últimas semanas.