Hemos comentado en anteriores ocasiones que la vejez no es una enfermedad. Es una parte del ciclo de la vida, en la que se van produciendo cambios en nuestro organismo. De esto sabemos mucho las mujeres: la adolescencia, la maternidad, la menopausia son parte de la fisiología femenina que nos ha generado cambios en nuestro cuerpo, y todas hemos sabido adaptarnos a ellos.
En la época del envejecimiento, considerado a partir de los 65 años, también vamos a sufrir cambios. Es verdad que algunos son molestos. En anteriores publicaciones hemos hablado de ellos y hemos contado algunos consejos para que evolucionen de la mejor manera posible. Pero ¿por qué no nos fijamos en las ventajas que también nos brinda esta edad?
Por ejemplo tenemos más tiempo, menos obligaciones y ahora sabemos mucho más que antes, y dado que gran parte de nuestra vida hemos sido cuidadoras, vamos a empezar a cuidarnos también a nosotras mismas.
En primer lugar, hay que aceptar nuestro cuerpo, no queramos aparentar la edad que ya no tenemos. Es evidente que cada uno de nosotras reaccionamos de manera distinta ante el hecho de ser o hacerse viejo. Unas ven los aspectos positivos, se sienten valoradas, aceptan los cambios y los trabajan, o mantienen buena relación con quienes le rodean, Por el contrario, existen otras que reniegan de la vejez, se sienten alguien que ha perdido su valor, demuestran desesperanza, y consecuentemente, tienen muy baja autoestima.
Sin embargo, si lo analizamos bien, veremos que existe otra forma de ser guapas. Esta cualidad solo se alcanza cumpliendo años, gracias a los valores que nos aportan la experiencia, la serenidad, la sabiduría, la personalidad, la elegancia, la comprensión que se adquiere con los años… Todo esto nos permite sentirnos bien, ¡soy guapa por dentro!. Y si estoy a gusto con mi edad, también estaré a gusto con mi cuerpo, me sentiré más guapa y más favorecida, ¡soy también guapa por fuera!
Por ello, debemos dedicar tiempo a cuidar nuestro aspecto físico. Va a favorecer que nos veamos mejor, a asumir mejor estos cambios y, probablemente, a querernos más.
Estos cuidados deben incluir, además de los hábitos de salud, y de higiene personal:
Cuidado de la piel
Es conocido por todas que la piel pierde elasticidad, aparecen arrugas, manchas. Por lo tanto, tendré que mantener una correcta hidratación, tendremos que beber agua principalmente u otro tipo de líquidos saludables, cuidaré mi alimentación e incidiré en aquellos alimentos que me aporten vitaminas, y cómo no, usaré cremas hidratantes. Aquí nos fiaremos del consejo de nuestro dermatólogo, farmacéutico…y recordando que no siempre lo más caro es lo mejor. Interesan también cremas que aporten vitamina C, vitamina A (retinol, acido retinóico) o vitamina E.
Cuidado con el sol
Tendremos que protegernos de él con cremas de protección solar, ropa adecuada, gafas de sol, y evitar horas centrales del día en verano. Pero tenemos que exponernos a él, diariamente, dando un paseo que nos permita beneficiarnos de sus efectos de cara a garantizar dosis suficiente de Vitamina D, imprescindible para nuestros huesos. Con esto sería suficiente. Vigilad posibles manchas o lunares que aparezcan en nuestra piel, especialmente si crecen o van cambiando de aspecto. Ante la duda, acude a tu médico.
Canas
No son un problema de salud. Es un tema estético y aquí todas las opciones son válidas. En todo caso los tintes, salvo casos excepcionales, no son peligrosos o dañinos.
Maquillaje
Si existe ese hábito no hay por qué abandonarlo, ya que bien usado, ayuda a mejorar la imagen.
Cuida tu peso
Con la edad, nuestro organismo pierde agua corporal, disminuye el músculo y por si fuera poco, la grasa del cuerpo aumenta y se deposita en abdomen, cintura u otras zonas del cuarpo. La hidratación, una buena alimentación y el ejercicio van a constituir los pilares sobre los que apoyaremos nuestro aspecto físico. Lo peor que podemos hacer es no hacer nada.
La inactividad es la que va a acarrear las peores consecuencias para nuestro cuerpo. Como además vamos a disminuir de talla, por las consecuencias del envejecimiento en la columna, no me queda más opción que aminorar estos efectos con una actividad física adaptada a mis circunstancias.
Y recordad, la primera norma de belleza empieza por la limpieza. No os abandonéis. La higiene corporal diaria, con una buena ducha, hidratación, ropas cómodas y por qué no, alegres, modernas o clásicas según el gusto, pero en la que nos sigamos sintiendo nosotras mismas.
¿Todo esto es válido para los hombres? ¡Pues claro que sí!. Todos nos merecemos seguir siendo agradables a la vista de los demás y ante nosotros mismos.
Pongámonos a ello. Nosotros podemos.