Los tratamientos de restauración de dientes perdidos a través de implantes se han popularizado enormemente. A menudo, son uno de los principales reclamos publicitarios de las clínicas dentales y, de hecho, el número de implantes colocados ha crecido de forma exponencial en países como España.
Sin embargo, como en todo aquello que adquiere gran relevancia, existe el riesgo de que se trivialice lo que en realidad es una intervención quirúrgica compleja que requiere de especialización para asegurar su éxito en el largo plazo. Por ello, conviene evitar que el foco de este tipo de tratamiento se centre en cuestiones como el precio o la moda del momento, y hacer que se preste importancia a sus aspectos esenciales.
El primer aspecto tiene que ver con la idoneidad de los implantes. La implantología dental entra en escena cuando otros tratamientos de reconstrucción sobre dientes naturales ya no son viables y han desaparecido las piezas dentales, bien porque el paciente las ha perdido o porque ha sido necesaria su extracción.
En estas circunstancias, frente a la alternativa de las prótesis removibles –que en el largo plazo generan problemas mecánicos y de tolerancia, y pueden contribuir al envejecimiento prematuro por el deterioro de la estructura ósea del rostro–, las soluciones protésicas sobre implantes, sea la sustitución de un solo diente, varias piezas o la dentadura completa, presentan indudables ventajas: recuperación plena de la funcionalidad, mantenimiento de la masa ósea y un resultado estético mucho más satisfactorio.
Para que esto se cumpla, las actuaciones con implantes deben realizarse con los criterios de calidad más exigentes. Se aspira que su duración sea para toda la vida, y que el paciente no experimente episodios de fracaso que obligue a nuevos retratamientos.
Formación, experiencia y competencia
Dicha calidad depende en parte de los materiales que se utilicen. Merced a los avances técnicos y científicos, los cirujanos disponemos de una amplia gama de implantes en cuanto a tamaños, materiales o grosores, con sus correspondientes certificaciones, aptos para las distintas técnicas quirúrgicas.
Igualmente, se ha mejorado en el desarrollo de otros componentes, como el material de regeneración ósea y los elementos protésicos, en los que destaca el papel de la ingeniería digital para asegurar que el resultado final del implante se integra a la perfección en el paciente.
De lo que se trata en este apartado, como hacemos en Clínica Bustillo, es de elegir componentes de calidad contrastada y de rodearse de técnicos protésicos que están a la altura de las exigencias de la implantología dental.
No obstante, con ser importante, no solo hay que enfatizar la calidad de los materiales. La formación, experiencia y competencia resulta fundamental. En nuestro caso, los más de veinte años de trayectoria en este campo dentro de la especialidad de cirugía oral y maxilofacial, y los miles de implantes colocados, con tasas de éxito superiores al 95%, pensamos que ayuda a marcar la diferencia a la hora de realizar tratamientos seguros, predecibles y duraderos.
La capacitación debe ser un activo de peso a la hora de elegir a un profesional, ya que se ha incrementado el número y la complejidad de las distintas técnicas de inserción de implantes.
Dentro de la necesaria competencia, hemos de resaltar la función de la tecnología digital. La utilización de recursos avanzados como el escáner TCHC, el escáner intraoral, el software de diagnóstico y planificación o los dispositivos de cirugía guiada contribuyen a determinar con exactitud el tipo de tratamiento y los componentes que precisa. Asimismo, ayudan a que la intervención sea lo menos invasiva posible y se reduzcan las consecuencias del post-operatorio y el número de visitas.
De hecho, cada vez es mayor el número de casos en los que se procede a tratamientos de implantes de carga inmediata, con los que el paciente recibe el implante y la corona o la prótesis en una sola sesión.
Por último, en Clínica Bustillo creemos que calidad va unida a responsabilidad. El profesional tiene que comprometerse con la durabilidad del tratamiento y resolver, en su caso, las posibles incidencias. Para ello, debe quedar constancia completa del tipo de operación, los materiales utilizados y los protocolos de mantenimiento. En este punto, se trata de una responsabilidad compartida con el paciente, quien tiene que velar también por la conservación de la salud bucodental y seguir las pautas de cuidado e higiene prescritas.