La importancia de una buena higiene alimentaria


Eva María Pelet Lafita e Irene Fernandez Badía. Enfermeras. Centro de Salud Fuentes Norte. Marta Aznárez Lahuerta. Especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria. Centro de Salud Casablanca

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La higiene alimentaria es una disciplina que trata de asegurar que los alimentos mantengan sus cualidades organolépticas (sabor, aroma, textura…) y su inocuidad alimentaria. Es decir, que sean seguros para la salud mediante una buena higiene de los alimentos para evitar así diferentes enfermedades.

La higiene alimentaria es el principal factor que interviene en la prevención de enfermedades de transmisión alimentaria. Estas enfermedades son causadas por la ingesta de determinados alimentos o agua contaminados por microorganismos o toxinas. Entre los principales agentes causantes podemos destacar: Escgerichia Coli, Campylobacter, Salmontella, Shigella, Staphylococcus aureus, Listeria, Monocytogenes, virus Hepatitis A y Rotavirus, entre otros.

Más precaución en verano

Durante todo el año debemos tener precaución con las prácticas de higiene alimentaria y, en los meses de verano, todavía más. Debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
1. Mantener la limpieza: lavarnos las manos siempre tanto antes de cocinar como de comer. Lavar alimentos que lo requieran: verduras, hortalizas, pescados…Los utensilios empleados también deben estar limpios (electrodomésticos, vajilla…). No toser ni estornudar sobre los alimentos, no fumar en la cocina y cubrir adecuadamente las heridas. Es importante, a su vez, limpiar y desinfectar bien los utensilios empleados y las superficies después de preparar los alimentos.
2. Conservar en recipientes cerrados herméticamente, preferiblemente de cristal. Es preferible que las tablas empleadas para cortar los alimentos crudos sean de poliuretano, debido a que la madera al ser porosa es más difícil de limpiar favoreciendo la acumulación de microorganismos.
3. Los paños de cocina deben estar limpios y renovarse frecuentemente debido a que pueden acumular muchos gérmenes.
4. Separar los alimentos crudos y los cocinados: no se deben emplear los mismos utensilios (tablas de cortar, cuchillos,…) para los alimentos crudos y los cocinados. De esta manera, evitamos que la carne o pescado crudo contaminen alimentos que no vayan a ser cocinados (por ejemplo, ensalada).
5. Debemos alcanzar una temperatura mínima de 70ºC para cocer, guisar, asar o freír completamente los alimentos para garantizar la inocuidad. Es importante, prestar especial atención a los trozos grandes, pollos enteros o carne picada. Los guisos, sopas… tienen que alcanzar la ebullición.
6. En la nevera debemos obtener una temperatura de aproximadamente 5ºC. Se debe evitar no dejar los alimentos cocinados a temperatura ambiente más de dos horas y guardarlo en un recipiente hermético en la nevera, asegurándonos de que se hayan enfriado primero. Al volver a consumirlo, debemos asegurarnos que ha alcanzado la temperatura adecuada.
7. Descongelar en la parte baja del frigorífico, bajo un chorro de agua fría o en el microondas. No descongelar nunca a temperatura ambiente ya que pueden multiplicarse los microorganismos muy rápidamente.
8. Seleccionar alimentos saludables y frescos. Elegir agua potable y alimentos seguros. No consumir leche no procesada cruda, es decir, que no haya sido pasteurizada o esterilizada en industria; ni consumir alimentos perecederos después de su fecha de caducidad.
9. Comprar al final los alimentos que deben guardarse en nevera o congelador.
10. Con respecto al huevo, evitar que no caiga cáscara en el alimento que nos vayamos a comer. Las salsas que nos sobren deben guardarse en un recipiente bien tapado y en el frigorífico, debiendo ser consumida antes de 24 horas.

Si llevamos a cabo estos consejos podemos evitar muchas enfermedades de transimisión alimentaria y seguir disfrutando del verano.