Las lamias de la sal


Lorena V. Galarregui

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Les voy a relatar una leyenda, una de esas historias que pasan de abuelos a nietos.

Biotz era una jovencita de cara alargada y nariz afilada, su rostro siempre sonriente dejaba asomar unos mofletes rosáceos muy marcados en los caracteres de los habitantes del valle Malda- Erreka. Todas las mañanas obediente a los deseos de su abuelo, en cama desde hacía años, la joven Biotz acompañaba un rebaño de ovejas lachas a pastar por los pastos verdes. Un día, saliendo de su itinerario común y de forma mágica siguiendo su intuición bordeando el Bidasoa, llegó hasta un manantial. Al inclinarse e intentar llenar un cuenco que allí había en forma de kaiku, descubrió que el agua tenia un sabor especial, era agua salada, muy salada. Tras de ella, escuchó un sonoro estallido, y al girarse vio a una bella mujer saliendo del Bidasoa. Ella asombrada le pregunta a tal bella fémina.

– ¿No tenéis frío?

La cual con voz angelical le contestó:

– No linda joven. Este es mi hábitat (realizando un esfuerzo para mostrarle una preciosa cola repleta de escamas doradas que salía desde el río). Biotz había escuchado las leyendas sobre las Lamias, pero nunca creyó que fuesen ciertas.

La Lamia le contó, que donde más a gusto estaban ellas era en esta zona, porque al estar tan cerca del agua salada, les recordaba de donde venían estas bellas sirenas, del mar y que al ser desterradas a tocar fondo en riachuelos, este regalo de Afrodita lo saboreaban con mayor precisión.

La Lamia le dijo a Biotz, llena tu zurrón de agua de este manantial y llévasela a tu abuelo que sé que hace años que esta en cama, que la aplique sobre hojas de alcornoque y tierra durante nueve días, veras como mejorará. Biotz, aturdida, emocionada, lleno el zurrón de agua de este manantial, y cuando llegó a casa le contó lo sucedido a su abuelo, él sonrió, hizo lo que la Lamia le ordenó, y al noveno día ayudado por un bastón de roble se levantó. Llamó a su nieta y le pidió que lo acompañara al manantial de esta agua salada. Al llegar allí junto a una borda en ruinas, se alejó de su nieta Biotz, a voz en alto llamo un nombre de mujer.

-Vittori!! Gritaba.

Hasta que de entre las aguas apareció ella de nuevo, esa Lamia de ojos miel y sonrisa picara. El abuelo fue corriendo hacia su amor, Biotz no comprendía nada. Su abuelo desapareció en el fondo del río. Aritz que es como bautizaron a su abuelo tenía un secreto. Nadie en el valle lo sabía. Cuando era muy joven viajó al Cantábrico en donde se enamoró de una hermosa mujer, una preciosidad que siempre iba acompañada de vientos, sus pelos color grana siempre iban jugueteando con las brisas marinas, él no pudo luchar contra la fuerza de su alma y se dejó embrujar. Día tras día iba al puerto a verla aparecer entre barcas y galeones, ella le sonreía y al aire arrojaba besos que le golpeaban en los labios, aroma y sabor a salitre de mar. Aritz tuvo que volver a su tierra, a sus valles, a Elgorriaga. Allí cada día lloraba junto al manantial por no poder ver a su amor, el tiempo transcurrió, se casó, tuvo hijos y estos le dieron nietos. Lo que nadie supo es que las lagrima que se derraman por amor son mas salinas, y estas hacían mella día tras día en el manantial, la turba fina de este valle filtraba y creaba un bálsamo que río arriba llego al cantábrico y como si de un mensaje en una botella se tratase golpeo el rostro bajo el agua de esta sirena de cabellos rojos, nunca sintió esta sensación, el amor la había pescado y la condujo hasta este río de caudal hermoso. Cuando llegó supo del lugar por su sabor, por el enamoramiento salado del agua en cauce dulce. Era tarde, Aritz había enfermado. Vittori ya se había convertido en Lamia de agua dulce y no podía volver al salino Cantábrico, así que allí atracó, todos los días a la misma hora cuando unos escasos rayos de luz entraban entre lo árboles, asomaba su cabeza entre las aguas y piedras repletas de musgo. Aritz no aparecía, tan solo oía canturrear una voz de una jovencita, la cual intuyó que la ayudaría, ya que tan solo la magia funciona cuando uno cree en ella.

Desde entonces se cuenta que en las aguas saladas del manantial se puede beber amor y el amor lo cura todo. De ello surgió el Balneario de Elgorriaga. Salud y Amor.