La esencial diversidad humana aconseja desterrar toda clase de estereotipos y tópicos, que evidencian pereza intelectual y deseos de librarnos de la intranquilidad que provocan el desconocimiento y la incertidumbre.
En relación con las personas mayores, algunos de los estereotipos en circulación encierran un contenido muy positivo, casi idílico, pero de hecho apenas influyen en su consideración pública. Los ancianos identificados con pozos de ciencia, prudencia y sabiduría, y origen de lo que somos, figuran entre los más difundidos.
Sin embargo, la mayoría de los clichés encierra un carácter negativo: los mayores son lentos y reiterativos; apenas aprenden cosas nuevas propias del mundo de hoy; están ensimismados y centrados en sus recuerdos, etc. En suma, se considera que sus condiciones y estilo de vida aportan poco a la agitada sociedad actual. Salvo, eso sí, en determinados aspectos relacionados con la economía familiar y las labores sociales, por no hablar de los halagos que reciben durante las campañas electorales.
Algunos de estos prejuicios suelen estar provocados por percepciones superficiales y poco rigurosas referidas a una parte de los ancianos desde el punto de vista psicológico y conductual.
En otros casos, se incurre en meras exageraciones que acaban adquiriendo el estatus social de lugares comunes. En cualquier caso, tales mitos y estereotipos suelen condicionar, y de qué manera, las relaciones de los jóvenes y los adultos con las personas mayores, porque es sabido que con frecuencia el comportamiento de las personas depende en buena media de las expectativas, positivas o negativas, de los demás.
Capacidad de adaptación
El análisis objetivo evidiencia que los ancianos de hoy se hallan inmersos en circunstancias muy distintas, incluido un excelente estado de salud, autonomía y capacidad. Pueden también presentar un grado más o menos ligero de deterioro físico o mental, que no interfiere en forma determinante con su vida cotidiana. En un nivel extremo, son susceptibles de padecer ciertas enfermedades que, éstas sí, ocasionen limitaciones más o menos notables. Desde el punto de vista de su situación y relación con el entorno social y familiar, ofrecen grados muy diversos que van desde una adaptación e integración social satisfactoria y gratificante, hasta graves condiciones de disrupción, conflictividad, carencias, aislamiento y soledad.
Aunque pueda parecer chocante, resulta evidente, significativa y frecuente su capacidad de adaptación al mundo difícil en que les toca vivir. En este sentido, la variabilidad es considerable y permite a los mayores ocupar espacios significativos en la sociedad que, de momento, se les están hurtando.
Relaciones intergeneracionales
En el citado ambiente de heterogeneidad, es preciso referirse ahora a las relaciones entre generaciones, en las que sin duda están altamente involucrados los mayores. Dada su importancia, la Unión Europea declaró el 2012 como Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional.
Los ancianos están hoy desempeñando un papel básico y enriquecedor en el entramado de relaciones intergeneracionales mediante la interacción y la cooperación, pese a que la evolución de los tiempos parece haber discurrirdo en sentido contrario a esta convivencia, por lo menos en algunos países. En los latinos, y en España en particular, los vínculos familiares todavìa se mantienen fuertes.
El fenómeno resulta muy significativo a causa del predominio de una cultura eminentemente funcional, en la que las relaciones afectivas y emocionales quedan en segundo plano.
La familia es el ámbito donde se produce la relación intergeneracional primaria. En ella, el mayor, el abuelo, sigue siendo un transmisor de conocimientos, experiencias y, con frecuencia, valores culturales. Además. suele erigirse en soporte de la vida cotidiana de hijos y nietos, apoyo que se valora especialmente en momentos de serias y agobiantes dificultades laborales y económicas.
Esta meritoria tarea de los abuelos, consecuencia en parte de las deficiencias de los servicios sociales, ha derivado a veces, desgraciadamente, en situaciones de manifiesta “explotación” del abuelo.
Como contrapunto, en el mundo laboral y profesional quizá la expuesta grata visión familiar no sea tan evidente, ni mucho menos: la relación intergeneracional, en progresivo deterioro, presenta incoherencias, lagunas y dificultades de varios tipos. Debido al masivo proceso de industrialización, el antiguo estatus de “maestro” que poseía la persona mayor en el ambiente de trabajo artesanal, agrícola, etc. ha ido debilitándose hasta perderse. Por tanto, el mayor, subvalorados su papel y función, ha quedado marginado en los lugares de trabajo, sobre todo en las grandes empresas. Asimismo, desde hace décadas asistimos a masivos procesos de “pre-jubilación”, que han excluido del trabajo a personas en edades y condiciones orgánicas y cognitivas aún muy productivas.
A la vez, la selección exclusiva de jóvenes para determinados puestos de trabajo, sobre todo los de cierto nivel de cualificación y directivos, ha profundizado y consagrado dicha marginación.
En este clima laboral enrarecido, surgen roces y conflictos en las relaciones entre jóvenes impacientes y mayores, quizás víctimas de unas jerarquías y roles confusos, que redundan de hecho en pérdidas irreparables de conocimientos, experiencia, liderazgo y eventuales relaciones con el exterior aportadas por el mayor.
Percepción de las personas mayores
En su ya larga trayectoria, “CUADERNOS GERONTOLÓGICOS”, de la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología, viene destacando y difundiendo la estimulante tarea del anciano creador y activo, tanto en el conjunto de la revista como de modo singular en las entrevistas con personas eminentes, de alta relevancia en diversas actividades profesionales. Aun sin llegar al citado grado de excelencia, en la vida cotidiana la mayoría de los mayores de nuestro tiempo está dando pruebas abundantes y continuadas de respuesta eficiente a sus propios requerimientos y a los de su grupo social, con fórmulas variadas.
Por el bien de nuestra sociedad, urge cambiar, con nuevas y positivas miradas, la percepción de las personas mayores, porque ellas, con su variabilidad humana, están afrontando con éxito nuevos e importantes retos que pueden iluminar los pasos de la sociedad española en momentos de especial dificultad y desorientación.