Nuestra sangre está compuesta por una parte líquida llamada plasma que contiene agua, sales minerales y proteínas, y una parte sólida formada por las células sanguíneas que son los glóbulos rojos o eritrocitos, los glóbulos blancos y las plaquetas.
El grupo sanguíneo es un sistema de clasificación de la sangre. Para poder determinar el grupo de una persona hay que entender dos conceptos clave:
• Antígenos: proteínas heredadas de nuestros padres que se encuentran en la superficie de los glóbulos rojos. Se sabe que hay más de 300 relacionados con el grupo sanguíneo, siendo los más importantes el A, el B, el O y el D (grupo Rh, el que indica si somos positivos o negativos).
• Anticuerpos: glucoproteínas del plasma producidas por el organismo con capacidad de reconocer específicamente un antígeno que detecta como extraño y de unirse a él con la finalidad de destruirlo.
Ahora bien, ¿cómo se determina en el laboratorio qué grupo somos cada uno de nosotros?
La forma más sencilla es hacer reaccionar una gota de la sangre del paciente que contiene sus correspondientes antígenos en los glóbulos rojos con anticuerpos que reconozcan esos antígenos. Los anticuerpos son comercializados para poder realizar pruebas de aglutinación poniendo en contacto una muestra de sangre con un anticuerpo: si en la sangre, en la superficie de los glóbulos rojos, se encuentra el antígeno correspondiente, los anticuerpos se unirán y se producirá aglutinación (observaremos pequeños grumos); si el antígeno no está, no pasará absolutamente nada.
En el laboratorio se trabaja con anticuerpos comercializados anti-A, anti-B, anti-AB y anti-D. El procedimiento es el siguiente: colocamos en una placa una gota de cada uno de ellos y les añadimos una gota de sangre, mezclamos y observamos si se produce aglutinación o no. Si hay, significa que el antígeno correspondiente a ese anticuerpo está presente en el glóbulo rojo, definiendo así el grupo.
De esta manera, si la sangre aglutina con el anticuerpo anti-A, el anti-AB y el anti D y no con el resto, estaríamos ante un A+; si por el contrario no aglutina con ninguno, sería un O-.
Entonces ¿qué sucederá si se le transfunde a una persona sangre incompatible con su grupo sanguíneo?
Los anticuerpos presentes en el plasma (parte líquida de la sangre) del receptor actuarán atacando los glóbulos rojos de la sangre que se ha transfundido, ocasionando que estos se rompan, lo que se denomina hemólisis. Como respuesta, en el paciente se generará una reacción transfusional que puede darse en forma de escalofríos, fiebre, náuseas y vómitos hasta una insuficiencia renal, llegando incluso a la muerte.
Por todo esto resulta de vital importancia conocer el grupo sanguíneo de los pacientes antes de realizarle una transfusión sanguínea evitando así que esto se produzca. Para ello, en el laboratorio, además de la determinación del grupo sanguíneo, se realizan pruebas mucho más exhaustivas con el fin de no comprometer la seguridad del paciente a la hora de transfundir.