Las catástrofes (accidentes graves, incendios, seísmos…) son situaciones agresivas para los que las sufren y sus allegados. Son hechos no cotidianos pero que de los que tenemos información, bien por los medios de comunicación o porque nos pueden afectar a nosotros o a personas de nuestro entorno.
Ante una catástrofe es usual que junto con el trabajo de técnicos, como los bomberos, ingenieros, se lleve a cabo una actuación socio sanitaria multidisciplinar, es decir, según las necesidades, se suele configurar un equipo formado por médicos, trabajadores sociales, y otros profesionales que pudieran ser necesarios más puntualmente, como por ejemplo, traductores, etc. Dentro de este equipo se suele movilizar a psicólogos para que brinden su ayuda.
Su trabajo en estas situaciones, tal como comentamos en este artículo, va dirigido fundamentalmente hacia aspectos emocionales, relacionales y de manejo de problemas, labor que puede tener un papel clave en los períodos inmediato y posterior a la catástrofe. Aunque la labor del psicólogo frecuentemente va más allá, colaborando en diferentes aspectos prácticos que pueda requerir la situación.
Reacciones psicologicas ante una catastrofe
Cuando hablamos de reacciones psicológicas ante una catástrofe es importante tener en cuenta que nos estamos refiriendo a respuestas en general normales ante una situación real intensa (frente por ejemplo a lo que puede ser un temor excesivo a hacer frente a los problemas del día a día). Algunos de las reacciones psicológicas que se suelen dar en un primer momento pueden ser sentimientos de inquietud, desamparo, indefensión, miedo (a perder la propia vida y la de los seres queridos); una búsqueda de seres queridos, de recuperar la unidad familiar, acompañada de la correspondiente tensión hasta conocer datos concretos. Una de los factores clave que pueden influir en estas reacciones emocionales, es que se trata de situaciones imprevisibles. Sin embargo, simultáneamente es frecuente la aparición de reacciones positivas como sentimientos de solidaridad y empatía (entender la vivencia de la otra persona).
Además se pueden dar reacciones psicológicas en momentos posteriores (días o semanas posteriores), como la presencia de una ansiedad anticipatoria (temor a que vuelva a ocurrir una catástrofe similar o por extensión, de otro tipo), o alteraciones en el sueño o en la alimentación.
En algunos casos, estas reacciones emocionales pueden ser más intensas de lo normal, tanto al producirse la catástrofe, como en fases posteriores: puede surgir por ejemplo una reacción inmediata de ansiedad intensa, o un síndrome del estrés postraumático, en la que la persona vivencia de nuevo el suceso traumático, acompañada de una alteración emocional importante.
Estas reacciones psicológicas se pueden dar en personas que han sufrido directamente la catástrofe en ellos (que han sufrido lesiones físicas o psíquicas, pérdidas de hogar, económicas) o en personas cercanas a ellos (como es el caso de los que han perdido familiares).
Estilo de afrontamiento
Un elemento clave en las reacciones que puede presentar la persona y que además podemos trabajar para mejorar dichas reacciones, es el estilo de afrontamiento que tiene el afectado. Dicho estilo puede ser entendido como su forma habitual de intentar manejar los problemas y las emociones. Hay personas que muestran un deseo de contar a otros su experiencia vivida; otras en las que predomina el realizar un análisis racional de la situación, y buscar soluciones prácticas que les ayuden a situarse. Otras por ejemplo, pueden presentar una preocupación excesiva. En este sentido, a la hora de hacer frente a la catástrofe, va a haber estilos de afrontamiento que van a ser de más ayuda que otros. Es importante destacar que un número importante de personas cuentan con recursos adecuados para hacer frente a las dificultades.
Intervencion
La intervención psicológica puede ir dirigida a quienes sufren la catástrofe directamente, a las personas cercanas a ellos, y también a los equipos de ayuda que intervienen en la catástrofe (sanitarios, bomberos…). Se busca que estas intervenciones se ajusten a las características de los sujetos (su forma de afrontar las situaciones): en este sentido, habrá personas que se beneficien más de un trabajo sobre las emociones, otras de intervenciones más centradas en el problema.
Podemos distinguir dos fases principales en la intervención, una primera a corto plazo: próxima en el tiempo y lugar al acontecimiento catastrófico, en la que se pretende aliviar el sufrimiento de sujeto y ayudarle en el proceso natural de recuperación tras el impacto del suceso traumático. En esta primera fase se puede ayudar además a la persona a utilizar sus habilidades de afrontamiento de los problemas y de las emociones negativas, a establecer sus planes de mejora, con una visión más realista de su situación, y a transformar el sentimiento de víctima en el de superviviente.
Y por otra parte, podemos considerar una segunda fase a medio plazo, en la que se trabaja ya con un grupo más concreto de personas en riesgo de desarrollar problemas psicológicos. En esta segunda fase se busca principalmente ayudar a recuperar el funcionamiento previo a la catástrofe, prevenir la aparición de secuelas psíquicas retardadas y la evolución hacia un trastorno como el de estrés postraumático, o tratarlas si se han presentado.
En las siguientes líneas nos gustaría indicar algunas de las intervenciones que puede realizar el psicólogo principalmente en las primeras fases (propuestas por la Asociación Americana de Psicología), destinadas a trabajar las emociones. Posteriormente incluiremos algunas intervenciones dirigidas hacia trabajar problemas concretos:
Facilitar la expresión de emociones (tristeza, enfado, ansiedad…). Escuchar a las personas, intentando entender lo que están viviendo y haciéndoles ver que se les entiende.
Ayudar a las personas a entender que es normal que se les presenten esos sentimientos, ya sean de miedo, tristeza o cualquier otra emoción intensa, y que además, que se trata de reacciones emocionales transitorias. No se busca que la persona se fuerce a no sentir emociones intensas, sino de ofrecerles esperanza en que dichas reacciones mejorarán en un futuro. Ayudar a establecer contactos con otras personas cercanas a ellos, que han sufrido o no los problemas (amigos, familiares, voluntarios…). Estas personas van a poder ofrecer apoyo a la víctima, al igual que el propio sujeto puede ofrecerles su apoyo. El psicólogo puede además colaborar en que la comunicación con estas personas, y con los profesionales, sea más eficiente.
Algunas intervenciones dirigidas a hacer frente a los problemas concretos,
Ayudar a las personas a manejar sus condiciones de vida temporales y a manejarse en los sistemas que se han creado para ayudarles (aclimatarse a los refugios, centros de atención sanitaria…).
Igualmente ofrecer información sobre los recursos disponibles para hacer frente a necesidades actuales (atención médica y otros). Ayudar a resolver problemas prácticos o de otra índole, que se puedan estar dando de manera simultánea.
En algunos casos va a ser también útil proporcionar información adecuada sobre lo que no deben hacer.
Y en número importante de casos, indicarles la importancia de que estén activos.
Por último, en las mencionadas recomendaciones, se hace alusión a la posibilidad trabajar con grupos con necesidades más específicas, como son los niños, o las personas que ya tenían un problema importante previo a la catástrofe (Ej. una pérdida reciente de un familiar cercano).