La práctica deportiva está muy generalizada entre la población hoy en día, no ya como actividad competitiva, profesional o aficionado, sino también como actividad de entretenimiento o para estar simplemente en forma, tanto en edades jóvenes como, incluso, en personas de edad. La gran diversidad de deportes practicados hace que el tipo y localización de las lesiones producidas puedan ser muy variadas. Lo mismo sucede con las actividades físicas habituales, laborales o de ocio.
Aparte de las evidentes lesiones propiamente traumatológicas, como son las fracturas óseas y las luxaciones articulares por un traumatismo importante o por impacto directo, con la actividad deportiva, lo mismo que sucede con la cotidiana y laboral, podemos sufrir diferentes afecciones en los distintos componentes del aparato locomotor. Así, en tendones se pueden producir tendosinovitis, tendinitis, tendinosis y roturas, parciales o completas; en los músculos, contusiones, desgarros fibrilares y hematomas; las bolsas serosas también pueden sufrir bursitis, especialmente por fricción o sangrados (hemobursa); los ligamentos sufren distensiones o esguinces, así como roturas parciales o completas; las articulaciones, artritis traumática, luxaciones, subluxaciones, condromalacia u osteocondritis; los huesos pueden sufrir fracturas por fatiga, si el esfuerzo físico supera la resistencia del hueso en cuestión o fracturas por insuficiencia, si el hueso está osteoporótico. Además, se describen otro tipo de trastornos de más difícil clasificación, como el síndrome de dolor regional complejo, los síndromescompartimentales y los síndromes de atrapamiento de nervios en las extremidades, sobre todo en zonas estrechas y comprometidas, próximas a las articulaciones, como el tan frecuente síndrome del túnel carpiano en muñeca o el del túnel tarsianoen tobillo.
Las lesiones mecánicas del aparato locomotor derivadas de la actividad física, en definitiva, se pueden manifestar de forma aguda, con dolor y signos inflamatorios intensos, como hinchazón, calor e, incluso, cierto enrojecimiento, ocasionando gran impotencia funcional o imposibilidad para utilizar la parte del cuerpo afectada. Otras veces, las lesiones se manifiestan de forma más larvada o crónica, con síntomas menos intensos, que se van desarrollando a lo largo de semanas, meses o años. No es nada infrecuente, sobre todo en las formas crónicas y, especialmente, derivadas de la actividad habitual que realizamos todos, todos los días, que se vayan sumando afecciones de unas áreas a las de otras. De ahí la importancia de desentrañar cada dolencia individualmente y no caer en la tentación de atribuirlo a un mismo problema (el erróneamente llamado “reuma”).
El origen de este tipo de patología traumática o reumática se encuentra en el desequilibrio entre la carga que soporta la estructura musculoesquelética y la resistencia o tolerancia de la misma, en un momento dado o con el tiempo. Varios factores predisponen: el sobreesfuerzo físico y los esfuerzos repetitivos, sobre todo si son practicados de forma prolongada, en posiciones contraproducentes, con una técnica inapropiada; un entrenamiento o preparación física insuficiente o, por el contrario, excesiva; la existencia de malformaciones y secuelas de otras lesiones previas en el aparato locomotor; una inadecuada recuperación de una lesión previa o un tratamiento incorrecto; uso de calzado u otros complementos necesarios para llevar a cabo la actividad física que sean inadecuados y, en general, el empleo de una técnica errónea o una tecnología defectuosa o mal manejada. Por el contrario, pueden prevenirse, haciendo las cosas con conocimiento, información adecuada y voluntad suficiente. Hay que pensar que está en juego nuestra salud. También son útiles otras medidas de salud generales, como una buena alimentación e hidratación, ingesta de bebidas isotónicas después de ejercicios extenuantes, evitar tóxicos (tabaco, bebidas alcohólicas) y buscar entornos ambientales favorables y sanos. También el uso de ciertas ortesis en algunos casos (plantillas, tobilleras, rodilleras, muñequeras, epicondileras, fajas o corsés, etc.).
El diagnóstico es clínico, según los síntomas, características de la actividad física causante y exploración meticulosa de músculos y articulaciones, confirmándose, muchas veces, con las diferentes técnicas de imagen (radiografía, ecografía, resonancia).
El tratamiento, en general, pasa, inicialmente, por guardar reposo funcional, a veces mediante uso de diferentes ortesis o dispositivos que mantienen la articulación o extremidad en reposo o que facilitan la descarga funcional de la misma (como bastones, muletas, férulas, etc.) y la aplicación de frío o calor local (según el tipo de lesión, aguda o crónica, o el alivio que se sienta con uno u otro). Se pueden emplear distintos anti-inflamatorios, bien por vía oral o intramuscular, o bien tópica, en forma de gel, crema y pomada e, incluso, aplicando infiltraciones en la región lesionada, con anestésicos locales y/o corticoides. También pueden ser necesarias distintas terapias físicas y rehabilitadoras. Algunos casos requerirán tratamiento quirúrgico, como primera opción (lesiones agudas en pacientes jóvenes y deportistas fundamentalmente) o, si no son efectivas, otras medidas terapéuticas conservadoras.
Resuelta la fase dolorosa, hay que centrarse en la prevención de recidivas, si cabe más importante, que consiste en la corrección de la técnica errónea empleada en la actividad física generadora de la lesión, sobre todo, cuando ésta es realizada de manera repetitiva y habitual, muy frecuente en el ámbito cotidiano y laboral. De ahí, la importancia de conocer y aplicar las medidas ergonómicas y de higiene postural establecidas. La tecnología también ayuda en este sentido. Es fundamental la preparación física, el entrenamiento, la práctica de estiramientos de músculos y tendones, los ejercicios de conservación de la movilidad articular y fortalecimiento muscular, así como el calentamiento previo a la realización de un esfuerzo físico, sea deportivo propiamente o no. Siempre adecuándolo a la edad y características de cada individuo.
Algunos de estos padecimientos son especialmente frecuentes: el síndrome subacromial, por tendinitis en el hombro; la epicondilitis, epitrocleitis y en el codo; la osteitis púbica, el síndrome de los aproximadores en la cara interna de los muslos; elsíndrome de dolor trocantérico, por bursitis o tendinitis insercional de los glúteos en el trocánter mayor del fémur; el síndrome de fricción de la cintilla iliotibial en la parte externa de la rodilla, el síndrome patelofemoral o condromalacia rotuliana en la cara anterior y, también, las meniscopatías; la fascitis plantar, la tendinitis y bursitis aquílea y losesguinces en tobillo y pie.
El ejercicio corporal, regular y adecuado a cada uno de nosotros, y la preparación física y mental que precisa, es una medida básica de salud y una inversión que vale la pena. Desde aquí, animamos a llevarla a cabo, eso sí, siempre en las mejores condiciones.