El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un lentivirus (de la familia Retroviridae), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida). Hoy en día gracias a la aparición del tratamiento antirretroviral, tanto el pronóstico como la evolución de esta enfermedad, han cambiado profundamente.
El principal objetivo en una mujer gestante infectada por el VIH es la prevención de la transmisión vertical; por ello, es fundamental realizar tratamiento antirretroviral en todas ellas. La base del tratamiento para conseguir que la embarazada alcance la supresión de la carga viral (menos de mil copias por mililitro) o que ésta sea indetectable (menos de 50 copias por mL) es la terapia antirretroviral.
Por tanto, es imprescindible que aquellas mujeres en edad fértil que planean un embarazo conozcan su posible condición de infectadas por el VIH. Siendo fundamental planificar la gestación en la mejor situación clínica posible, minimizando los riesgos para la mujer, la pareja y el feto.
Conocer el estado inmunovirológico
A la mujer que acude a la consulta con embarazo temprano y desconoce su estado serológico debe indicarse una prueba rápida para detección del VIH en la primera consulta prenatal. Es muy importante conocer el estado inmunovirológico de la gestante realizando el recuento de los linfocitos T CD4 y la carga viral plasmática; además hay que descartar otras enfermedades infecciosas pidiendo una serología frente a lúes, hepatitis B y C. Asegurarse del estado vacunal de la paciente, valorar la función hepática y renal y remarcar la necesidad de una buena adherencia a los retrovirales para disminuir el riesgo de trombosis venosa y de aparición de resistencias. En caso de Linfocitos CD4 inferiores a 200 habrá que iniciar tratamiento profiláctico frente a las infecciones oportunistas.
Los estudios clínicos han demostrado que durante el embarazo el riesgo de infección para el feto es de aproximadamente 8%. Durante el trabajo de parto el riesgo es de 15%.
Factores que incrementan el riesgo
El riesgo de transmisión vertical existe durante toda la gestación, pero es muy raro que el feto se infecte en el primer trimestre del embarazo. El período durante el cual se infectan más niños/as es el que rodea al parto.
Los principales factores que incrementan el riesgo son: la carga viral en la sangre, las secreciones cervicovaginales, el trabajo de parto prolongado, la ruptura de membranas amnióticas, los embarazos múltiples, el monitoreo invasivo y los partos instrumentados.
Todos estos factores son acumulativos y hay que intentar evitarlos. La mujer con VIH no diagnosticado y que amamanta a su hijo incrementa el riesgo de transmisión de la infección de 4 a 22%; éste se modifica dependiendo de la carga viral en la leche humana y el tiempo de amamantamiento. Las revisiones periódicas durante el embarazo hasta la finalización de éste permiten poner en práctica las medidas de prevención y atención continua e integral de la mujer y su hijo. La infección del recién nacido tiene trascendencias biológicas y sociales importantes.
El recién nacido puede infectarse si la madre está ya infectada cuando se queda embarazada o si la infección aguda se produce durante el embarazo, en este último caso el riesgo de infectar al bebé es mucho mayor. También un recién nacido que no se contagió durante el embarazo ni durante el parto, puede contagiarse mediante la lactancia materna, pues por la leche materna se elimina el virus VIH.
En las gestantes VIH positivo existe un riesgo aumentado de infección puerperal. Sobre todo, en las cesáreas y en los estadios avanzados de la enfermedad, por lo tanto, es muy importante realizar un adecuado tratamiento antibiótico profiláctico. El porcentaje de recién nacidos infectados, disminuye a un 1-3% si se hace un buen seguimiento y se inicia tratamiento durante el embarazo y parto a la madre y en el periodo neonatal durante 4 semanas al niño y se evita la lactancia materna.
Además, aumenta la posibilidad de que aparezcan complicaciones trombóticas hasta tres meses desde el parto, por lo que se administrará HBPM a dosis profiláctica durante 6 semanas postparto.
Es muy importante garantizar la continuidad del control de la infección por el VIH en el postparto a través de un equipo multidisciplinar.
Conclusión
Cada vez se hace más importante realizar la visita preconcepcional, sobre todo para este tipo de enfermedades. De esta manera, la futura gestante puede saber su estado serológico antes de quedarse embarazada y realizar una concepción con menor riesgo para su correcto desarrollo.
Por otra parte, si no se realiza la consulta preconcepcional, la visita idónea para detectar el VIH, es en la primera visita del embarazo. Por tanto, es relevante la función de la matrona para realizar este cribado y saber derivar y asesorar en el caso de que sea positiva la gestante a VIH.