Y a mi ¿quién me cuida?


Cristina María Pueyo Ruiz. FEA. Rehabilitación Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa. Zaragoza

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¿Tiene usted a su cargo a algún familiar dependiente? ¿Está cuidando de su madre o de su padre anciano? Entonces es posible que padezca, sin saberlo, lo que se denomina el Síndrome del cuidador.

El Síndrome del Cuidador, también llamado “burn out” o síndrome del cuidador quemado, es un trastorno real y común que afecta a personas que desempeñan el papel de cuidador principal de una persona dependiente.
Es una situación que se produce lentamente, no de manera brusca, por el estrés diario y continuado contra la enfermedad, con una dedicación plena por parte del cuidador hacia la persona que está cuidando, para facilitarle la mejor calidad de vida posible y estar disponible constantemente para todas sus necesidades. Esta situación consume totalmente la energía y el tiempo del cuidador, originando una sobrecarga física y psíquica.
Según las estadísticas el rol de cuidador recae en la mayor parte de las ocasiones en el cónyuge, seguido por los hijos y los hermanos. Mayormente se trata de la esposa, que se considera responsable del cuidado del marido por el vínculo emocional y afectivo que tiene hacia él, con una convivencia las 24 horas del día y los 7 días de la semana, con una dedicación del 100% de su tiempo; pero incluso a pesar de esta dedicación plena, hay ocasiones en las que tienen un sentimiento de culpabilidad cuando tienen que ausentarse por algún motivo y piensan que no le están atendiendo correctamente, que las puede necesitar y no están allí; no llegando nunca a desconectar de ese papel.
Se estima que un cuidador puede llegar a encargarse de una persona dependiente los 7 días de la semana y en un promedio de 17 horas al día, con las implicaciones sociales, económicas e incluso para su propia salud, que eso puede originar.

Actividades sociales, lúdicas y laborales

El destinar tanto tiempo al cuidado de otra persona, hace que tenga que suspender todas sus actividades sociales y lúdicas, llegando a anularlas por completo, con la sobrecarga emocional que esto conlleva, y suspender también todas sus actividades laborales, por lo que no percibe ninguna retribución económica, a lo que se añade que el cuidado de estas personas suele requerir más consumo de recursos materiales, provocando una merma en la economía familiar.
Esta dedicación constante llega incluso a afectar a la salud de cuidador. En nuestra consulta es común ver como prima el bienestar del paciente dependiente, que es llevado continuamente a todos los especialistas que necesita y goza de una salud aceptable dentro de sus propias limitaciones, mientras que el cuidador se encuentra más desmejorado y sufre problemas físicos sobre todo dolores articulares, en su mayoría dolor lumbar, por la sobrecarga física que requiere movilizar al dependiente, y que en muchas de las ocasiones ni consulta con el médico, entrando aún más en un círculo de debilitamiento.
Además la mayoría de las personas que se dedican a cuidar de una persona dependiente no están preparadas físicamente ni saben como deben hacerlo. Se ha visto que son personas en su mayoría con edades por encima de los 50 años, que necesitan movilizar a otra persona, lo que supone una sobrecarga física, por el peso que deben movilizar, y también por no hacerlo correctamente. Por lo que es importante conocer que ante esta situación existen normas y estrategias específicas de movilización y cuidados que disminuyen el daño o sobrecarga que se pueda originar tanto para el cuidador como para el dependiente.
Por otro lado, el dependiente en muchas ocasiones no suele ser un paciente agradecido, e incluso puede volverse algo egoísta y directa o indirectamente culpa a la persona que se encuentra a su lado de no poder realizar sus actividades y manifiesta quejas de las atenciones que recibe, lo que incrementa la sensación de culpabilidad y de ansiedad del cuidador.
Pero, incluso ante esta situación, el cuidador no se da cuenta del propio debilitamiento físico y psíquico que está sufriendo, porque siente más responsabilidad hacia el cuidado del otro que hacia el suyo propio. Por lo que es necesario saber ¿Dónde está el término medio?, ¿cuándo está empezando a afectarnos está situación? y ¿cómo podemos afrontala?

¿Cómo sospechar si alguien está sufriendo el síndrome del cuidador?

Ante una persona que tiene a su cargo otra dependiente hay que valorar si se trata de una persona que se responsabiliza del enfermo al 100%, si diariamente se encarga de movilizarlo, asearlo, vestirlo, darle de comer, darle la medicación, pasear con él, llevarlo al médico, etc. Si va perdiendo su independencia, no realiza ninguna actividad laboral, no tiene tiempo libre para su ocio, dejando a un lado sus aficiones y amistades e incluso a su propia familia llegando incluso a desatender su propia salud.
A parte de la situación objetiva del cambio de su estilo de vida, existen también una serie de síntomas físicos o emocionales que pueden hacernos sospechar que estamos ante un paciente afecto de este síndrome, como son: alteraciones del sueño (somnoliencia diurna o insomnio nocturno), decaimiento o cansancio continuo, alteraciones en el apetito, por exceso o por defecto, molestias digestivas, palpitaciones o temblores, que pueden ser señales de una situación de ansiedad, alteraciones en la memoria o dificultad para la concentración, cambios en el humor y estado de ánimo, con llanto fácil, irritabilidad o irascibilidad, sentimiento de culpabilidad constante, e incluso consumo excesivo de tóxicos (automedicación, pastillas para dormir, tabaco o alcohol).

¿Cómo podemos afrontar este tipo de situación?

Ante esta situación lo primero que hay que hacerle ver al cuidador es que la situación puede haberse convertido en un problema sin darse cuenta y obedecer unos consejos que la mejoren. Es muy importante:
• Saber que no toda la responsabilidad recae sobre una sola persona. Hay que saber delegar en otros familiares, personas de su entorno social, que estén dispuestas a ayudarle o en algún profesional. Con ello no hay que sentirse culpable porque no significa que te despreocupes, al revés, cuentas con más ayuda para poder atenderle mejor.
• Establecer unos horarios, dejando un rato libre diariamente para ti, para mantener alguna actividad o deporte que te guste o simplemente salir a pasear.
• No aislarse: quedar con amigos y familiares, estos te pueden ayudar a desahogarte o aconsejarte, si han estado en situaciones parecidas.
• Preocuparte por tu propia salud. No acuda a los especialistas solo para el paciente; si usted padece alguna dolencia consulte con su médico.
• Descansar diariamente.
• Apóyate en profesionales que te puedan asesorar, ayudar y facilitar el cuidado de la persona a tu cargo.
• Saber pedir ayuda cuando estés saturada.
Recuerda, lo más importante eres tú, y hay que empezar por cuidarse uno mismo, para estar en buen estado físico y psíquico y así poder ayudar a los demás.