Los productos dermocosméticos, basados en las últimas investigaciones, se adaptan a cada tipo de piel y sus necesidades. Su elaboración, eficacia y seguridad cosmética se rigen por las más estrictas normas internacionales.
Los dermocosméticos se comercializan en forma de cremas y lociones en las farmacias, proporcionan a las células de la piel la energía que les permite cumplir de manera óptima sus funciones, como la fabricación de colágeno, recuperar su luminosidad, suavidad, elasticidad e hidratación.
Diariamente, factores ambientales, como el viento y las radiaciones solares, agresiones externas como el maquillaje y el afeitado, así como la alimentación y el estado de salud entre otros, provocan que nuestra piel pierda poco a poco su energía y su capacidad de renovación perdiendo luminosidad e hidratación, dando lugar a una piel cansada, en la que pueden comenzar a aparecer las arrugas y los signos de la edad.
Así mismo, hay ciertas pieles más frágiles y sensibles a factores ambientales y tratamientos cosméticos. Son las llamadas ‘pieles intolerantes’, que se caracterizan por presentar tendencia a la sequedad e irritación, al enrojecimiento y al picor.
Las ‘pieles con tendencia acneica’, cuyas células no regulan bien la grasa, también requieren un cuidado especial, con una higiene diaria que impida la proliferación de gérmenes y la obstrucción de los poros.
Ante estos casos, cada vez son más las personas que buscan un tratamiento cosmético adecuado para el cuidado de su piel. De hecho, al año se realizan en la farmacia 10 millones de consultas al respecto, según datos del Consejo General de Colegios Farmacéuticos.