Alimentos funcionales


Dra. Ana Zugasti Murillo

Print Friendly, PDF & Email
En los últimos años los alimentos funcionales han ido invadiendo el mercado, y en la actualidad forman  parte de nuestra dieta  habitual. La evolución de lo que el consumidor demanda ha hecho cambiar de forma drástica el concepto de alimento. Si el siglo pasado comenzaba con la preocupación por encontrar alimentos suficientes y posteriormente alimentos sanos (libres de gérmenes y de tóxicos), al final del mismo, las evidencias científicas relacionadas con la  dieta y la salud, han propiciado la demanda de alimentos saludables (bajos en calorías, en sal, en colesterol o ricos en vitaminas) y, finalmente, de alimentos funcionales.

 

Se ha demostrado que muchos alimentos tradicionales como las frutas, las verduras, el pescado y la leche contienen componentes que resultan beneficiosos para nuestro organismo. El concepto más aceptado como definición de alimento funcional, es el del consenso Functional Food Science in Europe (FUFOSE): un alimento puede considerarse funcional cuando se demuestra adecuadamente que, además de sus efectos nutritivos, afecta beneficiosamente a una o más funciones del organismo de forma que mejora su estado de salud o bienestar o reduce el riesgo de enfermedad.

Esta definición pone en evidencia tres aspectos:

  • 1. Que el efecto es independiente de las propiedades nutricionales del alimento.
  • 2. Que debe ser demostrado adecuadamente.
  • 3. Que el efecto beneficioso puede afectar a funciones fisiológicas, al bienestar o al riesgo de enfermedad. En  este tipo de alimentos se incluyen tanto los alimentos naturales (cereales, frutas, verduras, pescado) como los modificados:
    • Por agregarles o enriquecerles en algún nutriente determinado. Ejemplos: lácteos enriquecidos (ácido fólico, calcio-vitamina D, omega 3), leches fermentadas (con omega 3, con bacterias probióticas) o enriquecidas con preobióticos, zumos enriquecidos, cereales fortificados, pan enriquecido (con ácido fólico, sal yodada, calcio), huevos enriquecidos con omega 3, alimentos suplementados con proteínas y L-carnitina para deportistas, alimentos enriquecidos con antioxidantes (vitamina E, C, zinc, selenio).
    • Por eliminar o limitar componentes poco saludables: lácteos sin lactosa o pobres en grasa, alimentos sin gluten, sin sal.
    • Por modificar la biodisponibilidad de los nutrientes: alimentos ricos en fitosteroles.
    • O por asociación de varias de estas modificaciones.

Los mensajes y etiquetas, claros y entendibles

La Comunidad Europea ha elaborado un Reglamento (1924/2006) que exige que la comercialización de alimentos funcionales esté avalada por estudios científicos que justifiquen las declaraciones nutricionales o de salud. Los mensajes y etiquetas deben ser claros y entendibles por el consumidor medio. De acuerdo con el citado Reglamento, se pueden diferenciar los siguientes tipos de declaraciones:

  • Declaraciones nutricionales: declaración que afirme que un alimento posee propiedades nutricionales beneficiosas específicas con motivo del aporte energético (“bajo en sodio”) o los nutrientes que aporta (“enriquecido en calcio”). (Ver figura 1)
  • Declaraciones saludables: declaración que dé a entender que existe una relación entre una categoría de alimentos y la salud (“los fitosteroles pueden reducir el nivel de colesterol en sangre”).
  • Declaraciones de reducción del riesgo de enfermedad: declaración que dé a entender que el consumo de una categoría de alimentos, un alimento o uno de sus constituyentes reduce significativamente un factor de riesgo de aparición de una enfermedad (“el calcio es necesario para el crecimiento y desarrollo normales de los huesos de los niños”).

tabla

Áreas de investigación

  • Las principales áreas de investigación de alimentos funcionales en la actualidad son:
  • Crecimiento y desarrollo en la primera infancia. Dirigidas a estudiar las posibles aplicaciones de los alimentos funcionales durante el embarazo, el desarrollo del feto, la lactancia y durante el período infantil. De esta manera, encontramos alimentos enriquecidos en: hierro, yodo, ácido fólico, ácidos grasos (omega-3 y omega-6), calcio, vitaminas A y D, leches de fórmulas infantiles con nutrientes específicos que favorecen su crecimiento y desarrollo, etc.
  • Regulación de procesos metabólicos. En relación con el mantenimiento de un peso adecuado, mejor control de la glucemia (nivel de azúcar en sangre), o de las tasas de colesterol y triglicéridos plasmáticos asociados a riesgo cardiovascular. Algunos ejemplos son los alimentos de bajo contenido energético (bajos en grasas o en azúcares sencillos), enriquecidos en omega-3 o grasa monoinsaturada (ácido oleico) o con fibra.
  • Defensa contra el estrés oxidativo. Las sustancias antioxidantes funcionan como una barrera frente al efecto nocivo de los radicales libres sobre el ADN (los genes), las proteínas y los lípidos de nuestro cuerpo. Su consumo contribuye a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, degenerativas e incluso de cáncer. Respecto a los productos enriquecidos con sustancias antioxidantes (vitaminas C y E, beta-carotenos, selenio, cinc y fitoquímicos o sustancias propias de vegetales), destaca el aumento de éstos en el mercado, tales como zumos de fruta y bebidas de leche, entre otros, que pueden incluir una o varias sustancias antioxidantes entre sus ingredientes, con el fin de paliar los procesos de oxidación.
  • Sistema cardiovascular. Por su contribución a la hora de reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares encontramos alimentos enriquecidos en ácidos grasos monoinsaturados, poliinsaturados (omega 3 y omega 6), con sustancias de acción antioxidante, fitoesteroles, ciertas vitaminas del grupo B (B6, B9, B12) y fibra.
  • Función del tracto gastrointestinal. En este sentido, encontramos alimentos con probióticos (yogures y otras leches fermentadas con bacterias ácido-lácticas), prebióticos (alimentos con fibra soluble como los fructooligosacáridos) y los enriquecidos en fibra soluble e i n – soluble o ricos en fibra (legumbres, verduras y hortalizas, frutas frescas y desecadas, frutos secos y cereales de grano entero y productos que los incluyen como ingrediente), destinados a mejorar la función intestinal y la formación de heces, la composición de la flora bacteriana del colon y la función del tejido linfoide del intestino.
  • Funciones psicológicas y conductuales. En relación con el apetito y la sensación de saciedad, el rendimiento cognitivo, el humor o tono vital y el manejo del estrés. Se engloban en esta área los alimentos ricos en fibra y los enriquecidos en fibra (de alto valor de saciedad), alimentos con nutrientes específicos para pacientes con deterioro cognitivo, alimentos con sustancias excitantes del sistema nervioso (cafeína, ginseng, etc.) o tranquilizantes (melisa) extraídos de plantas, etc.
  • Rendimiento y mejora del estado físico. Se han estudiado los efectos de diversos nutrientes y su acción en el ejercicio, en la mejora de la retención de agua, la regulación térmica y el rendimiento físico junto con la postergación de la fatiga y la recuperación muscular.Los alimentos funcionales pueden formar parte de la dieta de cualquier persona. Además pueden estar especialmente indicados en aquellos grupos de población con necesidades nutricionales especiales (embarazadas y niños), estados carenciales, intolerancias a determinados alimentos, colectivos con riesgos de determinadas enfermedades (cardiovasculares, gastrointestinales, osteoporosis, diabetes, etc.), personas mayores y deportistas de élite. Por otra parte, los alimentos con declaraciones de reducción del riesgo de enfermedad nunca pueden sustituir a los tratamientos médicos establecidos.

Los alimentos funcionales no curan ni previenen por sí solos alteraciones ni enfermedades y no son indispensables. Si bien en determinadas situaciones pueden ser una buena alternativa cuando encontramos dificultades para cubrir los requerimientos con alimentos naturales, aportando un complemento saludable a una dieta apropiada y a un estilo de vida activo.