Los seres humanos somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos. Así, entendemos la sexualidad como una cualidad humana inherente a la existencia en continua evolución, una forma de encuentro, manifestación, relación y comunicación de las personas a través de sus elementos biológicos, psicológicos, afectivos, socioculturales, éticos y religiosos.
La sexualidad infantil tiene una dimensión sexual-afectivo-social más que genital, y responde a necesidades de conocimiento, imitación y curiosidad. Las sensaciones de placer no han adquirido un significado específico, no tiene un significado sexual. La sexualidad infantil será la base de la sexualidad adulta, por ello, es de vital importancia para la vida futura de ese bebé establecer un vínculo afectivo satisfactorio con alguna persona adulta de su entorno (por lo general con sus padres).
Los padres y las madres tienen que aportar a sus hijos amor, protección, atención, acompañamiento, respeto… Pero sobre todo la incondicionalidad, “tal y como eres te acepto, te quiero y te valoro”.
La educación sexual que hacemos podrá ser positiva o negativa, pero es imposible no hacer educación sexual. Todos los niños y las niñas aprenden por imitación (de sus cuidadores), con ello se aprenden los aspectos más importantes de la vida como el respeto a los demás, la repartición de los trabajos, la forma de relacionarse o de dar cariño. Esta es una educación sexual no intencional que se realiza en el día a día. La educación sexual formal es la que se imparte en las aulas y tiene menos peso e influye en menor medida en el desarrollo.
Apego satisfactorio
En el primer año de vida es muy importante la presencia constante del cuidador con satisfacción temprana de las necesidades del bebé. El apego seguro, será la pieza angular del desarrollo independiente. Definimos apego, como el contacto íntimo, informal, constante, frecuente y permisivo entre el bebé y su cuidador. De esta manera, podrá aprender a tocar y a ser tocado, a mirar y a ser mirado, a comunicar y a entender a los demás y le proporcionará seguridad emocional y confianza.
Un apego satisfactorio, va a permitir que esa persona en su vida adulta sea más confiada con su pareja y la acepte mejor a pesar de sus fallos. Tendrá también ideas más positivas sobre las relaciones, y éstas serán más duraderas. En cambio, un apego insatisfactorio puede provocar en la vida adulta celos, cambios emocionales bruscos, miedo a la intimidad y obsesión con la posible pérdida de la pareja. También serán personas más frías, inseguras, distantes y poco satisfechas.
Los recién nacidos tienen una alta sensibilidad en la mucosa oral y en toda la piel. Los seres humanos nacemos con una capacidad innata para amar y una necesidad inmensa de ser amados. Por todo ello, queremos destacar que para poder vivir, los bebés necesitan contacto, cariño, movimiento, amor…Es más, el apego favorece el desarrollo de las conexiones interneuronales. Por el contrario, si el bebé no es suficientemente acariciado, ni se establecen con él relaciones satisfactorias, no se producirá el estímulo cerebral necesario para que se produzcan estas conexiones neuronales tan importantes para su desarrollo. Y en casos extremos, si el bebé recibe malos tratos, el cerebro se inundará de cortisol produciendo destrucción neuronal de las zonas vitales para el desarrollo de la personalidad.