Unidad de Neonatología


Concha Goñi Orayen

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¡Biberones y pañales! Esto es lo primero que acude a la mente de las personas cuando se les habla de una unidad de neonatología, pero detrás de esto hay mucho más.

Indudablemente los biberones (mejor el pecho materno) y el cambio de pañales forma parte del trabajo de neonatología, pero más allá de los cuidados básicos de un recién nacido sano, encontramos una gran variedad de pacientes con grados diversos de enfermedad (desde la salud completa hasta situaciones de gravedad extrema) que requieren cuidadosmínimos y prevención de enfermedades futuras o que, por el contrario, precisan de profesionales de muy alta cualificación y de aparatos de última tecnología para afrontar los problemas que se presentan.

En nuestro hospital nace el 85% de los niños navarros. La Unidad de Neonatología y UCIP es responsable de todos ellos. Y en este caso la palabra responsabilidad tiene un peso sobrecogedor, ya que de la rapidez de nuestro diagnóstico y del acierto de nuestros cuidados va a depender la salud de ese niño en ese momento, pero también su calidad de vida futura, las secuelas que pueda arrastrar durante toda su existencia, su integración social, laboral, su productividad y los costes que esas secuelas produzcan en él mismo, en su familia y en la Sociedad Navarra durante toda una vida. De los consejos que demos a los padres y de las actitudes preventivas que adoptemos en los primeros momentos de vida del neonato se derivarán consecuencias a largo plazo que condicionarán la vida y la salud de ese individuo.

Estamos hablando de vacunas, alimentación, lactancia materna, normas higiénicas, controles de salud y revisiones, que se inician en nuestra Unidad y que continúan después en el Pediatra de Atención Primaria que es la pieza fundamental de esta cadena de cuidados.

Somos muy conscientes de la trascendencia de nuestro trabajo y de la fragilidad de nuestros pacientes. Nuestra labor comienza en el momento del parto en los casos en que se prevé un riesgo para el recién nacido. Inmediatamente tras el nacimiento realizamos una primera exploración física y una atención urgente en el mismo paritorio si lo precisa. El niño pasa a nidos si no presenta alteraciones o a la sala de neonatología si precisa algún tratamiento específico, más o menos 7 de cada 100.

Detección precoz

Los niños sanos (afortunadamente la inmensa mayoría de los recién nacidos) quedan ingresados junto a sus madres y son sometidos a exploraciones físicas por parte de los pediatras de Neonatología a las 24 horas de vida y al alta. Estas exploraciones permiten detectar precozmente enfermedades congénitas y malformaciones que son tratadas por los mismos pediatras de la Unidad o que son atendidas por otros especialistas como los cirujanos pediátricos entre otros.

Cuando un recién nacido está enfermo o tiene algún tipo de malformación ingresa en la unidad de Neonatología. En esta sala los niños se distribuyen según la gravedad de las enfermedades que padecen y la intensidad de los tratamientos que precisan. Si se trata de un niño con un peso bajo y sólo tiene que terminar de madurar en un ambiente controlado para evitar infecciones y problemas posteriores, lo ingresamos en la sección de cuidados intermedios y mínimos. Cuando alcanza el peso necesario y está recibiendo una alimentación adecuada, sin otros problemas, se permite su alta. Durante el tiempo que está ingresado los padres acuden a verle y la madre entra en la Unidad tantas veces como sea preciso para mantener la lactancia.

En el extremo opuesto encontramos a los recién nacidos con enfermedades severas. La imagen de un bebé, a veces muy pequeño, gravemente enfermo repele y a la vez conmueve a la mayor parte de las personas. Ese es nuestro mayor reto diario. ¿Qué enfermedades graves puede tener un recién nacido?, se preguntarán. Siempre que pensamos en un bebé acude a nuestra mente la imagen de un niño sonrosadito, sano y sonriente acurrucado en los brazos de su madre.

Esa imagen está muy lejos de nuestro día a día. Aquí tenemos niños con pesos de 700 u 800 gramos, nacidos de forma prematura. Tenemos niños con malformaciones graves de los pulmones, riñones o intestino que precisan de intervenciones muy arriesgadas por parte de los cirujanos pediátricos; niños con infecciones severas, con inmadurez de órganos y aparatos que no pueden funcionar con normalidad. Tenemos recién nacidos con malformaciones del corazón incompatibles con la vida, con alteraciones de la sangre y el sistema nervioso y, en definitiva, con cientos de problemas que acabarían con sus vidas o les obligarían a vivir con enormes taras, de no ser por nuestra intervención.

Control de las constantes

En la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, además de un control exhaustivo de sus constantes, los niños quedan ingresados dentro de incubadoras que mantienen una temperatura, humedad y concentración de oxígeno óptimas y personalizadas para cada enfermo. Disponemos de respiradores mecánicos para ayudar a sus pulmones inmaduros, de nutriciones administradas por vía venosa cuando no pueden alimentarse con normalidad, de aparatos que filtran las impurezas de la sangre cuando sus riñones no funcionan y de todo un arsenal demedicaciones que corrigen las infecciones de todo tipo y ayudan al funcionamiento del corazón y otros órganos hasta vencer la enfermedad.

Podríamos decir que el aparataje, catéteres y material que se maneja en los Cuidados Intensivos Neonatales es el de cualquier unidad de cuidados intensivos y esto es cierto con una salvedad fundamental, ¡el tamaño!, que en este caso importa y mucho.

La pericia que requiere el manejo de unos niños tan pequeños es especial y distinta a la que requieren niños mayores o adultos. A la hora que poner un catéter en una vena manejamos tamaños finísimos (tanto en el catéter como en la vena), igual que cuando hay que poner un tubo para conectar el pulmón del recién nacido a una máquina o cuando hay que administrar cualquier tratamiento farmacológico en el que el ajuste de la dosis a unos cuerpos tan minúsculos y con unos mecanismos de defensa tan precarios, es una labor de precisión y pequeñas variaciones puede tener consecuencias dramáticas.

El trabajo constante y meticuloso es imprescindible en todos los niveles, desde los médicos, responsables últimos de los tratamientos, las enfermeras en la aplicación de esos cuidados y en el control de los enfermos, pasando por auxiliares, celadores y limpiadoras cuya misión, menos brillante o lucida es, sin embargo, de vital importancia para asegurar la calidad del servicio.

El I premio Dr. Alejandro San Martín concedido a la Unidad es un reconocimiento al trabajo de muchos años, pero también una exigencia de futuro que nos obliga a mantener y mejorar la excelencia en el manejo de estos pequeños e indefensos pacientes.